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Cuando Sara me pidió una foto de un momento feliz de mi vida, acudí a esta M. H.
Ir al psicólogo

Ir al psicólogo

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 6 de octubre 2023, 12:53

Hola capturadores

En lo que llevamos de año me he gastado 1.300 euros en ir al psicólogo. No es una queja, sino todo lo contrario. Un dinero mejor invertido que el de mis vacaciones. Y eso que viajar, para nosotros, no tiene competencia. A terapia había ido ya varias veces en mi vida, sin demasiada conexión con quien se sentaba al otro lado a escuchar, pero casi siempre con buenos resultados a corto plazo. Las circunstancias eran otras. Casi de urgencia. Como quien acude al dentista cuando la muela ya duele, y no de manera periódica para revisar su salud dental y evitar tener que correr cuando la cosa ya se ha puesto chunga. Pero, en enero de este año me sentí sobrepasada. Las cosas se me estaban haciendo bola y una noche, en casa, con Gorka, decidí buscar ayuda para poder aterrizar la bola de nieve que en esas semanas era mi cabeza. «Voy a buscar un psicólogo. Necesito que alguien me ayude», dije en voz alta. Y verbalizar eso ya supuso un alivio. Y ahí llegó Sara.

La primera vez que la vi fue en la presentación del libro de Alma. Era su psicóloga y la reivindicó como una parte importante de su vida en una sala de la Fnac repleta de personas. Salió de la última fila, con mucha timidez, y se acercó al escenario para recibir un aplauso. Meses después, en enero, escribí a Alma y le pedí su teléfono porque la ansiedad había vuelto a mi vida y no quería dejarle demasiado margen. Si lo haces, se pone cómoda y se apalanca. Y así llegué a Sara, mi psicóloga. A lo largo de estos diez meses he tenido sesiones con ella con distinta regularidad, en función de mis necesidades. A veces, cada semana, otras, cada mes. Incluso nos hemos dado vacaciones. Con ella he aprendido a darme cuenta de la cantidad de cosas que hemos normalizado en nuestras vidas cotidianas y que no son más que disfraces de algunas carencias o de algunas ausencias. Ella te lo descubre, pero siempre con una palabra amable, relativizando. Haciéndote ver que no estás sola en un mundo, el de la salud mental, del que ahora se puede hablar en voz alta, pero hasta hace no mucho era algo que esconder.

A Sara acudí para descubrir que siempre voy muy por delante de la vida real. Que anticipo todo lo que va a pasar y, sobre todo, lo que no. Que no soporto equivocarme o hacer algo mal, y que tengo mucho miedo a que no me quieran. La gestión de mi tiempo ha sido parte importante de nuestras conversaciones, siempre online, y con ella he ensayado mucho la manera de decir no. He descubierto que los 'no puedo o no quiero' no suponen represalias, sino alivios. Y he conseguido acudir a algunas revisiones médicas con la mitad de miedo. Con Sara he vivido momentos de angustia, casi de pánico. Pero también de mucho alivio, de mucha calma. Me la produce incluso su voz. Esa certeza de que ha escuchado cada detalle de los trescientos mil temas que le saco en cada sesión. Ella los recuerda y cuando menos te lo esperas, te los devuelve.

A Sara la conocen mis compañeros de trabajo, aunque sólo sea de oídas, porque cada vez que tengo cita con ella me ausento a un despacho de la redacción sin ningún pudor. «Desaparezco, que tengo psicóloga». Esa frase ha conseguido ser algo de lo que presumir, no algo de lo que avergonzarme. Y gracias a esa rutina, cuando han venido mal dadas, Sara estaba ahí para bajarme las pulsaciones, incluso cuando ha sido casi imposible. Y para hacerme que sonría cada una de las cientos de veces que miro la pantalla de mi móvil al día, cuando me veo en bata rosa, con mi abuelo Federico, a punto de comerme un flan, porque ella me pidió que pusiera ahí una foto de un momento feliz de mi vida. De ella no sólo he aprendido a tratarme a mí misma con más cariño, sino a hacerlo con los demás. A veces, incluso, metiéndome en su papel. Por momentos me he escuchado diciéndole a Gorka frases de psicóloga. «Cuando llegue ese problema, lo afrontaremos. Pero no ha llegado y lo más probable es que no llegue». Y así, hasta encontrar un equilibrio que me ha permitido encontrar la calma y dormir bien por las noches. Pero también relacionarme de otro modo con mi rutina. Con mi trabajo, con mi entorno.

La semana pasada, una amiga me pidió el contacto de Sara. Ella tiene psicóloga ya, así que le pregunté si había pasado algo con ella o la había dejado. Y me respondió esto: «Porque algo habrá ayudado tu psicóloga a lo que nos has escrito esta semana en Captura. Maravilla vital», me dijo. «Ha ayudado a todo, porque soy otra persona. Y no lo digo por decir, pero he conseguido relativizar la vida cotidiana», le escribí yo.

Así que hoy, a ti que me lees, quiero decirte algo. Ir al psicólogo no es de personas débiles, ni cobardes. Es de personas valientes, de personas que quieren afrontar su vida en mejores condiciones, que quieren aprender herramientas para gestionar las desgracias, pero también los éxitos. Que quieren relacionarse mejor con los demás. Que quieren poner en orden un montón de pensamientos que a veces nos atropellan. Ve al psicólogo aunque (creas que) no lo necesitas, no tengas reparos en decir en voz alta que vas, como no los tienes para decir que vas al gimnasio o al fisioterapeuta. Y sobre todo: no seas nunca el motivo por el que una persona va al psicólogo. Busca tu Sara. E insiste y cambia hasta que la encuentres. La única putada es que no puedas pagarlo. Pero insiste en tu centro de salud o en tu trabajo. Nuestra mente se merece a alguien que la cuide. Y nosotros, también. Gracias Sara.

El escaparate

Antes de recomendarte algo, me gustaría primero agradecer la acogida que tuvo la semana pasada el retorno de Captura de pantalla. No recuerdo haber recibido tantos mensajes preciosos con ninguna de las anteriores cartas. Hay quienes vieron pesimismo en ella, otros, una manera pragmática de ver las cosas. Gracias por leer y gracias por tomarte un tiempo muy valioso, el tuyo, para dedicármelo a mí.

Esta semana, en la comunidad en la que vivo, la valenciana, celebramos un festivo precioso. El día de los enamorados de aquí (el Día de la Comunitat Valenciana). La tradición manda regalar la mocadorà, que es una bandejita de mazapanes con formas de colorida fruta y un pañuelo (mocador en valenciano). El problema es que ese dulce no tiene demasiados adeptos y los pañuelos que te incluyen en algunas pastelerías y panaderías son poco estéticos. Pues esta semana he encontrado la solución a ese problema. La venden en La postalera (que tiene tienda online y junto a La Lonja). Es un pañuelo precioso con un estampado de frutas de la firma Joliu. Yo lo he puesto en mi lista, pero a los mazapanes no renuncio. Si son de horno bueno, como los que me compra Gorka, son una delicia.

Y si vives en la Comunitat, además de dulces, tendrás fin de semana largo e igual no tienes planes. Lo mismo te digo si nos visitas en los próximos meses. Te recomiendo pasarte por el MuVIM, porque una de nuestras capturadoras, la prescriptora de lecturas de esta carta, Carmen Velasco, ha comisariado con mucho acierto una exposición chulísima del artista Miquel Navarro sobre las ciudades que habitamos. Yo fui a verla el día de la inauguración y me encantó. Lo que vale esta chica.

‍️Y hoy también está de estreno nuestra perioartista favorita, @soylaforte Esta noche debuta en las tablas del teatro Fígaro de Madrid con su primera obra, 'Mujeres: La Dramedia'. Te lo conté ya aquí. Así que Alma, amiga, como se dice en estos casos: ¡mucha mierda!

El viernes que viene, por cierto, Captura de pantalla se coge puente.

Círculo de capturadores

Con el otoño, esa estación que te arropa, llega Andrea Morán, nuestra experta en audio, para regalarnos los oídos con estas recomendaciones elegidas con tanto mimo. Siempre en el equipo de Andrea.... Os dejo con ella.

Creo que hay muchas diferencias entre ir a un psicólogo a contarle tu vida y locutarla frente a un micrófono, pero en ambos casos estaréis de acuerdo en que hace falta 'narrarse a sí mismo', hacer ese ejercicio de volcar la mochila sobre la mesa y contemplar las piezas pensando por cuál empezar. Víctor, el protagonista del podcast que hoy os recomiendo, diríamos que tiene un equipaje pesado.

Seguro que sabes quién es Almudena Ariza y, si no, en cuanto veas una imagen suya sabrás reconocerla. Lleva años informando en TVE desde distintas corresponsalías y ahora está trabajando en París. Allí la acompañan dos operadores de cámara y uno de ellos, Víctor, es de origen chileno. Hasta hace poco, Almudena lo veía como un hombre tranquilo y común, pero ha descubierto que su historia no tiene nada de corriente. Víctor -que durante su vida ha tenido que utilizar varios nombres falsos- creció en una familia de ideales comunistas y acabó integrándose en la resistencia militar para luchar contra el régimen de Pinochet. En 1986 incluso intentó atentar contra el dictador y por aquello fue detenido y torturado.

No te cuento mucho más para no desvelar todos los giros de guion de una biografía que el día de mañana podríamos ver en cualquier cine. Él mismo, junto a Almudena, narra sus vivencias en el podcast 'El Guerrillero', producido por Yes We Cast. El programa llega en el mejor momento porque este septiembre se han cumplido 50 años del Golpe de Estado contra Salvador Allende, un acontecimiento que cambió la vida de Víctor para siempre y también la de su país.

Más allá de la historia tan fascinante que cuenta, me gusta mucho cómo han conseguido integrar en cada capítulo la complicidad que hubo los dos a la hora de hacer estas entrevistas y volver atrás en el tiempo.

Gat-checking: periodismo de gatos

No, el dolor del que me hablas no es cáncer. Son agujetas LP

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