El plástico podría estar sentenciado a muerte, o eso se desprende del borrador de la conselleria de Medio Ambiente en lo que respecta al Plan Integral de Residuos de la Comunitat Valenciana. Vasos, platos, cápsulas, pajitas, bastoncillos de plástico... desaparecerán en dos años.
Publicidad
¿Cómo se puede vivir sin plástico? La respuesta la tienen los más mayores. Basta un viaje al pasado para descubrir el día a día sin este material. Cestos de mimbre, fiambreras de metal o cascos retornables parecen menos lejanos con la aprobación de la nueva normativa.
Los trabajadores de hace unas décadas se llevaban la comida a sus trabajos en el campo o en la ciudad en fiambreras de metal. Aquí guardaban sus tortillas de patata, sus guisos o bocatas hasta el mediodía.
Entonces no se llamaban 'tuppers', sino que llevaban el nombre en español: fiambreras. Las había de diferentes tamaños, según la cantidad, y con cierres más o menos herméticos. La introducción del plástico las convirtió en reliquias.
Todavía se conservan en algunas casas las famosas lecheras de aluminio con las que se iba al mercado o a las granjas a comprar a granel. Se rellenaban, se consumían, se limpiaban a conciencia y se volvían a utilizar. La leche debía beberse el mismo día de la compra.
Publicidad
Más tarde, llegaron los supermercados con la venta embotellada. Primero en envases de cristal y luego en tetra brik o frascos de plástico.
La nueva norma acabará con los vasos y platos de plástico desechables. ¿Qué se llevaba antes a las escapadas al campo o a la playa? Muchos recordarán el famoso vaso-cazo de metal con su cubertería y recipientes a juego. Y si no, siempre estaban los juegos de cristal.
A su vez, eran muy comunes los vasos plegables de aluminio, muy prácticos para hacer una excursión con ellos, pues ocupaban bien poco en los cestos.
Antes de la llegada del plástico, los palos de piruletas eran todos de madera. Es verdad que algunas marcas aún los conservan, si bien la mayoría ya se han pasado al material que se prohibirá en 2020.
Publicidad
Los que fueron niños en la primera mitad del sigo XX recordarán la venta de golosinas a peso y los dulces en palitos de madera.
Cada año, en Europa, se usan unos 100.000 millones de bolsas de plástico. Esta suerte de barra libre es una de las principales amenazas del planeta. Su desaparición no sería difícil, sólo haría falta un poco de concienciación, cambios de costumbres y un buen cesto de la compra, como se utilizaba antiguamente.
Poco a poco, en España, se van dando pasos para su eliminación, pero aún queda camino. Los mayores, sin embargo, imaginan perfectamente un mundo sin las bolsas de plástico. Con un carro o una bolsa de mimbre o tela sería suficiente.
Publicidad
La fruta, el pescado o la carne se envolvían no hace mucho con papel de estraza. Era un material rugoso y áspero con el que se empaquetaba el producto en los mercados, muchas veces haciendo la forma de un cono o cucurucho.
Poco a poco, este tipo de papel se fue sustituyendo por el plástico y la estraza quedó relegada.
En los 80, la industria reutilizaba los 'cascos' -botellas- retornables. Había la costumbre de recopilar en casa los frascos sobrantes de bebidas u otros productos para luego llevarlos a la bodega o comercio de barrio donde te devolvían una parte de lo pagado: unos 10 o 20 céntimos. Luego, la empresa era la encargada de reciclar el envase para volver a utilizarlo.
Publicidad
Este método quedó en desuso con la llegada del plástico, aunque hay inicitiativas para que vuelva.
Hace unas décadas no era posible ir al supermercado a comprar una botella o garrafa de aceite... Las casas contaban con aceiteras normalmente de vidrio o latón en las que se almacenaba el llamado oro líquido.
Cuando se terminaba, había que acudir a un mercado donde los envases, bien lavados, se podían volver a rellenar desde un bidón.
Antes de que llegaran a las grandes superficies comerciales, los huevos se compraban por docenas o medias docenas. Los compradores se desplazaban al mercado con los populares cestos de alambre y los rellenaban en las hueverías, puestos que se dedicaban en exclusiva a este producto.
Noticia Patrocinada
La aparición de las hueveras de cartón y plástico las condenó a su desaparición.
Los sacos de tela, algunos confeccionados en las casas, eran la manera habitual de almacenar cereales y legumbres. Las bolsitas más pequeñas se guardaban en la despensa. Cuando se terminaban, se llevaban vacíos al mercado para reutilizarlos en las compras a granel.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.