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Mi diario de bordado del año 2024 M. H.
Un lunes de enero

Un lunes de enero

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 10 de enero 2025, 13:22

Hola capturadores

Un lunes de enero me puse un reto a largo plazo. Duraría todo el año. El mismo en el que iba a cumplir 40. Quería vivir esos doce meses de una manera muy consciente. No perderme detalle, por muy pequeño que fuera. El resultado lo recogería un martes, pero de justo un año después de empezarlo. Así que la paciencia y la constancia iban a jugar un papel muy importante en una rutina en la que ambas condiciones no suelen transitar. Me compré un trozo de tela de algodón blanco, rescaté de un cajón una caja de hilos con los que mi madre había hecho algunos cuadros de punto de cruz hace treinta años y desmpolvé el bastidor con el que yo aprendí a bordar, de pequeña, en un colegio de monjas. Como siempre que inicias algo que te motiva, me hice con un par de objetos nuevos. En este caso, unas tijeritas de La Palmera compradas en una ferreteria del barrio, un paquete de agujas nuevas y un bolígrafo de los que se borran con calor. Y así es como empecé mi diario de bordado con el que recordar siempre lo que el año 2024 me iba a traer.

Empecé con algún sobresalto, tras ese lunes 1 de enero en el que bordé una gamba, porque pocos días después murió Rita, nuestra perra. Dibujarla y bordarla era una responsabilidad demasiado grande para los primeros días con la aguja. Pero la superé con soltura. Las clases de hacía décadas, con la madre Carmen, estaban en una esquina de mi memoria, cogiendo polvo, esperando a que un día las rescatara. Así, bordando día a día un pequeño dibujo de menos de un centímetro he pasado el año. Y lejos de agobiarme, me ha servido de terapia. Primero, porque me liberé de la presión de tener que hacerlo por obligación. Si un día no podía coger la aguja no pasaba nada; hacía el dibujo sobre la tela y apuntaba qué quería representar en una nota del móvil y seguía como si nada. Así, el día que tenía más tiempo bordaba del tirón unas cuantas cosas. Igual que hice en vacaciones, a las que no me llevé de viaje el bastidor por miedo a perderlo.

Pero, sobre todo, me ha servido como terapia porque ha puesto mi vida y la forma de encararla, delante de mis ojos. Al principio, la efusividad de ir llenando días disimuló algunas aristas. Pero con el paso de los primeros meses me di cuenta de que mi día a día era un bucle en el que nunca pasaba demasiado. Que los días se me escapaban como en un colador. Que cada jornada era igual a la anterior. Suerte que con este diario lo vi a tiempo para comenzar a generar momentos que poder recordar. Cosas sencillas, no todas memorables. Pero siempre tratando de hacer que mi vida haya sido un poco mejor.

Enero. Empezó el año y acabó el mes más largo de la historia, en el que tuve un poco de todo. Un mes de últimos coletazos navideños, con roscones, arroces y gambas. De vermús y piscos. De alcachofas, castañas y naranjas. De un poco se lluvia, de frío y de tristeza. Del adiós a Rita. De wan tons, de flanes y de hogueras de Sant Antoni. Pero también de deporte, de virus y de alegrías de amigas que llegarán en primavera. Y de mimosas. Eso fue enero. Un mes en el que me pinché varias veces.

Febrero. Se fue el segundo mes del año, con sus 29 días esta vez. Un mes en el que hubo un poco de todo. Mucho bueno, mucho malo y cosas random. Un poco como la vida. Un mes en el que en esta carta hablé de skincare, vi acabar otro OT, aprendí a hacer un cuchillo, marinar un salmón, comido pastrami vegetal, ido al oculista por vez 333, fue mi 11 aniversario de boda, meregalaron tulipanes, encurtí limones, cené pizza con amigas, me corté el pelo, cené patatas fritas porque sí, comí cus cus, fresas con nata, vi acabar The Crown. Y también vi de cerca un incendio, me puse triste y pasé mucho sueño. Me compré también una cafetera nueva, pero como no la había estrenado, la dejé para bordarla ya en marzo.

Marzo. Se acabó un mes que duró como un año, y en el que ha habido de todo. Un tercio de mes me lo pasé con gripe, pero seguían pasando cosas. Apareció el gato Coco tras el incendio de Campanar, nuestro podcast de buenas noticias cumplió un año. Fue el día de la mujer. Hice galletas, comí sushi de Momiji, fui a una charla de cosmética, volví a Cuenca, vi nevar, llegaron las Fallas y las pasé en la web, bebí tequifresa, fui a ver a las palomas del ayuntamiento, el cielo se iluminó con castillos y me desvelé con petardos, tras cenar churros. Me regalaron unos hilos muy antiguos, llegó la primavera, me regalaron anchoas, hicimos torrijas y pulpo, vimos la Semana Santa marinera, comimos en bar X, leí el último libro de Milena Busquets y sacamos el paraguas después de mucho tiempo.

Abril. Me pasó un poco por encima. Pero si lo veo en conjunto, fue un mes de muchos avances. De superar muchos miedos. Empezó con la Pascua, sus monas y sus cometas. Con la boda de mi amiga Anaïs y dolor de tacones. Siguió comprando unos vuelos que llevaba años esperando y con un gripazo. Fue un un mes de traumatólogo, fisio, ginecólogo y dentista (todas las ITV pasadas). Abril ha sido el mes del día de la danza, de probar y escribir de bebidas desalcoholizadas, de volver a tomar cerveza y de comer quesos ricos y sandwiches de pollo. El mes en el que escribí de mi pato Apolo, en el que salió la gabarra después de 40 años, y en el que pisé Madrid y conocí a Rosa Palo. Le celebramos el cumple a mi amiga Paloma con tarta, recibimos a Pilarín y a Nacho y fuimos a La Salita. Me regaló un libro de huevos. Y pinté puertas turquesas y cosí chicas de oro en punto de cruz.

Mayo. Un mes muy intenso en el que me costó sacar tiempo para hacer algunas cosas porque lo empleé en otras como hacer unos buenos filetes empanados, estudiarme la cultura potaxie, comer ostras, disfrutar con una jubilación, celebrar los tres años de mi newsletter, colgar un cuadro nuevo en casa o salir a beber margaritas. Pero también dar un paseo en barca por L'Albufera, ir a comer la hamburguesa que me gusta, tomarme un flash, ver danza o ver cómo se da el bote de pasapalabra. También fue el mes en el que el barrio empezó a oler a pollo frito, el de Eurovisión, hemos pasado calor en el trabajo e hizo falta el abanico, saqué las camisetas de manga corta y me hinché a nísperos y a cerezas. Las 'girls maths' son ya una constante en mi vida, fui al teatro y me comí un donut fit y entrevisté a una periodista mítica a la que le gustan los jazmines. Ah y un martes vi el mar. Que siempre es bien.

Junio. La definición gráfica de que ya habíamos vivido medio 2024. Junio fue un mes tan bueno que nunca lo voy a olvidar. Junio es el viernes del verano. El mes en el que está todo por delante. El mes en el que crucé el círculo polar, vi renos, dormí en un tren, conocí a Papa Noel, vi flores espectaculares, compté cien cosas de Little My (el personaje de los Moomins al que dicen que me parezco ). Vi el sol de medianoche, Dormí sin antifaz, me emocioné viendo árboles, tuve el corazón más rojo que nunca (casi granate) y voté en unas europeas. Me hice mi revisión de las tetas, comí garrotes de chocolate de Beatriz (una mítica pastelería de Pamplona) y bebí chupitos de akelarre. Cociné para que mi amiga Inés tuviera comida rica en tuppers cuando recibiera a su hija. Y vaya si la recibió! ¡Hola Martina! Fui al podólogo, recorrimos gasolineras para comprar butano para hacer nuestra primera paella de verdad en casa. Comí sandía, resolví un crimen con el comisario Jaritos…encendí una vela por San Juan, me compré lana de oveja finlandesa, cené tacos, me preparé para ponerme de nuevo ortodoncia y fui a un festival.

Julio. Un mes en el que me pasaron cosas buenísimas y en el que fui muy feliz. Conocí piscinas con historias, comí muchas clótxinas, melocotones y decenas de helados con una ola de calor que convirtió al ventilador en mi bestie. Fui al cine a ver los minions, fui a la noche de tacos a comer totopos, me desperté más temprano por San Fermín, me pinté las uñas con muchos lunares de colores y estrené un pintalabios rojo que es la leche. Hice polvo la tele viendo la Eurocopa (y ganamos), los Juegos Olímpicos y La Casa del Dragón. Celebré un premio a nuestros cacahuetes de cabecera, cambié de marca de desodorante y me comí mi peso en melón con jamón. Fue mi santo, recibí una carta y me bañé en el mar. Fui por primera vez a la punxà, bebí aperoles y me hice unas gafas de sol graduadas por primera vez. Pero si hay algo que hice en julio fue…lavarme los dientes!! Con los alineadores iba con mi cepillo a todos lados. Ah y los primeros días tuve que hacer el esfuerzo de desayunar magdalenas, que el pan me hacía daño. Eso y hablar con las shhh como si fuera Rajoy. Pero, julio fue también el mes de Ten Women Club, de mujeres maravillosas y de buenas noticias que me hicieron entrar en agosto, mi mes, con mucha ilusión.

Agosto. El mes en el que cumplí 40 años. Y en el que empecé mis vacaciones, que me llevaron por ciudades y países dispares. En el que he comí txistorra en la montaña y chuletas a la brasa. Y mi peso en pepinos. Vi muchos girasoles, abrí una ventana al mundo, explotado globos, adoptado nuevas plantas, visto ciudades romanas y me bañé en un río helado. También empecéotro proyecto de bordado, resolví muchos crímenes y comí higos, bocatas de pollo asado y mucho croasanes. Pero también fue el mes en el que nos despedimos de las medallas de los juegos, bebí champán y rusos blancos…hice y deshice maletas, paseé el pasaporte y subí montañas.

Septiembre. Fue un mes de muchos cambios para casi todo. Acabó el verano, a mí se me acabaron las vacaciones y se cerró el tercer cuarto del año. Para mí fue sido un mes de mucho movimiento, en todos los sentidos. Volví a tres de las grandes ciudades que más me gustan del mundo: Shangai, Seúl y Tokio (qué cambiadas están). Y en ellas comí barbacoas, ramen, teriyaki, dumplings...Bebí cosas de colores extrañísimos, me eché sake por encima y disfruté de desayunos interminables. Me puse mascarillas de todo tipo de cosas, me hice llaveros personalizados y pins para las crocs (como todos los turistas), me compré un perfume que ahora me da pena gastar, bolis y rotus para tres vidas en las 258 papelerías que me dediqué a visitar. Crucé el paso de cebra más famoso del mundo por enésima vez, pero esta vez con mi amiga Bego y compramos unas onitsuka tiger amarillas (¿de qué color si no?). Visité cientos de tiendas Lawson, mi 'convenience' favorita, y me compré unas acuarelas nuevas preciosas. También tuve por primera vez jet lag después de muchos años, que bordé con unos hilos nuevos, bien fosforitos. Y abracé a Totoro, después de una gran odisea para pisar los escenarios del estudio Ghibli. En septiembre también volvió Ten Women , con sus citas rápidas, y descubrí que 'if not now, when? Entró el otoño, llegó la lluvia unos días y me lesioné del gemelo.

Octubre. Estaba siendo un mes normal. Incluso bueno. Había trasplantado unas plantas que tenía en casa, que ya habían crecido demasiado, comido mazapanes del día de los enamorados valencianos y cenado raya en nuestro restaurante de cabecera. Habíamos empezado con las comidas de cuchara en casa, esas que tanto reconfortan en otoño; había ido a mi primera junta de vecinos, a pesar de que llevo 10 años viviendo en el mismo edificio, y había hecho algunos reportajes muy chulos de casas preciosas y personas maravillosas como Patri y los pacientes ostomizados. Había ido a Cuenca a ver a mi familia, me había tomado un café vienés en Jovi, había entrado a la catedral después de mil años y había ido a por setas. Le había comprado a Tania un bolso de Jimenas que me hacía mucha ilusión y había renovado bastidores para coser. El último jueves de mes me tocaba ir a la radio e iba a llevar unos sonny angels y unos smiskis para hacerme la moderna y me había hecho un estudio de la pisada. Pero, el 29 de octubre lo cambió todo. Ese martes me faltaban tres bordados por hacer. Los de los tres días que le quedaban al mes. Fue imposible. La DANA lo arrasó casi todo. No estoy afectada directamente, pero ninguno hemos escapado a esta devastación de una vida tal y como la conocíamos. El agua se llevó muchas de las cosas que hacían nuestro día a día lo que era. El de casi todos. Muchos fallecieron o lo hizo un ser querido. Otros, perdieron su casa, sus coches, sus negocios y sus recuerdos. O lo hicieron nuestros amigos. El agua llegó a todas partes. Y ocupó una parte muy importante de este año en hilo.

Noviembre. Noviembre se fue como llegó. Sin demasiadas alegrías. Lo inauguramos con miles de voluntarios empuñando escobas, calzando botas de agua y cruzando una pasarela que ya es la de la solidaridad, para ayudar en la DANA. El barro ocupó un espacio muy importante del mes, como no puede ser de otra manera si vives en este mundo. Ocio hubo poco. Apenas un concierto de ópera jazz, una tarde de correprisas. Me leí de una sentada el libro nuevo de Beatriz Serrano (he bordado como he podido el ordenador de la portada), he escrito cuatro cartas para hablar de mi villa de Chabel, los supermercados, las cartas de los niños para los afectados por la riada y el boca a boca, y preparé cuajada. De manera exprés, nos escapamos a Pamplona, a un cumpleaños familiar, y comimos chuletón como si lo fueran a prohibir. Estrené unas deportivas. De repente, vivimos la amenaza de una segunda DANA y volvimos a una alerta roja que nos atemorizó. Las manifestaciones fueron multitudinarias en las calles de esta ciudad y con tanto trabajo tuvimos que echar mano de una empresa de tuppers que nos dejó tirados el primer día. Fue también el mes del 25-N, de unos hilos nuevos preciosos que me compré para empezar a bordar cosas nuevas y también de comer caquis. Y uno de los conejos más buenos que he probado, en la barra de un bar de vinos que se convirtió en lo mejor del mes. Quizá de lo único bueno.

Diciembre. Diciembre fue para nada como esperaba. Quizá tenía las expectativas muy altas para ese final de año y por eso el guantazo fue más grande. Era el mes en el que iba a gastar el regalo de mi cumple, con un viaje a Londres para ver a Marianela Núñez en el Royal Opera House. Y lo hice, para ver Cenicienta. A partir de ahí, pillé unas placas en las anginas en el mismo viaje que me tumbaron durante más de una semana. Antibiótico, antiinflamatorio...Bueno, era antes de Navidad. Iba a llegar a las fiestas fresca como una lechuga. Me había zampado ya un panettone, la tarta de cumple de Gorka (cumplió 42), e iba como una moto con mis nuevas agujas circulares haciendo jerseys. Luces de Navidad por todos lados, la Lotería, vacaciones por delante... y de nuevo un gripazo que acabó en bronquitis y que me ha dejado sin ir a casa por Navidad. A partir de ahí, fuera de ver al olentzero cuando aún respiraba bien y acababa de estrenar mi plumas nuevo, lo demás han sido kleenex de aloe vera, pastillas, mocos, más mocos, tos, más mocos, ventolín, caldo de cocido, visitas a urgencias y mucha cama. Vaya bordados finales para un mes que iba a tener tanto brillo. Como gran respiro, compramos un tocadiscos nuevo, me emocioné viendo a Amaia cantar y preparé mi primer steak tartar en casa, en unos días fuera de juego en los que me comí las uvas a desgana y le puse fin a este experimento que ha sido bordar mi año a diario. A veces las cosas no salen como esperabas. De eso también hay que aprender.

Y así es como recordaré el año. Lleno de cosas. Algunas mejores, otras peores, pero todas ellas le han dado forma a esta etapa. Desde aquí, te animo a empezar un proyecto similar. No tienes por qué bordar. Puedes hacer cada día un pequeño dibujo en una agenda, definir el día con una palabra, o escribir unas líneas, como se ha hecho toda la vida con los diarios. Incluso en las notas del móvil o enviarte un audio a ti mismo. O hacer cada día una foto. A final de año, habrá merecido la pena. Y quién sabe si te sirve para tanto como me ha servido a mi para hacer un pequeño diagnóstico de lo que es vivir.

El escaparate

Imagino que a estas alturas ya habrás decidido si los regalos de Navidad te acoplan o si, por el contrario, te has sumado a la moda de revenderlos en páginas de segunda mano o directamente has optado por cambiarlos por otra cosa. Gracias de corazón a todos los que os habéis servido de mi lista de regalitos. Me hace tener ganas de seguir haciéndola cada año para que regaléis con mucho amor. Ante la saturación de cosas que hemos vivido en las pasadas fiestas, yo te comparto dos libros que los Reyes han traído a mi casa y que te pueden ayudar a superar los días libres de esta cuesta de enero que tenemos por delante. Porque como es un mes de quedarse bastante en casa para compensar las cuentas, te brindan entretenimiento hasta que recuperes tu bolsillo. Además, agudizan el ingenio.

El primero es la segunda parte del Murdle, el libro en el que debes encontrar al asesino con los únicos detalles de unas frases y tu lógica. Yo hice el primero y me sirvió para concentrame muchísimo en los ratos en que lo usaba. Y ahora me han regalado el segundo y estoy igual.

El segundo es la tercera parte de Crímenes ilustrados, los libros de Modesto García, en los que descubrir al asesino mediante la observación de los dibujos de la escena del crimen. Es super entretenido y te ayuda mucho a pensar. Se puede hacer incluso en pareja, porque lo que no ve el uno, lo ve el otro y se hace hasta debate con los sospechosos.

Gat-checking: periodismo de gatos

Iniciando mi bordado del año M. H.

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Marta

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