Hay cosas que nunca se olvidan, que hacemos de manera innata. Están ahí, almacenadas en un trastero de nuestra memoria, cogiendo polvo, pero siempre dispuestas para ser recordadas en el momento en que nos hagan falta. En ese grupo entran por ejemplo cosas como conducir, ... montar en bici, hablar, andar, el número de teléfono fijo de tu casa familiar o el nombre y los dos apellidos de muchos de tus compañeros de primaria. Y ahí, en todo ese batiburrillo de recuerdos están también las tablas de multiplicar. Una combinación de números que solemos aprender cuando cumplimos siete años y que no olvidamos nunca, por mucho que nos cueste asimilarlas.
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Las tablas de multiplicar suenan a infancia. Forman parte de nuestro aprendizaje vital y permanencen en el conjunto de contenidos y recuerdos permanentes. Y como cosa importante que son, por supuesto, también tienen un día mundial para reivindicarlas. En concreto, cada primer viernes de octubre se les rinde homenaje con una campaña educativa que permita homenajear a este conjunto de números y reivindicar su aprendizaje. Pero, sobre todo, su utilidad en nuestro día a día.
El origen de la tabla de multiplicar se encuentra en la antigüedad. Los babilonios, hace más de 4.000 años, ya tenían tablillas de arcilla con inscripciones que demostraban su conocimiento de las multiplicaciones. Sin embargo, fue en la antigua Grecia donde se comenzó a sistematizar esta herramienta. El matemático griego Euclides, en el tercer siglo antes de Cristo, desarrolló una serie de propiedades y reglas sobre los números y las multiplicaciones que se asemejan a lo que hoy conocemos como la tabla de multiplicar. Pero las tablas como tal se atribuyen al filósofo y matemático griego Pitágoras, aunque no hay un consenso científico respecto a esto. Eso sí, todo quedó relegado a partir de 1642 con la aparición de la primera máquina calculadora del inventor francés Blaise Pascal.
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El matemático Iván Castañón atribuye la importancia de este descubrimiento a la simplificación, mediante la representación en tablas, de los cálculos matemáticos hasta entonces más farragosos. Se trata de una suma abreviada para cálculos complejos que hace que las operaciones se puedan hacer de manera más rápida descomponiendo cifras en otras más pequeñas. Antes, los problemas se tenían que escribir para despejar las icógnitas. Ahí, por ejemplo, surgió la representación de la letra 'X' para encontrar una solución. Llegó del árabe, en concreto del sonido inicial de 'sai', palabra para definir el término cosa indefinida. Y para despejar esas 'X' han sido muy útiles las tablas, por ejemplo. Eso sí, Castañón, también profesor de matemáticas, alerta de que con el uso de las nuevas tecnologías, las nuevas generaciones echan menos mano de la memora y más de la calculadora. «Se está perdiendo capacidad de cálculo», alerta.
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A lo largo de los años, la enseñanza de la tabla de multiplicar ha evolucionado como respuesta a los avances que se han ido produciendo en el campo de la pedagogía y de la tecnología. En el siglo XIX, se popularizaron los libros de texto que incluían tablas de multiplicar como parte esencial de la educación. En el siglo XX, con la llegada de la informática, las tablas de multiplicar comenzaron a enseñarse de manera digital, lo que permitió un aprendizaje más interactivo. En la actualidad, la enseñanza de la tabla de multiplicar se apoya en recursos digitales, juegos educativos en línea y aplicaciones móviles que hacen que el proceso «sea más atractivo y dinámico para los estudiantes», explica Pedro Marcet, pedagogo. «La tecnología ha transformado la manera en que los niños y niñas aprenden las multiplicaciones, convirtiendo lo que solía ser un ejercicio monótono en una experiencia interactiva», dice.
Pero la memorística sigue siendo parte fundamental en el aprendizaje de este conjunto de combinaciones numéricas. Xavi Parra es profesor de primaria en el colegio San Miguel Arcángel de Burjassot. En su centro, la enseñanza de las tablas de multiplicar se combina con el método tradicional, el de memorizar, y algunos incentivos a los que obliga el nuevo alumnado. «Hemos gamificado mucho la enseñanza para que los estudiantes mantengan la atención», dice. Es una tendencia generalizada en el mundo de la educación. En su cole, por ejemplo, se hacen dictados por relevos. Una especie de juego del pañuelo en el que en vez de recogerse una prenda se anota un número en la pizarra. También echan mano de las manualidades para que los conocimientos se asimilen. «Pero al final tienen que aprender bien la tabla, porque es una progresión de la suma y necesaria para las divisiones y potencias que darán más adelante». Por eso, explica, es muy necesario «machacarlo bien». Reconoce, eso sí, que memorizar está en desuso porque ahora los alumnos saben que con cualquier app de cálculo o la simple calculadora del móvil o tablet pueden resolver una operación. Y eso que en primaria, etapa en la que se apren de a multiplicar, no se les deja utilizar calculadora, pero sí se les enseña a usarla.
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Una de las cosas más curiosas de esta combinación de cifras es que la aprendemos cuando somos muy pequeños pero las seguimos recordando cuando somos adultos, aunque no las hayamos repasado. «La razón por la cual la tabla de multiplicar tiende a quedarse en la memoria a largo plazo de las personas es un tema que ha intrigado a pedagogos y psicólogos», explica Marcet. Se ha observado que la repetición constante, la asociación de números y patrones, y la práctica regular son factores clave en el aprendizaje de la tabla de multiplicar. Además, el hecho de que las multiplicaciones sean una habilidad fundamental en matemáticas y en la vida cotidiana contribuye a que permanezcan en la memoria de las personas a lo largo de los años. Expertos en psicología cognitiva también sugieren que la tabla de multiplicar se almacena en la memoria a largo plazo «debido a su naturaleza repetitiva y estructurada, que facilita su recuperación», explica el pedagogo. La memorización de esta tabla se convierte en una base sólida para el desarrollo de habilidades matemáticas más avanzadas.
Para su enseñanza, los profesores de distintas décadas han acudido a todo tipo de trucos. Desde las clásicas canciones para recordar las tablas, los juegos de magia o incluso los lapiceros con las operaciones inscritas. Hasta juegos para hacer que los alumnos se involucren, como el de buscar y fotografiar matrículas cuyos dos primeros dígitos multiplicados den como resultdo los dos segundos. Todo vale para interiorizar unas cifras que serán de gran utilidad.
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En definitiva, la tabla de multiplicar, desde sus humildes orígenes en la antigüedad, ha evolucionado en su enseñanza y aprendizaje, adaptándose a los avances en pedagogía y tecnología. Su perdurabilidad en la memoria de las personas a lo largo de los años se debe a una combinación de factores, incluyendo la práctica constante y su importancia en las matemáticas y la vida cotidiana. La tabla de multiplicar sigue siendo un pilar fundamental en la educación y un ejemplo de cómo los fundamentos clásicos pueden adaptarse con éxito a la era digital«.
Gracias a María Marrahí, alumna de 5º de primaria del Colegio La Salle de Paterna, que nos ha recitado la tabla del 9 para este reportaje
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