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Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
La fiesta de la comida, cualquier domingo de 1985 en mi familia m. h.
Olor a pollo asado

Olor a pollo asado

M. Hortelano

Valencia

Domingo, 7 de noviembre 2021, 13:31

Hola capturadores

Que Amancio Ortega sea el hombre más rico de España es en parte culpa mía, para qué nos vamos a esconder. Buena parte de esa fortuna está levantada a base de billetes de 20 euros que me voy gastando con asiduidad en las velas de su tienda de cosas de casa para hacer de la mía un pisito de 90 metros con olor a hogar. Las compro de olores tan dispares como tomate, galleta de jengibre, vainilla o té chai (ésta última en Mercadona, que Juan Roig tampoco se ha hecho rico solo) y las planto en el salón, donde cualquier día tendré que colocar un extintor por si salimos ardiendo. Si os fijáis, siempre son olores de cosas que se comen, porque a eso ha olido siempre mi casa, estuviera quien estuviera al frente de los fogones de la cocina. Mi casa siempre ha olido a comida. A guiso. A ollas que se eternizan a fuego lento desde la hora del desayuno. A hogar. Igual que las de otros huelen a café recién hecho. En mi casa siempre ha olido a guiso.

Cuando era pequeña, mi madre me intentó dejar un año en el comedor del colegio y protesté ayunando de manera intermitente casi todos los días de la semana mientras le repetía con insistencia a la monja que nos llenaba las bandejas de metal que yo lo que quería comer era la comida de mi abuela. Así que después de patalear unas semanas y perder 200 gramos, me sacaron de ese templo del tomate Orlando para devolverme a la mesa de la cocina de mi abuela, donde el tomate se hacía cada año con los que daba el huerto de mi abuelo Federico primero, y del de mi tío Julián, años después. Real food total y no la de los modernos de hoy en día. En el repertorio de mi casa los clásicos populares del recetario se han mantenido aunque las cocineras hayamos ido cambiando. Mi abuela perfumaba la casa con pollo en pepitoria, albóndigas con zanahoria, cocido, merluza en salsa o magdalenas. Todos platos con un olor que traspasaba la puerta de la casa para llegar a la escalera, donde los vecinos siempre sabían lo que ese día se sacaba a concurso a la mesa. Incluso cuando apestaba a coliflor. Años después, mi tía Celia heredó la mano con las croquetas, los canelones, el morteruelo, los huevos fritos empanados o las gachas. Pero también con los flanes de huevo, las natillas con galleta o el arroz con leche, que en casa seguimos comiendo. Y el arroz con cosas, las tortillas de patata, los boquerones en vinagre y, sobre todo el cordero y el pollo asado. A la Celia todo le sale bueno, la verdad, porque aplica a rajatabla las normas básicas de la cocina de mi casa: ponerle amor a todo lo que hace, tardar en hacerlo toda la mañana y ensuciar todos los cacharros que estén a mano hasta llenar la pila de cacharros.

Así que como buena heredera de la cuchara de madera del campeonato de cocina de los Rubio, yo sigo los mismos pasos y replico el mismo recetario que desde hace décadas conforma la memoria de sabores y olores de mi familia. Las recetas familiares son el mejor antídoto contra la desmemoria. No hay mejor chute de energía que el de mejorar una receta de tu abuela. Que alguien coma uno de tus platos y pronuncie las palabras mágicas de «me recuerdan a las de mi madre». Todo lo mejor siempre es lo que cocinaban nuestras madres. Excepto la de mi marido, que aunque lo borda con la leche frita, tiene algún que otro despiste con los guisos.

Por eso, no hay mejor anclaje con aquellos momentos en los que cualquier tiempo fue mejor, por muy mentira que sea la expresión, que meterse en la boca una cucharada de cualquier cosa que se haya comido en nuestra casa toda la vida. Aunque sea un plato de sopa. Pero, qué sopa. La Celia le saca al cocido unos 10 litros de caldo que yo sería capaz de distinguir entre todos los caldos del concurso de caldos de España. Por eso cuando yo me como la sopa que hace me pongo muy contenta y cuando se la come mi marido sólo dice que está muy rica. Porque así es la memoria gustativa. Esa que con sólo probar un bocado nos devuelve a momentos en los que éramos niños, éramos felices, o simplemente no recordamos nada chungo. Como me pasa a mí en la foto de esta carta, en la que mi madre me está dando un trozo de tortilla de patata en sus rodillas. Entre los greatest hits de mi tía está cualquier cosa que se mete al horno cruda, después de haber estado toda la noche metida en un mejunje, y que luego salga asada. Esa carne, junto con el pollo en salsa, podrían ser los platos que pediría para cenar si supiera que el meteorito llega pronto. Unos platos que yo ahora, por supuesto, replico con algunas modificaciones de la parte de los lípidos. Y unos platos que ahora me he afanado en dibujar y compartir en mis redes para conservar buena parte de ese recetario del que estoy convencida que la Celia no me dice toda la verdad, para que a ella las cosas le sigan saliendo mejor, que se cree que no me he dado cuenta. Un recetario que casi todos tenemos en casa y que hace que, de repente, un día, el olor a pollo asado te transporte a cientos de kilómetros y a décadas atrás. Que rehogar sea un paso imprescindible. Que una cucharada de lentejas hechas a fuego lento te planten al segundo en el comedor de tu casa y que con el tiempo, tú mismo vayas creando tu propia perfumería en casa. La mía, casi siempre, huele a especias. Y entonces ese recetario familiar se convierte en uno de los mayores legados que recogemos de los nuestros. Herencia viva de quienes nos cocinaron. De quienes nos enseñaron a comer. De quienes nos dieron todo en una cucharada.

Por eso, la semana pasada cuando abrí el buzón y me encontré una carta con mi nombre escrito a mano casi infarto. Reconozco que no lo abro nunca, porque nunca hay nada dentro que no sean facturas. Pero esta vez, dentro, había un tesoro que me había enviado uno de vosotros. Una newsletter redactada a mano con una historia preciosa detrás. Lo curioso es que esos dos folios terminaban con una receta de ese recetario familiar que hay en casa todas las casas. En concreto de la suya. Alejandro, mi mejor lector (en todos los sentidos) me la hizo llegar porque dice que es una manera de agradecerme las cartas como esta que yo os envío cada viernes. A mí me sirvió para echar alguna lagrimita e inspirarme para mandaros mi captura de pantalla de hoy. Y para añadir su pastel a mi recetario familiar. Pero cuidado, que si alguien hereda mis recetas, igual se encuentra con que yo a las lentejas les meto curry, el pescado lo hago en ceviche y las gambas ya no las preparo al ajillo, sino con pad thai. Una, que tiene mucha tontería. Pero bueno, se dice que no hay mayor prueba de amor que dar de comer a los que quieres. Eso, y llenarles los tuppers para que se alimenten toda la semana. Doy fe.

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Aquí os dejo su receta de tarta de almendras y amor de la abuela de Musa

Ingredientes: 6 huevos, 250 g de azúcar, 250 g de almendra molida, tres cucharadas de harina y la ralladura de un limón.

Separar las claras de las yemas. Montar las claras a punto de nieve. Añadir el azúcar poco a poco e integrar en las claras. Mezclar la harina, la ralladura y el azúcar e ir añadiendo a la mezcla con movimientos envolventes. Al final, añadir las yemas batidas. Poner el un molde. Precalentar el horno y hornear durante 20-30 minutos a 220 grados.

Culturismo

Rehogar

Sofreír un alimento para que se impregne de la grasa y los ingredientes con que se condimenta. Distinto de sofreír, que es freír un poco o ligeramente algo y de pochar, que es freír a fuego lento un alimento, o saltear, que es sofreír un alimento a fuego vivo en manteca o aceite hirviendo. ¿Qué te pensabas, que cocinar era fácil?

Pantallazos

Esta semana volvemos a la normalidad tras el furor del horóscopo de Tamara. Si queréis que vuelva, sólo tenéis que decírmelo y la convenceré para que nos intente adivinar el futuro más lejado y el más próximo (por ejemplo, el número de la Lotería de Navidad). Entretanto, esta semana te traigo algo que se lee y algo que se baila.

-A comer: La red de difusión de la gastronomía valenciana Tasta'l d'ací ha lanzado su proyecto Vinça, una deliciosa publicación con ilustraciones de Miguel Monkc y diseño de África Leiva. En Vinça damos un paseo por doce historias gastronómicas valencianas, acompañadas de las doce páginas de un precioso calendario ilustrado, además de información de productos, mercados de proximidad e incluso recetas. Un truco. Si te haces con ella en preventa, te ahorras unos euros. Por cierto, ¿sabías que Vinça es una palabra valenciana para referirnos a la simiente del tomate, el pimiento u otras verduras?

-Modernor: Hoy empieza en Valencia la mayor concentración de modernos por metro cuadrado de la ciudad; el Festival de Les Arts, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El festival no contará con mi presencia este año, porque me toca trabajar este fin de semana, pero sí con la de jefazas como Rigoberta Bandini o Alaska (con Fangoria).

-A correr: El próximo domingo 14 de noviembre, Valencia acogerá la ya consolidada carrera Valencia Abierta al Mar 2021, organizada por LAS PROVINCIAS. Pero este año, la carrera ofrecerá 2 distancias: la novena edición de la 15K y la primera edición de la carrera 7.5K. ¿Con cuál te atreves? Aún estás a tiempo de inscribirte hasta este miércoles. Si necesitas consejos para animarte, aquí tienes unos cuantos.

Gat-checking: periodismo de gatos

Hacer match es esto. A mí me gusta cocinar y a mi marido no le importa fregar. m. h.

Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes (si aún no te las has cerrado) y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores.

18. Amores de barra

19. Malibú con piña

20. No conozco a mis vecinos

21. Librito de lomo

Deberes para esta semana: ¿Qué recetas son típicas de tu casa? ¿Qué plato borda tu madre? Te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es

Prometo no contar nada. O sí.

Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.

Marta

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