![#36 Papel y boli](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/16/media/nota36.jpg)
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El otro día fui al supermercado a comprar una docena de huevos para hacer una tortilla. Pero me lié y acabé llenando uno de esos carritos pequeños que son tan cómodos y que te hacen no darte cuenta de que te llevas media tienda. Al llegar a casa me había gastado 50 euros, pero no había ni rastro de los huevos. Se me habían olvidado al pasar por el pasillo de las cápsulas de café, que siempre cojo por si acaso. Porque no estorban, no caducan y no hacen daño a nadie. Pero huevos, que es a por lo que iba, no cogí. Esa noche acabamos cenando hervido, como muchas otras. Pero, tortilla no, porque cometí el error de no llevarme la escueta lista de la compra apuntada en un papel, que es lo que hago siempre.
Y es que hoy en día llevar papel y boli en el bolso o la mochila se ha convertido en casi una herejía. El dichoso móvil nos ha dado la vida para unas cosas, pero nos la ha quitado para otras.Y una de ellas es escribir a mano. Apuntar, tomar nota, escribir, tachar, subrayar, emborronar, dejar un recado, pegar un post it. Quien más y quien menos lleva meses sin coger un bolígrafo para algo que no sea rellenar un formulario o firmar la cuenta de un restaurante. A mi abuelo Federico, desde luego, ya le habría dado un parraque de ver que las notas que él nos dejó por casi todas partes, con las que certificó los grandes y pequeños momentos de nuestra vida, están ahora en plena extinción.
Mi abuelo lo apuntaba todo. Donde fuera y como fuera. Dan fe de ello las manchas de tinta que se hacía en el bolsillo de la camisa, disimuladas por el chaleco de lana que siempre llevaba encima. Él siempre llevaba boli y papel. En concreto, trozos de hojas que había recortado de aquí y allá, y en las que apuntaba casi cualquier cosa que le parecía curiosa, importante o simplemente, quería recordar. Mi casa está llena de sobres con recortes de notas caligrafiadas que él fue haciendo para casi todo. Una especie de Twitter de otra época en el que iba anotando su día a día y el nuestro. No es ningún diario, sino papelitos sueltos que él hacía como ahora nosotros ponemos post it en la pantalla del ordenador para no olvidarnos de la contraseña. Por ejemplo, el 18 de julio del 2010, el día en que él cumplía 92 años, apuntó que en el primer cuarto de hora de su día yo lo llamé desde Liverpool, donde servidora vivía entonces, para recordarle que estaba un año más cerca de poder cobra los cien euros que Castilla-La Mancha les daba a los abuelos que llegaban a los 100. Él, entonces, incluso apuntó que mis tíos Pepe y Amparo habían estado en Inglaterra haciéndome una visita, como muestran los notas que ilustran esta carta. Días después, ya con el calendario astrológico en Leo, me tocaba cumplir a mí mis 26 . Pero él era más de nota que de conferencia, como habría dicho de esa llamada a su nieta. Así que me mandó un sobre a mi casa de Liverpool con tres cosas dentro. El programa de la Feria y Fiestas de Cuenca de ese verano a ver si me animaba a coger un avión (suelen empezar a finales de agosto), un recorte del periódico local en el que lo habían sacado diciendo que si fuera más joven se iría a hacer el Camino de Santiago, y una nota manuscrita para felicitarme. «Querida Marta. Te deseo muchas felicidades en el día de tu cumpleaños. Recibe un abrazo de tu abuelo que te quiere mucho. Un abrazo muy fuerte. Federico Rubio», decía el papelito.
Como esa nota, tengo decenas guardadas en sobres. Aparecen casi por cualquier lado. El otro día, por ejemplo, abrí el ¡'Hola! que tengo guardado de la boda de los Príncipes (ahora Reyes Felipe y Letizia) y saltó la liebre con un trozo de papel de cuadros en el que decía a perfecta caligrafía inglesa: «Boda de los príncipes Don Felipe y Doña Letizia. Celebrada el día 22 de mayo de 2004». O por ejemplo, la madrugada en la que nació la ahora princesa de Asturias, Leonor, lo escuchó en 'el parte' que se dejaba puesto en la radio todas las noches y cuando yo me desperté, había cortado un trozo de una caña al tamaño de los centímetros que había medido la infantita y me lo déjó en la mesa de la cocina con una nota pegada, como una pancarta a tamaño bebé: «Ha sido niña. 31/10/2005. Leonor. 47 centímetros. Pesó 3,500».
El papel y el boli siempre han cobrado una importancia muy especial en mi casa. No sólo por mi abuelo. Desde bien pequeña yo me entretenía con rotuladores, bolis y libretas. Escribí decenas de diarios de los que se abrían metiendo una llavecita en un candado (bueno, y una horquilla del pelo), en los que fui contando mis locuras y que hoy me sirven tantísimo para estas cartas de viernes por la mañana. Pero, también mi madre, que nos dejó valiosísimos escritos durante su cáncer, que leímos meses después, cuando los encontré. Textos que reconfortan, que duelen, pero que también abrazan. Con su letra, con su dolor, pero también con sus deseos, con su esperanza en curarse. «Me han reintervenido por segunda vez y durante días he pensado que me moría ya. Pero vuelvo a contar con los de siempre. Sobre todo con lo que me cuenta mi hija. Es maravillosa. La primera que me anima y yo quiero vivir para verla, para quererla, para cuidarla. En unas palabras: para ser su madre», apareció en su diario, cuando ella ya no estaba. Una nota manuscrita a la que acudo con mucha frecuencia para sentirla cerca.
Así que he venido aquí a reivindicar el papel y el boli. A escribir más a mano, aunque sólo sea por placer. O por memoria. O para guardar recuerdos. O incluso para que el menú del bar nos parezca más sano. Porque con las notas pasa como con las fotos. Que como ya no las imprimimos, no las volvemos a ver. En este caso a leer. Así que, ¿por qué no empiezas por algo sencillo? Coge un trozo de papel y déjale a alguien que quieres una nota escrita a mano. O,si ya quieres el nivel pro, compra una postal y envíasela a alguien que quieras. Yo las envío de cada viaje. Quien las recibe, nunca las tira. Siempre las conserva. Como yo las notas de mi abuelo, las de mi madre, o mis diarios. Y, joder, si hubiera llevado los huevos apuntados en la lista de la compra que siempre hago a boli, esa noche habríamos cenado tortilla y no hervido. Por muy ambrosías que sean ambos platos para mí y para mi amigo Arcadi.
Culturismo
Según la RAE, es un manjar o alimento de los dioses. Hoy en día, una vianda, manjar o bebida de gusto suave o delicado o cosa deleitosa al espíritu. Vamos, lo que para mí serían unas alcachofas a la plancha o una tortilla de patata poco cuajada. Pero recuerda, sin huevos no hay paraiso. No te olvides de la lista o te quedarán sin ambrosías.
Pantallazos
Esta semana vengo muy generosa y os comparto tres grandes hallazgos que he hecho y que os van a brindar grandes momentos de entretenimiento y felicidad este fin se semana. Si queréis hacerme llegar algo para que salga en esta sección, abajo tenéis mi correo.
-El oráculo: Hay días en los que todos necesitamos que alguien nos dé la respuesta que buscamos. Si no tienes a nadie a mano, aquí te dejo la solución: el oráculo de las caputas de pantalla. Es muy sencillo. Entras en esta página y planteas mentalmente una pregunta. No hace falta que la escribas, ni que la digas en alto. Solo que la pienses. Aprieta el botón consultar y el oráculo te devolverá la respuesta en modo de captura de pantalla. Es genia, porque además te dice de qué serie o película ha sacado esa imagen.
-Extra Wordle: ¿te quedas con ganas de más cuando cada día haces el Wordle? Tranquilo, yo te soluciono ese mono con otros dos juegos que te harán poner a trabajar la mente otro ratito. Primero, con uno para adivinar países. La aplicación te muestra la silueta del territorio y tú introduces el nombre (en inglés) del país que crees. El juego te dará pistas con flechas para ayudarte a saber si el lugar está al norte, sur, este u oeste del que has elegido, y la distancia en kilómetros. Se llama Worldle y es divertidísimo. Y si prefieres no pensar mucho, te dejo el Letterle, uno para adivinar la letra del día. No tiene ningún misterio, porque es cuestión de suerte, pero es adictivo.
-Guía de almuerzos: El amigo Joan Ruiz, el disfrutón que se encuenra detrás del perfil @esmorzaret ha estrenado esta semana su nueva web en la que se ha currado un mapa completísimo de sitios para almorzar en la Comunitat. Tiene también menciones en Baleares y Madrid, pero casi todos son en Valencia, Alicante y Castellón y alrededores. Tiene casi tantos filtros para ayudarte a elegir local como gustos hay en el mundo. Por ejemplo, con terraza, un almuerzo clásico o más moderno, que abra domingo o que haga cremaet. El mapa interactivo es una joyita.
Gat-checking: periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes (si aún no te las has cerrado) y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores.
32. Teletrabajar
33. Gatovisión 2022
34. Benidorm hate
Esta semana quiero que me cuentes si llevas papel y boli en la mochila o bolso. Qué tipo de cosas escribes a mano. O qué cosas tienes guardadas que tengan un valor por estar apuntadas en un papelito. Venga, que te cuesta un minuto escribirme un mail,
Te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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