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Jubilarse

Jubilarse

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 3 de mayo 2024, 10:21

Hola capturadores

El martes fue el último día de trabajo de mi tía Amparo, que además de mi tía, es mi madrina y fue la cuñada favorita y confidente de mi madre. No es que se haya pillado vacaciones para tratar de viajar fuera de temporada, que ya sabemos cómo están los vuelos este año. Es que...¡se jubila! Así, con exclamaciones. Porque si hay una cosa con la que yo ahora sueño cada mañana es con eso: con jubilarme. Nada de un trabajo mejor, con más sueldo o menos horas. Yo quiero pasar a la reserva con los deberes hechos. Pero, hasta llegar a este martes, la Amparo ha tenido que pencar 44 añazos. Desde los 21 cuidándonos un poco a todos. A los de la familia y a algunos de vosotros, que sé yo que a varios os ha puesto una vía en el hospital o incluso os ayudó a venir al mundo cuando hacía de enfermera en Las Mesas, un pueblo de Cuenca donde recaló con mi tío Pepe, que entonces era maestro.

Pero la semana que viene mi tía Amparo cumplirá 65 y pasará al club del carnet oro. El que te abre la puerta del cine a dos euros y el que elimina el sonido del despertador de un plumazo. Con suerte, vivirá tres o cuatro décadas más y podrá disfrutar de la vida al completo, y no a turnos, como estaba acostumbrada. Ahora será mujer, madre y abuela a tiempo completo. Dispondrá de su tiempo para hacer lo que quiera, que para eso ha cotizado tantos años. Y podrá empezar una nueva etapa que algunos ven llena de incertidumbre y, yo, repleta de oportunidades. Además, la Amparo es una persona super activa, que sabe hacer muchas cosas. Aburrirse no estará entre sus planes.

La jubilación no es algo en lo que haya pensado hasta hace unos años. Era una etapa vital que siempre había asociado con las personas ancianas. Aunque claro, también había visto los 40 como un momento vital bastante avanzado y ahora estoy a punto de cumplirlos rellena de juventud. Pero de un tiempo a esta parte me pongo objetivos para llegar al fin de etapa laboral en las mejores condiciones. Como si fuera el final de esta larga carrera que es vivir y trabajar, y ese momento en el que al cruzar la meta te está esperando una buena ducha y una cerveza fresca. Esa recompensa por haber cumplido con lo que tocaba. Ahora, si alguien me pregunta con qué sueño, lo respondo claro: con jubilarme. De hecho, de vez en cuando entro a consultar mi vida laboral para ver el cálculo ese que te hace la seguridad social de los años que te quedan de obligaciones. Y siempre acabo deprimida. Porque entre otras cosas, cada vez se amplía más la edad a la que colgar la mochila.

Las flores de despedida de mi tía Amparo M. H.

La generación de mi tía está hecha de otra pasta. Estudió en Valencia, se casó en Cuenca y rapidísimo empezó a trabajar en algunos pueblos de La Mancha, donde además de enfermera, erjerció de matrona. En esos parajes nació mi prima Gloria, que a los pocos años vino a vivir a Valencia, donde mis tíos se asentaron y donde nació mi primo Jose. Caprichos del destino, aprobó la plaza en Cuenca, y se tuvo que ir allí a vivir con le bebé hasta que cumplió los cuatro. En casa se quedó mi tio Pepe con mi prima hasta la reunificación, años después. Y así es como se convirtieron en mis tíos los de Valencia, siendo los dos más de Cuenca que las amapolas. Ninguno de los dos ha parado de trabajar en estos más de 40 años y ambos han llegado a la jubilación jóvenes y en perfecto estado. Pero sin demasiadas ganas de iniciar esa estapa, porque aún se ven útiles y provechosos. Aunque quieren dejar paso a otra generación que pide paso. Estoy convencida de que mi tía se asoma a un balcón que le da cierto vértigo, porque no ha vivido nunca sin trabajar. Forma parte de su ADN. Del de una generación que llega a la retirada en un buen estado de forma y con sueldos cómodos y no ha separado su profesión de su identidad. Una generación a la que su profesión definía. Amparo la enfermera y Pepe el maestro.

Tenemos chica nueva en la oficina, se llama Farala y es divina M. H.

En el otro lado estamos Gloriprima y yo, que si hubiéramos heredado tres bajos y dos garajes estaríamos ya viviendo de rentas desde que cumplimos los 18. Que soñamos con que nos toque un sueldo Nescafé para pagar nuestras facturas y dedicarnos a nuestras aficiones. Pero claro, nosotras somos de otra generación. La que como dice Gloria, no quiere ser su trabajo. No quiere asociar su nombre al cargo. Nosotras queremos ser las primas Hortelano. Las que tenían tiempo libre para contar las manchas del gotelé. A nosotras, la idea de jubilarnos se nos aparece representada con forma de oasis, en medio del desierto de la vida laboral moderna. Esa que no nos deja hacer las cosas que nos gustan. Nosotras no nos hemos creído esas mentirijillas de que el trabajo dignifica, te define y te hace libre. A nosotras trabajar nos permite pagarnos la hipoteca, no cumplir nuestros sueños. Esos los cumplimos en las semanas de vacaciones, cuando descubrimos que la vida es otra cosa.

Para más drama, ahora nos bombardean con mensajes catastrofistas que ensombrecen nuestra ansiada jubilación. Que si no vamos a llegar, que si no vamos a cobrar, que si hay que abrirse un plan de pensiones para poder hacer la compra del día de mañana. Yo no les hago caso. Ni tengo plan de pensiones, claro, porque bastante tengo con acabar el mes de mayo de 2024, como para ir metiendo euros en la hucha de 2051, que es el año en que tengo previsto sacarme el carnet oro. Todo lo contrario, yo me estoy preparando a conciencia para las olimpiadas senior. Como bien, estoy levantando pesas con regularidad, despliego cada día por mi cuerpo los miles de L-Casei Imunitas que me deja el Actimel y estoy viajando lo más lejos posible ahora para dejarme los destinos más cercanos para cuando no quiera volar tantas horas. El pelo que llevaré ya lo tengo pensado. Lo quiero blanco bonito, como el de Elisa, la mujer de mi amigo Xuso. Y las arrugas de la cara las quiero bien marcadas, como las de Ana Duato. No quiero trampas más allá de mi rutina de 'skincare'. Por eso, yo el fiestón no lo haré este año cuando cumpla 40. Lo haré cuando cobre la pensión y me jubile con mi marido. Vamos a hacer polvo el río a paseos. Pero de momento, voy a celebrar con mucha alegría que mi tía Amparo ya ha pinchado la última analítica. Aunque a mí me las tendrá que seguir haciendo, aunque sea en casa. Que me lo ha prometido.

El escaparate

Esta semana he recopilado algunas cosas que te pueden servir si estás a punto de jubilarte o sueñas con hacerlo cada día. Te ayudarán a mantener la mente lúcida.

La fiebre por Cifras y letras, el veterano programa de La 2 ha devuelto las operaciones de cálculo a la actualidad, tras el paso del joven Álvaro por el programa. Si eres como yo y te encanta buscar la cifra exacta, te recomiendo la web de Nerdle, donde cada mañana suben un montón de mini juegos para pasar el rato. Y hay uno, claro, de encontrar la cifra exacta. Es lo primero que hago cada mañana al despertarme cuando enciendo el móvil.

Si has visto que Taylor Swift ha sacado nuevo disco y no sabes qué quiere decir en ninguna de las 17 canciones que acaba de estrenar, te traigo una herramienta muy útil. Se trata de la aplicación Genius, donde se encargan de traducir e interpretar las letras de las canciones en otros idiomas. Para que, al menos, sepas lo que estás cantando si coreas a grito pelado cualquier cosa en inglés.

Círculo de capturadores

Va Mikel

Gat-checking: periodismo de gatos

Yo, cada vez que entro en la web de la Seguridad Social LP

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