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Cuando un enfermo se enfrenta al cáncer lo hace con todas las consecuencias, sin peros, sin porqués. Pero por el camino se acaba dejando muchas cosas que, a priori, pueden resultar insignificantes cuando uno le habla de tú a tú a la vida o, en el peor de los casos, a la muerte. Y cuando llega la ansiada curación, la vida sigue, aunque lo hace con cicatrices. Unas se ven y otras están por dentro, como parte de un proceso que nos recuerda que el camino ha existido.
Es el caso de multitud de pacientes de cáncer de mama para las que la mastectomía supone el tratamiento más efectivo para cortar de raíz un tumor, pero que una vez superada la enfermedad, deja imágenes difíciles de procesar para las supervivientes ante la intimidad de un espejo. Y ahí, en esa etapa final es donde empieza la reconstrucción del cuerpo, pero también la de alma.
La cirugía reconstructiva juega un papel fundamental en la reparación de las zonas afectadas, pero ha encontrado en el tatuaje hiperrrealista al aliado perfecto para que la persona se reencuentre con quien era antes de la enfermedad. Y no sólo en casos de cáncer. También en cirugías mayores, mutilaciones por accidentes o secuelas de operaciones. Los tatuajes han conseguido cicatrizar procesos que devuelven al espejo la imagen anterior al trauma.
Y es que la mastectomía, total o parcial, puede acabar dejando secuelas psicológicas en quien las padece. Un efecto que resulta menor si tenemos en cuenta la magnitud de la enfermedad, pero cuyo tratamiento puede suponer el cierre definitivo del círculo de la enfermedad. En Valencia, la doctora Eloísa Villaverde, cirujana plástica en el Hospital Provincial de Castellón y con consulta en el hospital Nou d'Octubre, ha incorporado a su equipo a una tatuadora profesional especializada en oncología, Elena Alonso Gaztelumendi, para tratar de profesionalizar al máximo el proceso completo de reconstrucción mamaria. Ambas ven juntas a la paciente desde el primer momento que apuesta por la reconstrucción completa y diseñan la estrategia teniendo en cuenta referencias como la disposición de las cicatrices o la necesidad de incorporar tejido en el caso de operaciones más complejas. «Algunas pacientes se ven incompletas delante del espejo», asegura la doctora, y están cansadas de una tratamiento tan largo. Sin embargo, la reconstrucción acaba siendo «el broche que pone fin a un viaje de lucha y superación» para las que quieren completarlo. Para ello, en su consulta utilizan la combinación de cirugía y tatuaje para volver a dar forma a las mamas. Primero, la doctora reconstruye en quirófano y Elena hace su arte en la consulta con tintas y agujas. «Hemos formado equipo y creemos que eso puede dar más fiabilidad a las pacientes», asegura. Al final del proceso «es casi lograr olvidarse de lo que ha pasado». «Cuando se tiene cáncer hay cirugías para salvarte la vida y otras para reconstruirtela».
Elena dice que cuando conoce a una paciente, lo primero que siente por ella es «admiración y respeto». «Sé de antemano que estoy ante una superviviente y emplear esa palabra conlleva muchas cosas». «Para mí es importante ser la persona que pone fin a todo este proceso», explica. Licenciada en Bellas Artes, ha compartido estudio incluso con el mismísimo Antonio López en algún curso, y se especializó en tatuaje oncológico en Barcelona, donde tiene su estudio, pero viaja con frecuencia a Valencia, donde pasa consulta con la doctora Villaverde. «Las personas que se hacen un tatuaje artístico quieren comunicar algo al resto. Yo lo materializo en su cuerpo. Sin embargo, el tatuaje oncológico es un diálogo íntimo. Es consigo mismas. Una vez se han tatuado, se reencuentran con la persona que eran. Es el broche que pone fin a un proceso de lucha y superación».
En la mayoría de casos son pacientes que carecen de una o las dos mamas de manera completa y el pezón y la areola. Donde antes había volumen, ahora hay huecos y cicatrices, que para algunas mujeres suponen un problema no sólo estético, sino también psicológico. Y ahí es donde entra el equipo. Tras la reconstrucción de las mamas, Elena elige las tintas con las que dará forma a las areolas y pezones de manera que el pecho vuelva a recuperar su aspecto inicial. En solo dos sesiones, los resultados son asombrosos, porque trabaja los volúmenes y sombras para que el tatuaje gane dimensión. A simple vista, el dibujo es inapreciable y el resultado es el de una mama reconstruida y con su nuevo pezón. «El ojo es muy traicionero», dice la doctora Villaverde, que reconoce que la cita final supone «casi olvidarse de lo que ha pasado». Se puede vivir sin mama, obviamente, «pero psicológicamente, recuperar el aspecto inicial es muy beneficioso para los pacientes».
En casi un año que llevan juntas, han tratado ya a media docena de pacientes y tienen ya lista de espera para nuevos casos. Además, los precios son asequibles porque aseguran que no quieren lucrarse con el tratamiento.
Pero, el tatuaje hiperrealista no sólo se aplica para la reconstrucción de mamas. Su precisión a la hora de reproducir formas y texturas ha hecho que se convierta en una técnica muy utilizada para disimular cicatrices, ocultar estrías o corregir los efectos de la caída de pelo de cejas de la quimioterapia. Pero también para volver a dibujar ombligos desaparecidos tras una gran cirugía, o hacer reaparecer uñas en dedos con mutilaciones o tras un accidente. El equipo de la doctora Villaverde y Elena Alonso ya han recibido peticiones de asesoría para trazar uñas, pero en Estados Unidos, el tatuador Eric Catalano es ya una referencia en este arte, desde su estudio en Hecker, en el estado de Illinois. Catalano es también formador de tatuadores hiperrealistas que aplican su técnica al campo de la medicina. Un campo por recorrer y en el que, además, un mal tatuaje puede acabar arruinando el trabajo de cirugía de un gabinete médico completo. De ahí surgió, por ejemplo, la colaboración entre Elena Alonso y Eloísa Villaverde. La cirujana plástica estaba cansada de comprobar cómo el esfuerzo de una reconstrucción, que no deja de suponer nuevas entradas en quirófano para las pacientes, podía acabar en un dibujo tatuado mal ejecutado o realizado por no profesionales. «Una paciente pasa una enfermedad, postoperatorios durísimos y en la fase final no pueden estropear el resultado», asegura la doctora, que reconoce que formó el equipo para poder garantizar un proceso profesionalizado de inicio a fin. Un proceso que ya se ha implantado también en hospitales públicos como el General de Valencia, aunque en ese caso con una enfermera especializada y también tatuadora.
En hospitales es también cada vez más frecuente atender urgencias con personas que tienen tatuada alguna alergia en zonas cercanas a las venas en las que se cogen las vías, o con el grupo sanguíneo para evitar problemas ante una transfusión. Nuevas maneras de utilizar la tinta para salvar vidas y cicatrizar las heridas que no se ven.
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Carlos G. Fernández y Lidia Carvajal
Patricia Cabezuelo | Valencia
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