Miles de jóvenes sólo se relacionan presencialmente en el instituto.FOTOLIA
«¡Necesito ligar!». El grito de socorro de los adolescentes
menudos ·
Se sienten olvidados y señalados. Las restricciones atacan directamente a sus necesidades vitales, como separarse de sus padres, integrarse en un grupo y conformar su identidad. Los expertos piden que se les tenga en cuenta
«¿Por qué no me dejan en paz? Yo solo quiero estar con mis amigos, pasármelo bien. Mis padres me tienen encerrado, solo me dejan ir al instituto, dicen que por nuestra culpa la gente mayor se muere… ¡pero yo no tengo la culpa de ... nada! Me meto en mi habitación, me pongo los cascos y juego a la Play. Así no tengo que estar con mis padres, que me riñen todo el tiempo». Quien lo dice es un chico de quince años que se llama Quique Salvador, pero la mayoría de adolescentes que lean estas líneas firmarán cada palabra. A la sensación de que no les entienden se suma una mezcla de frustración, rabia y soledad.
Sergi Osuna tiene diecisiete años. Reconoce que pasa mucho tiempo en su habitación, que se ha convertido en su refugio. «El coronavirus nos ha pillado en uno de los momentos más importantes de nuestra vida. Queremos salir, disfrutar, divertirnos, ligar… A mí me ha fastidiado la vida, creo que nunca lo asimilaré». Porque, ¿en qué momento y en qué lugar, con esta situación de pandemia, de toque de queda, de restricciones en el número de personas que pueden juntarse, distancia social, pueden iniciar una relación sentimental, o sexual? No es fácil.
Pero, ¿es cierto que nunca lo asimilará? ¿Qué consecuencias tendrá en el futuro vivir una adolescencia tan atípica? Susana Santamaría es psicóloga y constata algo que los estudios han demostrado: que los jóvenes entre doce y dieciocho años necesitan relacionarse con sus iguales para transformarse en adultos sanos.
«Hablamos de cuatro hitos a alcanzar en la adolescencia: independencia de las figuras parentales, aceptación de la imagen corporal, integración en la sociedad a través del grupo y consolidación de la identidad». Por eso es tan importante para ellos cortar el vínculo que de niños tenían con sus padres, integrarse en un grupo de iguales. Pero esa conexión está ahora muy restringida. Por ejemplo, tener sus primeras relaciones sexuales es una situación que las normas que nos rigen no permite. ¿Cuántas se vulneran cuando dos chicos tienen un rollete? Distancia, mascarilla, relación con alguien que, evidentemente, no es de su núcleo familiar... Dicen los expertos que la próxima pandemia es mental, que después de más de un año de restricciones no vamos a ser los mismos. Los adolescentes tampoco, pero los psicólogos preguntados tienen dudas sobre el futuro, porque con el coronavirus todo es como un gigantesco experimento del que no sabremos todos los efectos hasta que pasen años, incluso décadas.
Los adolescentes son una población especialmente vulnerable al desarrollo de trastornos de salud mental
Hay pocos estudios hasta el momento sobre qué pasará con nuestra salud mental, de la infancia y la adolescencia. La plataforma de Asociaciones de Psiquiatría y Psicología Clínica por la salud mental de la infancia y la adolescencia ha publicado un informe con evidencias y recomendaciones, y donde alertan de que los niños y adolescentes «son una población especialmente vulnerable al desarrollo de trastornos de salud mental en esta pandemia, trastornos que representan una de las principales causas de la carga relacionada con la salud».
Un adolescente con la mascarilla mal puesta pasa por delante de un graffiti de una sanitaria.
efe
Nuria Sapena sí sabe lo que está pasando en este preciso momento. «Este año estamos atendiendo a más gente que nunca, incluidos adolescentes», dice. Ansiedad, depresión, trastornos compulsivos, adicciones… Nuria y su equipo del Centro Psico, ubicado en L'Eliana, están encontrándose con unrosario de patologías, algunas ya existentes y agravadas por la pandemia, otras que aparecen por las restricciones. «Los adolescentes se pseudorrelacionan a través del Fortnite, pero ahí no hay conexión emocional, no hay una relación real, y tienen una distorsión de la realidad, con códigos de violencia que se incorporan a su conducta», explica.
Miles de jóvenes solo se relacionan presencialmente en el instituto, donde no hay espacios para actuar con libertad, donde hay muchas normas y restricciones, más todavía con la pandemia. «Mis hijos, que tienen catorce y dieciséis años, ni siquiera han pedido salir, hasta hace poco, y se metían todo el fin de semana en sus cuartos». La cueva. Ahí está su universo desde hace un año.
La ansiedad se transforma en depresión, una manía en un trastorno compulsivo y las alteraciones de conducta se agravan
Iris Serrano es psicoterapeuta, y ha visto cómo se han potenciado los problemas psicológicos que ya podían existir. «La ansiedad se transforma en depresión, una manía se convierte en trastorno compulsivo, y las alteraciones en la conducta, como agresividad, se agravan». Ha pasado con la higiene, o con el miedo a salir de casa, con la alimentación… «Hay padres que vienen desesperados, que ya no saben qué hacer», asegura Nuria. En la mayoría de los casos las alteraciones de conducta serán transitorias, pero en algunos casos necesitan ayuda. Yaiza Vidal, psicoterapeuta y especialista en neurodesarrollo, habla además de que hay adolescentes que lo exteriorizan, otros que lo transforman en somatizaciones en forma de ansiedad, de alteraciones emocionales.
Gemma Mira es madre de un chico que acaba de cumplir diecisiete años. «Lo pasamos muy mal por él, porque vemos que la situación le supera, que necesita salir a cenar, irse con sus amigos, conocer chicas… Y no puede. Se siente mal, se enfada, lo paga con nosotros, y nosotros con él… Hay momentos en que no podemos más», lamenta.
Los padres piden ayuda, porque más allá de los trastornos patológicos que surgen, la realidad es que la situación en los hogares con adolescentes no es fácil. «Les digo a los padres que relativicen, que creen un entorno con mucho afecto, vínculo y presencia. Que generen espacios donde se sientan libres, porque hay que preservar el desarrollo y la salud mental de personas que están todavía en una edad de formación del ser humano», explica Nuria.
Es muy importante esa mirada de los padres para que los adolescentes no sientan presión añadida. Que no vivan con la culpa que, además, una parte de la población ha focalizado en los más jóvenes. «Sabemos que hay algunos que se juntan, que hacen fiestas y botellones, pero también lo hacen algunos adultos», dice Sergi. Pero el colectivo se siente señalado. María Tomás tiene los dieciséis años recién cumplidos y se ha refugiado en el estudio. Apenas sale de casa y prácticamente se relaciona solo a través del móvil, de whatsapp, de redes sociales. «Cuando la semana pasada me pidió ir a un concierto con las amigas le dije que sí inmediatamente, porque me preocupa esa soledad», dice su madre, que incluso le pide que no le dedique tanto tiempo al estudio. Porque cualquier conducta agravada por la pandemia, como el no querer salir de casa, se puede transformar en un trastorno, en este caso la agorafobia. O los trastornos obsesivos que ven sin parar los psicólogos, relacionados con el lavado de manos, por ejemplo. En que todo esté limpio y esa necesidad de higiene se transforme en algo patológico.
«Cuidar la infancia y la adolescencia es una inversión a largo plazo y sería preciso priorizarla», dicen los psiquiatras
La Plataforma de Asociaciones de Psiquiatría y Psicología clínica denuncia que la infancia y la adolescencia «tienen unas necesidades específicas que es preciso entender y atender y que no han sido tenidas suficientemente en cuenta durante este periodo, en parte por la propia gravedad de la pandemia, pero también por cierta falta de reflexión en las medidas adoptadas». Añaden, además, que cuidar la infancia y a la adolescencia «es una inversión a largo plazo y sería preciso priorizarla, ya que estamos apostando por beneficios en su vida futura y de toda la sociedad».
Así que Sergi lo tiene claro. «Nos enrollamos igual, y me da igual lo que me digan. Pero tenemos la sensación de estar haciendo algo malo». Parecen otros tiempos.
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