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Britney, en uno de su bolos en Jubiocio reuters
El DJ de Jubiocio

El DJ de Jubiocio

Martes, 20 de julio 2021, 12:48

Hola capturadores

Tengo una adicción, pero me la estoy dejando. Y no, no voy a hablar de los copazos de vino que nos gastamos todos a estas alturas de la película al llegar a casa, porque con eso tengo para tres newsletter. Desde hace semanas miro sin parar la aplicación de Sanidad para ver si me ha tocado cita para la vacuna. Lo reconozco, algunos días, he entrado más veces ahí que en Instagram, cegada por los anuncios del politiquerío y sobre todo porque no me quedaba ni una sola de mis amistades en edad de merecer por unirse a uno de los equipos en que ahora nos clasificamos los mortales: los Pfizer, los Modernos, los Astrazenecos y los Janssen, las cuatro vacunas autorizadas por la Comisión Europea para barrer de un plumazo al covid de nuestros cuerpos serranos. Pero el 8 de julio se obró el milagro. Y una, que a estas alturas de la pandemia se las sabe todas, encontró la cita en la dichosa app, días antes de que me llegara el famoso SMS de la Conselleria para darme equipo y vacunódromo en el que lucir brazo, que para eso tengo un entrenador. «Te vas al grupo de los Pfizer, Hortelano, que tampoco hace falta que de tan moderna te nos hagas repelente», leí yo en la cita. «Acude el próximo martes a Jubiocio, que allí te estará esperando tu dosis para que te vayas de vacaciones tranquila en septiembre». Perdona, ¿dónde dices?, ¿En Jubiqué?. Google me dio rápidamente la respuesta y me puso ante los ojos la mayor obra de la ingeniería del ocio jubileta de la ciudad de Valencia. Jubi-ocio, colega. El Tinder de la Tercera Edad local, el paraíso de los bailables. Y, ahora también, el Disneyland de la vacunación de buena parte de los vecinos de la ciudad. Básicamente, los que vivimos de río para atrás.

Así que el lunes, me fui con mi señor marido a su pinchazo, de avanzadilla, que para eso es unos meses mayor, para inspeccionar el entorno en la previa de mi gran día. Y allí estaba Jubiocio, una nave de 800 metros cuadrados con su música de verbena a toda castaña y su ir y venir de vacunados examinándose las canas y las arrugas. Yo me quedé fuera, como una vieja del visillo cualquiera, observando todo desde la puerta de salida del espectáculo del pinchazo, patidifusa mientras Patricia Manterola animaba a los sanitarios al sonido de «Que el ritmo no pare» entre jeringazo y jeringazo. Pura fantasía pandémica. Total, que nos fuimos a casa a esperar mi particular martes y 13.

Me desperté más temprano de lo habitual, nerviosa y emocionada a partes iguales, con la regla (que esa no se pierde nada importante), y acelerada porque no me había dado tiempo a plancharme la camiseta de Enantyum que me regaló mi amiga Isa hace un par de años para ir a un festival. Así que me la planté, porque pensé que mejor acudir drogada por dentro y por fuera, por lo que pudiera pasar. Eso y unos pendientes de mi madre, para que me dieran suerte. Días antes me había hecho una playlist de motivación para acudir al pinchazo, que me habían ayudado a componer los hortelaniers de Instagram y fundí la Canción de la vacuna de Rosa León, por prescripción de mi amigo Santi Botella. Revisé 150 veces si llevaba el SIP y me eché hasta colonia para que la enfermera que me pinchara se quedara atontada con mi buen olor y me clavara la aguja flojito. Así que a las 10:32 hice mi entrada triunfal en Jubiocio al ritmo de La Gozadera, que acabó tan rápido como avancé en la cola. La mañana prometía. Y al llegar mi turno de entrada al box 1 comenzó a sonar Britney Spears. Si Dios existe, estaba ese día de DJ en el vacunódromo, lanzándome señales de que nada podía ir mal. Así que la enfermera me enchufó la Pfizer al ritmo de Womanizer, que es como si me hubiera puesto una de Whitney, pero sin cafeína. Me faltó un pelo para montarle un play back con numerito de baile, pero en estos casos mejor cantar de mascarilla para adentro. La sanitaria llevaba además unos zuecos con los mismos personajes de Monstruos SA que nos acompañan desde hace diez años en el salón de casa a los cuchipús. El caso es que con tanta señal, cuando me quise dar cuenta tenía ya la tirita en el brazo para disfrutar del acceso a la barra libre del festival de Jubiocio. Las tiritas son las nuevas pulseras de los festivales y a nosotros nos había tocado entrada al divertido, el de I love the 90s, ese al que nadie presume de ir, pero en en el que uno se acaba pegando la fiesta de su vida porque conoce todas las canciones de su etapa discotequera. Me senté allí en mi silla, a esperar los quince minutos por si jamacuco, y me vine arribísima. La música a todo trapo, una barra del bar que ha debido ser, selfies a cascoporro y amplio parking en la puerta. El garito de moda en Valencia. Solo le falta un servicio de fotógrafo para inmortalizar tu paso por la sala y venderte el recuerdo a la salida, porque yo te digo que si me la llegan a ofrecer, me la llevo y la guardo en un cofre de los tesoros con la tirita usada, y entre todos solucionamos el problema de financiación de la Comunitat Valenciana en una dosis.

Y claro, Jubiocio ha puesto de uñas a los que van al vacunódromo de la Ciudad de las Ciencias. Un festival de Les Arts del montón al que vas por Fangoria pero dices que eres de Vetusta Morla desde pequeñito. El postureo de siempre. Sin embargo, en el Jubiocio de mis amores no hay trampa ni cartón. Allí están ahora los mejores DJ de Valencia, que se han quedado sin curro por la falta de verbenas. Allí nos pinchamos con David Civera, con Qué dolor de Raffaella Carrà y con Sonia y Selena (como la amiga Durán) y gritamos en alto que #Freebritney Porque ya lo ha dicho la nueva ministra de Ciencia, la valenciana Diana Morant:«El sillón ministerial no puede estar lejos de la calle». Así que si yo fuera ella me montaba el despacho en Jubiocio, la sede de la soberanía de la vacuna popular.

Acabada mi primera jornada de festival, y hasta que dentro de 21 días me toque el segundo y último concierto (de momento, que los de Pfizer no tienen tope), puse rumbo al almuerzo en Barbacoa Calero y me apreté una brascada del tamaño de mi brazo, un tercio de Mahou y un cortado, porque después de la vacuna hay que recuperar fuerzas y echarle gasolina al cuerpo, que no se mantiene solo. Si mi entrenador está leyendo esto, que no se preocupe, que me gusta exagerar las cosas y el bocadillo era una puntita de pan integral con pavo. Y oye, tan mal no me lo habré montado, porque o me han pinchado agua del Solán de Cabras, o tengo un superorganismo criado a base de morteruelo y gachas que se ha hecho amigo de la vacuna a la primera de cambio. Qué ganas de que me pinchen la segunda para volver a Jubiocio. Ese día espero cantar a grito pelado Flying Free. Que vayan preparando la luz de discoteca. Y la francachela.

Culturismo

Francachela

La que me voy a montar yo cuando tiremos la última mascarilla a la basura. Según la RAE, es una reunión de varias personas para regalarse y divertirse comiendo y bebiendo, en general sin tasa y descomedidamente. Coloquialmente, juerga o diversión desmesurada.

Pantallazos

-Videoarte: La periodista y comunicadora valenciana Ana Bort tiene un don. Cada vez que (@ultimaromanov como se la conoce en Instagram) saca uno de sus vídeos de cosas random en redes me atrapa y me tiene viéndolos en bucle como si me hubiera lobotomizado. No se la pierdan, porque tiene una sensibilidad artística de las que no se aprenden.

-Fresquito: Si se te ha quedado fruta muy madura en el frutero este verano, ponla en el vaso de la batidora con un yogur blanco, tritúralo y mételo al congelador un par de horas. No queda como un helado de la heladería, pero te alegra la merienda. Y si quieres hacerte un sorbete fresquito, congela la fruta pocha lavada y pelada y tritúrala con agua. Le puedes añadir, por ejemplo, hierbabuena.

-Jazz a la fresca: El festival de Jazz de Valencia hace parada mañana en Nazaret. Y lo hace de la mano de uno de los mejores trompistas del panorama actual, Pau Moltó, de French Horn Jazz Project, que además toca en casa. Será mañana, sábado 17 de julio a las 20:00 horas en la Plaza del Santísimo Cristo, en Valencia. La entrada es libre, aunque el aforo limitado. Lo acompañan David Pastor, Kontxi Lorente, Jordi Gaspar, Ramón Ángel y Giovanni Hoffer como artista invitado, venido de Italia para la ocasión. Yo no me lo pierdo.

Gat-Checking: Periodismo de gatos

Donde pone calzoncillos, yo podndría «sin distracciones». Viva el teletrabajo MH

Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y dicen que de guapas. Y si eres nuevo aquí y te perdiste las primeras cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo.

1. Captura de pantalla

2. Miedo a ser normal

3. De turismo a mi casa

4. Hacerse la croqueta

5. Sacar de paseo al frigopie

6. La edad de oro del satisfyer

7. El verano de nuestras vidas

8. No hacer nada

9. El marido de la influencer

10. Agujetas de color de rosa

Deberes para esta semana: Cuéntame cómo ha sido tu vacunación. Mándame un correo aquí: marta.hortelano@lasprovincias.es

Prometo no contar nada. O sí.

Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.

Marta

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