![#78 Los tesoros que se heredan](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/03/23/Carta78.jpg)
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Hola capturadores
¿Alguna vez has pensado qué es lo más valioso que tienes en casa? Yo ya le di una vuelta al principio de enviar esta carta, haciendo una lista con las cosas que metería en una maleta de mano en caso de que llegara el apocalipsisis y tuviera que salir zumbando. En esa bolsa con cosas que me gustaría salvar no habría dinero, desde luego. Ni ninguno de los tropecientos pares de zapatillas de deporte que he ido acumulando, como si fuera yo una Imelda Marcos del Turia. Ni siquiera vinilos de mi infancia ni mi colección de matrioshkas. En el bolso se vendrían conmigo las recetas de cocina que he heredado de mi familia, corregidas por los bolis de quienes las han ido perfeccionando, amoldando a los tiempos con su propia mano. Con sus propias cantidades. Un librito que en su día tenía mi abuela por casa, con el que mi madre intentó hacer sus pinitos, que heredó mi tía Celia, y del que yo he acabado teniendo copia para el día de mañana. Y ahora que llega Semana Santa siempre me acuerdo de esas páginas amarillentas de un pequeño diario en el que tenemos apuntada la receta del potaje de garbanzos (sobre todo de los rellenos de pan y huevo), la de las torrijas y la del ajoarriero. Platos humildes, de esos que sirven para guardar la Cuaresma y engordar el alma. Una época en la que, quizá por haberme criado en una ciudad tan semanasantera como Cuenca, y en un colegio de monjas, tengo las emociones a flor de piel, sin ser nada de eso yo.
Hace unas semanas murió la madre de una compañera de trabajo. Después del funeral, los hermanos se volvieron a juntar en la que había sido su casa para comer juntos, como todos los domingos hasta entonces. La paella la improvisaron como pudieron. Pero al abrir el congelador encontraron las últimas croquetas que había dejado su madre. ¿Os las comísteis? , la interrogué cuando me lo contó. «Todas. Nos daba cosa acabarlas. Lloramos al comerlas, pero nos las terminamos», me vino a decir. Y entonces le pregunté si ella os sus hermanos habían aprendido alguna vez a hacerlas con su madre. Y ahí se hizo el silencio. Porque las croquetas siempre habían sido algo muy de ella. Como esa receta que no queremos compartir con nadie para seguir siendo imprescindibles. «No pasa nada, le dije yo. Aprenderéis a hacer las vuestras. Y si no, yo te enseño o te traigo de mi casa, que hago casi todos los meses».
Haber perdido a tantos familiares tan joven me ha servido para muchas cosas en la vida. Una de ellas, para ensayar varias veces lo que se queda por el camino cuando una persona se va. Y nunca es su dinero, su ropa o sus joyas. Siempre son sus vivencias, las cosas que ya no podremos hacer juntos y las cosas que ellos sabían hacer o hacían para nosotros y que no hemos podido o querido a aprender a hacer porque hemos pensado que durarían para siempre. Porque los hemos vivido como si fueran a ser eternos. Así que yo, después de todo eso, me he puesto mucho las pilas con el legado familiar y he ido haciendo alijo de esas cosas que sé que echaré de menos cuando ellos no estén.
A la Celia le pregunto casi de todo, porque no quiero olvidar los sabores de nuestra comida. Las tradiciones de nuestra familia. Y eso que ella todo lo va midiendo en puñados, pizcas y chorros, el sistema métrico de las madres. Algo que sólo te da la veteranía de haber cocinado algo más de 200 veces. En esa libreta de joyas incalculables está la receta de nuestras albóndigas con zanahoria, la de nuestro pollo en crudo, o la de nuestro morteruelo. Incluso de nuestro arroz con leche o nuestras rosquillas de naranja. Y digo nuestro porque antes lo fue de mi abuela (con la que yo me crié), lo pasó de puntillas mi madre (de la que también tengo alguna receta de bizcocho) y lo acabó recogiendo mi tía Celia, que como cocinera que ha sido ya tenía sus propios guisos de autora. Y ahora, en esos apuntes, yo voy cambiando algunas proporciones, algunas medidas y algunos pasos, que para eso tengo air fryer. Pero conservo intacto el espíritu de lo que siempre ha sido y será la comida de mi casa. Esa que sólo se ha comido en la mía.
Así que por simplificar, si unos ladrones vinieran a mi casa no creo que encontraran nada de valor. Su visita sería como el 'Tesoro o trasto' de mi querido Eugeni Alemany. Pero los tesoros son como algunos de los objetos que llevan los invitados sorpresa. Esos que se heredan, pero que el único valor que tienen es el sentimental. Y ese, no tiene precio.
Las buenas noticias
Como sabes, y si no te lo cuento yo, desde hace unas semanas participo en un podcast en el que sólo damos buenas noticias. Se llama Los buenos días y se puede escuchar desde todas las plataformas de audio y desde la web de LAS PROVINCIAS. Son sólo cinco minutillos en los que de lunes a viernes te contamos una buena noticia, la historia de alguien que ha hecho algo extraordinario y una efeméride de cifra no redonda. Así que si os parece, desde la próxima carta os contaré muy brevemente qué temas han salido esa semana, por si os animáis. Os dejo un adelanto...
Tres cosas
Un buena noticia, que ya contamos en el podcast es que en la madrugada de este sábado 25 de marzo al domingo 26 se cambiará la hora. A las 2:00 serán las 3:00. Es decir, sólo esa noche dormiremos una hora menos, pero la ganaremos de luz y de vida. Porque los días interminables están aquí ya y nos van a durar hasta junio. Qué felicidad.
Otra buena nueva que no me puede poner más contenta es que este domingo 26 (lunes 27 en España) vuelve Succession, la serie de HBO Max. Esta será, además, la última temporada. Así que marzo no se despide tal mal de nuestra vida. Si no la habéis visto tenéis mucha suerte, porque eso significa que tenéis tres temporadas enteras por delante y esta que empieza el lunes.
Y como última buena noticia, también este lunes sale a la venta un libro que estoy esperando como agua de mayo. Ya lo tengo encargado. Se trata de 'Una escritora en la cocina', el anecdotario/recetario de Laurie Colwin. Lo ha editado en castellano Libros del Asteroide ¿quién si no? Si eres de los que se engancharon a Nora Ephron y te gusta la cocina, este libro es un SÍ. Yo lo leí hace años en inglés y es delicioso.
Círculo de capturadores
Y para completar esta carta repleta de buenas noticias, hoy se estrena una nueva colaboradora en esta newsletter. Si has escuchado el podcast, el nombre de Andrea Morán te será familiar, porque ella es la productora y esa voz tan dulce que me da cada día las gracias al final del episodio. Crítica de cine, periodista especializada en audio y nuestra señorita Honey particular, estará una vez al mes en Captura de pantalla recomendando podcast para que puedas ir escuchando cosas chulas. Os dejo con ella.
«Cada vez hay más podcasts y cada vez son mejores. Hay grandes historias de investigación, ficciones sonoras que nos transportan al futuro, true crimes que yo no puedo escuchar pasadas las 10 de la noche y dúos cómicos que la tele está tardando en fichar. Si me preguntas, es pura cuestión de tiempo que ocurra.
Sin embargo, cuando Marta me propuso recomendar un podcast en Captura de pantalla, este fue el primero que me vino a la cabeza: es sencillo (solo es una voz, no necesita efectos, músicas ni fuegos artificiales), es independiente (la productora se llama Lubi Podcast) y además tiene que ver con la cartas. ¡Parecía estar hecho para ser recomendado en una newsletter! Ah, y se me olvida: es argentino (en cuanto lo escuches verás que no hace falta desarrollar más este punto).
Se llama '40 cartas' y sus autores lo definen como «un experimento sobre los sentimientos que construyen el desamor». En cada audio, de entre tres y cuatro minutos, escuchamos una carta ficticia enviada a un amante después de una ruptura. Confieso que yo no puedo escuchar más de cuatro seguidos porque entonces empiezo a notar un nudo en la garganta y más de una vez alguien me habrá visto lagrimeando por la calle al empatizar con una historia ajena.
Déjame insistir: está narrado en argentino.
Hay cartas que ponen los puntos sobre las íes, otras que son un derroche de nostalgia, otras de agradecimiento (¿habrá algo más bonito que darle las gracias a una expareja?) y la mayoría de las despedidas son el emoji del corazón roto hecho palabras. El último que he reescuchado para escribir esto termina así: «Te quiero siempre, pero ahora te quiero lejos».
Pronto comenzarán la segunda temporada y andan buscando nuevas cartas. Así que, aunque no tengamos a un Bizarrap al lado, ahora también podemos desquitarnos de la pena o del despecho cogiendo boli y papel o tecleando en la app de notas del móvil, que es un lugar perfecto para anotar la lista de la compra, direcciones random que ya no sabes a dónde te llevarían y las razones -quizá enumeradas de mayor a menor- por las que quisiste dejar a tu ex.
'40 cartas' nos brinda algo sobre lo que todas, todos, hemos fantaseado después de una ruptura: si pudiera decirle una última cosa a esa persona, ¿qué sería? No sé si le parecerá bien a Marta, pero se me ocurre que también vale contestar a este mail con la respuesta y así nos montamos un spin-off con '40 newsletters'. ¡Hay que aprovechar antes de que pinche la burbuja podcastera! «
Gracias Andrea
Gat checking: periodismo de gatos
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Gracias por leerme
Marta
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