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A los perros no nos gusta la mermelada. unsplash
#73 La mermelada

#73 La mermelada

M. Hortelano

Valencia

Lunes, 13 de febrero 2023, 11:44

Hola capturadores

* Al final de la carta os pido un favor. A ver si me ayudáis

Un jueves por la mañana, de una semana de febrero como esta a la que le estamos poniendo final, pero de 1999, el patio de mi colegio de Cuenca era un hervidero. Minutos antes de las nueve, cuando todos los niños y adolescentes esperábamos el sonido del timbre que nos hacía entrar en clase, en los corros de mochilas sólo se hablaba de mermelada y no precisamente de la del desayuno. Pero, antes de entrar en materia, pongamos el contexto a este enredo.

Nací, crecí y viví en Cuenca hasta los 18 años, una pequeña ciudad del centro de España que cada día alguien utiliza para ubicar la dirección a la que dice querer poner mirando a la otra persona. Aunque la localidad es patrimonio de la humanidad desde hace 27 años, es capital española de la gastromía en 2023, alberga una de las colecciones de arte abstracto más importantes de Europa y cuenta con unas casas colgadas (que no colgantes) reconocibles en cualquier postal, a muchos lo que de verdad les sorprende es que no tenga Zara ni Corte Inglés y que ahora tenga la tirolina más larga del mundo.

Pues en el año en el que comienza esta historia, por no haber, no había ni más de una talla por modelo en las zapaterías familiares de la ciudad en las que todos los niños y adolescentes nos comprábamos, por entonces, las botas Mustang, o las jugueterías se las veían y deseaban para abastecer de tamagotchis a todos los pequeños conquenses. Todo siempre ha llegado un poco más tarde que a las grandes ciudades, las giras de conciertos nunca han hecho parada y los últimos sabores de algunos productos del supermercado siempre han aterrizado en los lineales con retraso. A cambio, hemos tardado más tiempo en hacer algunas concesiones como dejar de jugar en la calle o poder seguir pidiendo 'lo de siempre' en nuestros bares.

Y ahora sí, volvamos a aquel patio del colegio, un jueves de 1999 en el que ni los móviles, ni mucho menos internet, habían aterrizado en nuestras vidas. Esa mañana llegué como siempre al colegio, en el coche de mi abuelo Federico. Me reuní con mi círculo de amigas de clase y escuché por primera vez la historia que la noche anterior, por lo visto, me había perdido en la tele. Algo lógico porque los días de diario me mandaban a la cama con la digestión aún sin hacer. Ese miércoles, aunque ponían Sorpresa Sorpresa, no había sido una excepción. Ya lo vería el domingo por la mañana, que lo repetían enterito en Antena 3. El caso es que en ese patio de colegio de Cuenca, donde por no llegar, a veces no llegaba ni el pescado del día, llegó el bulo más grande jamás inventado en nuestro país. Por si no has vivido en el planeta Tierra en los últimos cien años, la leyenda dice que unos padres, abrumados por el fanatismo de su hija adolescente por el cantante Ricky Martin, escribieron al programa para que el puertoriqueño la sorprendiera. Para ello, lo metieron en un armario del que lo iban a hacer salir y dar la sorpresa de su vida a la adolescente. Pero ella, por su cuenta, había preparado otro guion para amenizar esa noche de miércoles. Así que cogió mermelada (distintas cosas untables según versiones), se la colocó en una zona erógena de su cuerpo, y llamó a su perro Tobi para que diera fin al dulce, ante la mirada estupefacta de un Ricky Martin que no daba crédito hasta que el programa decidió poner fin al directo, con una disculpa de Concha Velasco, por entonces presentadora del programa.

De todo eso, que por supuesto es mentira, se habló esa mañana en el patio de mi colegio de Cuenca. Cómo llegó esa información a una ciudad tan pequeña, a la mañana siguiente de que no se hubiera producido, sin móviles ni internet, es algo que aún hoy me hace dar vueltas al asunto. Que estuviera en Madrid no tiene mérito, la verdad. En ese patio había quienes lo habían visto, quienes conocían a alguien que se lo había contado y quienes, como yo, nos lamentábamos de habernos ido a la cama y habernos perdido un momentazo del que sólo habíamos sabido por los chismes de esa mañana. A mi ciudad a veces no llegaban los donuts, pero sí llegó ese bulo, sin que nadie hoy haya podido explicar cómo la mentira se extendió por toda España. 24 años han pasado de aquello, y el misterio sigue sin resolver. La bola se hizo tan grande que Policía y Fiscalía llegaron a abrir una investigación por la emisión de las imágenes de una menor que ni siquiera se produjeron. Concha Velasco pidió disculpas y dicen que Ricky Martín, que vivía en Miami, ni si quiera estaba en España en esa época.

La vida es, a veces, un misterio, pero si no fuera por estos sobresaltos, no nos sentiríamos igual de vivos. Si esto pasó sin apenas tecnologías y la cosa llegó a ciudades tan pequeñas como la mía, imagina la de cosas falsas que te estarán llegando hoy a tu móvil o a tus redes sociales. Pero, si esta historia de parece de terror, prueba a preguntarle a alguien de la generación Z por el perro y la mermelada. Eso sí que da miedo. Pero porque no les suena de nada.

(*) Una cosa

La semana que viene es San Valentín y Captura de pantalla va a cambiar de manera puntual su día de publicación. La carta la traerá Cupido, el martes, y quiero convertirla en un consultorio amoroso. Así que necesito que me mandéis vuestras mejores historias de amor, reales o imaginarias. O de desamor, que es la cara B del amor. O si quieres un consejo con esa pesona con la que te está costando arrancarte. O si buscas pareja y quieres que te dé a conocer entre los capturadores. Quiero ser la Superpop del 2023, la Jesús Puente del siglo XXI ¿Os animáis? Si me ayudas, te enviaré un gato del amor.Recojo todo lo que se os ocurra en marta.hortelano@lasprovincias.es

Gat-cheking: periodismo de gatos

¿Por qué en la foto de arriba hay un perro? m. h.

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Marta

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