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Turboman M. H.
El Hotel

El Hotel

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 22 de diciembre 2023, 14:13

Hola capturadores

El 5 de enero de 1996 era viernes. Ese año me había bajado la regla por primera vez y había descubierto, definitivamente, que los Reyes Magos no venían de Oriente, sino de la juguetería Richard. Así, dos verdades de golpe. El primer año siempre es un poco turbio. Te crees mayor porque se te ha revelado un secreto universal y, aún así, confías un poco en la magia de la Navidad por si los compañeros del colegio que te lo han soltado a bocajarro están equivocados y la maquinaria de los pajes sigue en marcha. Y guardas tu secreto a medias. Pero a los once años, cualquier cosa es posible. Traumatizada por el fiasco de solo un año antes, con el episodio de La herencia de tía Ágata, me aseguré de que el juego que había pedido para esos reyes iba a llegar a mi casa. Y vaya si llegó.

Las navidades de 1996 los niños de España queríamos jugar a ser empresarios hoteleros. Levantar el Waikiki, un resort hawaiano, o conformarnos con el Boomerang, que a mi me recordaba al edificio de Florazar II en el que veraneaba de pequeña en Cullera. Todos habíamos pedido el famoso juego de mesa 'Hotel', que por aquel entonces distribuía la marca MB. Yo, por supuesto, también. Vivir en una ciudad tan pequeña como Cuenca siempre ha tenido sus inconvenientes a la hora de ejercer el capitalismo ejemplar. Digamos que el consumo siempre ha estado algo limitado para quienes calzábamos una talla de zapatos estándar o pedíamos el juguete de moda, que llegaba con cuentagotas a los pocos establecimientos que tenían en monopolio antes de la llegada de internet.

Como ese año ya era consciente de la película de terror que supone para algunas familias encontrar esa aguja en el pajar de los regalos, decidí ir algo por libre. El 'Hotel ' estaba agotadísimo y yo no quería líos. Así que elegí un cómplice y me dispuse a hacer la faena. El elegido fue mi tío Julián, el marido de mi tía Celia, que siempre me ha consentido desde pequeña. Con él, todo era posible. Incluso encontrar el juego y tenerlo listo antes de que cerraran las tiendas, ese 5 de enero.

Y así es como articulé mi plan. La víspera del día de Reyes mi madre, La Mariví, y mi tía Celia, se fueron juntas a acabar unos recados.Ya se sabe, misterios. Y yo me quedé con mi tío en el piso en el que antes vivían. Fuimos juntos a ver la cabalgata, un espectáculo que ya me pillaba algo mayor, y una vez en el centro, lo convencí para hacer una ronda por las jugueterías. Porque el juego que yo había pedido estaba agotado y si lo encontrábamos, podríamos aprovechar ya esa tarde para ir montando las estructuras de los hoteles e incluso echar una partida. Cómo lo persuadí es algo que sólo entiendo, mil años después, con su infinita bondad y su papel de padre secundario. Así que allá que nos fuimos, a buscar ese juguete de los que entonces ya avisaba la tele de que valía más de 5.000 pesetas (30 euros si no sabes de qué te hablo).

Visitamos la juguetería Parvulitos, la juguetería Perez, la juguetería Richard, la juguetería Lápiz y Color (todas ellas en orden de aproximación a mi casa). En todas alucinaban con dos cosas. Con que una niña estuviera la víspera de Reyes comprando un juguete con el que parecía su abuelo (mi tío ha tenido el pelo blanco desde la mili). O mejor dicho, intentándolo. Y porque el 'Hotel' estaba agotadísimo a esas alturas. Rendidos y desarmados, hicimos parada en el último establecimiento, la Papelería Clip, una especie de bazar juntos a las vías del tren en el que lo mismo te comprabas la mochila para el colegio que te encuadernaban el trabajo de Sociales. Juguetes tenían pocos, sobre todo puzzles y algún que otro juego de mesa. Y allí, en un altillo, estaba la caja negra con letras plateadas del 'Hotel'. Una vez encontrado, a mi tío Julián no le quedó más remedio que comprármelo. Caminamos 10 minutos hasta casa y nos pusimos a armar el juego.

Un rato después llegaron la Mariví y la Celia, previa parada en algún trastero a descargar sus recados. Y aún recuerdo sus caras al ver el percal. La niña jugando con el juego que al día siguiente le iban a dejar los Reyes Magos. ¿De dónde había salido la caja? Esa es la primera pregunta que hubo que resolver en un gabinete de crisis privado en otra habitación del que yo escuché hasta la última palabra. Las paredes de esa época, que eran demasiado finas.

En un primer momento, las dos hermanas pensaron que mi tío no había podido esperar más y me había dado el regalo unas horas antes. Cuando me hice mayor supe que se ponía tan nervioso cada año por la ilusión del día que amenazaba con adelantarme los Reyes para que pudiéramos jugar más tiempo en las vacaciones. Él y yo, claro, porque él siempre se prestaba. Para que te hagas una idea, es calvo desde los veintitantos y toda la vida le he puesto los rulos en los pelos de los lados. Un cuadro. «Voy a darle algún regalo a la chica, que le hará ilusión», me contaron que solía decir. Hasta el punto de que mi madre y mi tía empezaron a no contarle dónde los guardaban para evitarle la tentación. Nunca sucedió.

Pero con el 'Hotel' fue distinto. Ahí no hubo que sacar nada de debajo de ninguna cama. Ahí nos bastó con ir a la juguetería. La bronca que le cayó esa noche fue monumental. Yo siempre recordaré ese año porque pude jugar una tarde antes a mi ansiado juego. Pero, claro, a la mañana siguiente, el juego ya no pudo ser mi regalo de Reyes. Por supuesto, mi madre lo había conseguido semanas antes y lo tenía guardado bajo siete cerrojos. No me importó. Mi rey mago me lo había dejado unas horas antes.

Las Navidades de ese año, casi doce meses después, la historia de mi tío Julián y el dichoso 'Hotel' fue llevada al cine. O casi. La peli la protagonizó Arnold Schwarzenegger, tratando de conseguir un muñeco Turboman para su hijo Jamie en 'Un padre en apuros'.

Hoy, aún conservo el juego y me encanta contar esta anécdota porque es de las que marcan una manera de pasar por el mundo. Mañana, me iré a pasar la Nochebuena con ellos, con la Celia y con Julián. Y recordaremos la de veces que mi tío me intentó dar los regalos antes de tiempo. Es un ritual. Eso y hablar de caca cuando nos sentamos a la mesa. Qué le vamos a hacer. Eso son las Navidades, aunque las celebres en mayo. O las adelantes una tarde. Cualquier momento en el que sentarse con los que quieres y te quieren y recordar las cagadas de otra época. Al menos en mi casa. Algunos años duelen, otros, molestan. Pero son movibles a momentos mejores, como regalar el 'Hotel' una tarde antes. Este año en todas las mesas faltará alguien. En algunas, por primera vez. Os quiero adelantar yo el regalo a los que estáis así. Algún día, lo que ahora sientes deja de doler. Y te podrás volver a sentar con los tuyos a recordar cuando el tío Julián la cagó en 1996.

Que pases unos días de descanso y tranquilidad de la mejor manera posible. Vivir es incómodo, a veces, en Navidad. Pero el 6 de enero ya está más cerca. Esta carta se toma vacaciones navideñas hasta el día 12 de enero. Así que si no la recibes estos próximos viernes, no te asustes, que no ha habido un problema informático. Es que estaré bebiendo cava y comiendo turrón. Vamos, lo que ya llevo dos semanas haciendo.

Feliz Navidad y que 2024 sea un año sin sustos.

El escaparate

Si aún andas buscando qué regalar para Papa Noel, Reyes o el Olentzero, aquí te dejo la lista interminable de regalos de CAPTURA DE PANTALLA que he recopilado este año. Ah y recuerda, incluye un calendario pintado a mano po mí dentor. Descárgatelo gratis.

Gat-checking: periodismo de gatos

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Marta

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