![No hacer nada](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202106/23/media/cortadas/vaguea-kGpG-U140809075634X4E-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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Miércoles, 30 de junio 2021, 13:01
Hola capturadores
La semana pasada amanecí con tres calenturas que me dejaron los morros más hinchados que los de Carmen de Mairena, con la regla y con una migraña que me tumbó en la cama toda una mañana de tormenta a oscuras. La Santisima Trinidad del cansancio; del agotamiento. Del, oye mi cuerpo pide pausa. A estas alturas de la película tengo ya muchas teclas y no tengo claro en qué momento me he convertido en una especie de estación meteorológica para predecir los cambios de tiempo. Suerte que el justifigato que ideé hace un par de cartas hizo efecto y pude volver a ser persona con unas horas de ausencia laboral.
Y es que el cuerpo se acostumbra rápido a las rutinas y el mío llevaba casi un año pandémico empleando los fines de semana libres para descansar. Para no hacer nada. Pero con la vuelta a la normalidad, y la vida trabajocéntrica, los últimos sábados y domingos no he tocado sofá. La mitad de veces por trabajo y la otra mitad para poder completar la gira de reencuentro con nuestras familias, desperdigadas por los extremos de España. Así que he llegado a este inicio de verano sin pilas. Suerte que hay dos cosas que a mí me funcionan y que me sirven para traspasar todo el cansancio que acumulo a estas alturas de año, con las vacaciones en un horizonte todavía muy lejano: bañarme en el mar y no hacer nada, que como los diez mandamientos, se pueden resumir en uno. La clave es algo a lo que yo llamo yodarse y que fusiona ambas disciplinas, en las que podría decirse que soy experta.
No hacer nada es fundamental. No hacer nada es hacer muchas cosas, sobre todo por ti mismo. Los italianos lo llaman dolce far niente, los holandeses Niksen, los listillos procrastinar, mi amiga Inés hacer la estrella de mar y el común de los mortales, tirarse en el sofá y ver la vida pasar. Lo avalan los expertos, para tu tranquiliad, que me lo contaron durante el confinamiento. Lo curioso es que algo tan sencillo como no hacer nada, requiere de un gran esfuerzo. Algo para lo que siempre tenemos alternativa.Nos pasamos la vida llenando la agenda de planes, porque nos han enseñado que no hacer nada es perder el tiempo, que se nos pasa la vida. Pero más lejos de la realidad. Descansar es a veces el más cansado de los trabajos, sobre todo porque nadie nos ha enseñado cómo hacerlo. Nos sentimos culpables cuando pasamos un día sin salir de casa, sin planear alguna actividad o si dedicamos una tarde a darnos un baño o ver una peli danesa mientras dormitamos en el sofá y cuando nos despertamos ha empezado otra que nos parece la misma. Sin embargo, nos sentimos plenos cuando llenamos la semana y el fin de semana de trabajo, gimnasio, cenas, comidas, quedadas y reuniones. Todo, para hacernos creer que hemos empleado el tiempo en algo útil. Cuando no hay nada mas necesario que no hacer nada.
Lo mismo nos sucede ahora en verano. Vacaciones planificadas, viajes marcados al milímetro, tropecientas comidas con amigos (y sus tropecientos Almax Forte después), días hasta los topes de vida social y no sé cuántas cosas que no nos ha dado tiempo a hacer durante el resto del año. No os engaño si os cuento que a veces vuelvo más cansada de las vacaciones de lo que me he ido. O de un fin de semana en el que primero limpias la casa, luego sales con amigos y el domingo por la tarde vegetas. Pero también os reconozco que no tengo ningún remilgo para pasar el día, o los días, depende de los que tenga por delante, aburriéndome, viendo series intrascendentes, releyendo revistas que no requieren de un esfuerzo intelectual o, a veces, hasta durmiendo siestas a deshora. Podría condecorarme a mí misma como una procrastinadora nata, una jefa del vagueo y una especialista en mantener la posición horizontal. Eso, y que le tengo tomada la medida a mi jeme (la distancia entre el pulgar y el índice estirados).
Cierto es que la vida nos lo está poniendo difícil, porque no deja de ponernos estímulos delante de nuestras narices. La mayoría de las veces, no hacer nada es pasar centenares de fotos o historias de instagram, repasar el timeline de Twitter o pasar de cadena en cadena hasta que te salta el Tarot en el canal 87. Pero, hasta para eso hay que valer. Aburrirse es una necesidad y nos ayuda a desconectar la mente. A ser más creaticos, más guapos y mejores personas de la pau, que diría mi amiga Isa.
No hacer nada es distinto para cada uno de nosotros. No hacer nada es dormitar, no hacer nada es pasear sin rumbo, no hacer nada es comer cuando se tiene hambre, y no hacer nada es también no hacer absolutamente nada y no tener cargo de conciencia. Para unos, es meditar, mientras que para otros, es correr. Para mí, por ejemplo, también es pintar. En verano, no hacer nada es pasar el día en la playa, sin más plan que darle un repaso al Hola. O desayunar, tomar el aperitivo, comer y cenar como únicas cosas acabadas en -ar. O Ir de viaje sin tener plan, o pasar un rato en silencio. O estar solo. O estar con amigos tomando cañas. No hacer nada es desconectar. Es escuchar música. Cerrar los ojos en la ducha, conducir con la música a toda castaña, bañarte en el mar, o tumbarte en la cama a leer un libro hasta que te lo acabes. Es no tener prisa, no tener obligación de hacerlo. Es no llegar tarde a nada porque no hay nada a lo que llegar. Vivir en una liminalidad. Porque no hacer nada, a estas alturas de la película, ya es hacer mucho. Voy a ver si me aplico el cuento este fin de semana y hago polvo la tumbona. Aunque la tenga que plantar en medio del salón, que la vida no está para optimizarla, sino para vivirla. Además, va fenomenal contra las calenturas (eso y el Zoviduo).
Culturismo
Adjetivo que describe todo aquello que es perceptible por los sentidos, que queda dentro de los límites de lo que se puede percibir conscientemente. La liminalidad (del latín limes «límite» o «frontera») es cuando no se está ni en un sitio (que puede ser físico o mental), ni en otro. Es estar en un umbral, entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. Vamos, donde está tu cabeza mientras haces algo o no haces nada.
Pantallazos
Vino: La experta valenciana en vinos Teresa Almeida, más conocida por estos lares como @ladywinelover ha decidido ayudarnos a ser un poco más expertos y ha ideado una especie de trivial de los vinos que no sólo nos hará más entendidos a la hora de destripar las cartas, sino que amenaza con convertirnos en una vinopedia. La app se llama Glu Glu wine y además de didáctica, es divertida y puede hacernos ganar hasta algún vino que otro. Y una cosa más, tiene también una parte académica para quienes quieran formarse como sumillers. Si necesitáis sorprender con un vino, seguro que Teresa os recomienda uno si le mandáis un mensaje. Conmigo lo hace y nunca falla.
Rollitos de canela: Mi dulce favorito y una absoluta bomba de felicidad. Después de los que yo hago en casa, con canela y cardamomo, los mejores de Valencia están ahora en Casa Capicúa. Y se pueden acompañar de café de especialidad. Un localazo que se han marcado las hermanas Laura y Marta Benito, en el cruce de la calle Jesús con Padre Jofré. Desde Federal Café, no había en Valencia un lugar en el que procrastinar mejor.
Despedida: Esta semana quiero emplear uno de los pantallazos para despedir a mi amigo Pepe Camarasa. Pepe murió el miércoles después de una temporada fastidiado, pero nos ha brindado muchos y muy buenos años de política valenciana. Como él no habrá dos. Honesto, cabezón, inteligente y pasional. Nunca lo vamos a olvidar. Como le decía en el último mensaje que cruzamos hace meses, «Aquí sigo, Pepe, aguantando el tirón y haciendo el mal a diario». Aquí seguiremos la perla y yo.
Gat-checking: Periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigas. Compartir es vivir. Y dicen que de guapas. Y si eres nuevo aquí y te perdiste las primeras cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo.
6. La edad de oro del satisfyer
7. El verano de nuestras vidas
Deberes para esta semana: Cuéntame cómo procrastinas tú y, anda, estírate un poco y recomiéndame un buen libro para este verano. Mándame un correo aquí: marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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