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Todos los valencianos se quedaron pegados ante el televisor. Era la hora del telediario, en torno a las tres de la tarde, y lo que estaba siendo un día normal de regreso a la rutina tras las vacaciones de verano se transformó en una fecha para la historia al ver aquellos dos aviones estrellarse contra las Torres Gemelas. Valencia, igual que el resto del mundo, pareció detenerse ante la impactante realidad.
Los estudiantes apenas pudieron coger los libros aquella tarde, era imposible despegar la vista de la pantalla. Y eso que aquel 11 de septiembre había empezado la selectividad para 2.533 alumnos valencianos, que ya no tenían vacantes en las carreras más deseadas, como Periodismo, Teleco, Farmacia y Medicina, con las plazas ya cubiertas desde junio. En las aulas al día siguiente, minutos antes de la segunda jornada de exámenes, casi no se hablaba del temario, sino de lo que había ocurrido en Nueva York.
Los únicos que no vieron a los aviones impactar contra las torres fueron los futbolistas del Valencia, que en ese momento estaban volando a Rusia, para un partido de la Copa de la UEFA que el equipo debía disputar ante el Chernomorets dos días después. Al aterrizar el avión en Novorossiysk los jugadores empezaron a recibir mensajes de preocupación de sus familiares y se enteraron, atónitos, de lo que había ocurrido. Y a partir de ahí comenzó una odisea llena de tensión e incertidumbre que dejó al Valencia atrapado en el tiempo.
La UEFA suspendió el encuentro y la expedición tuvo que desplazarse a la ciudad de Anapa apresuradamente para tomar un vuelo de vuelta a Valencia, pero la tensión internacional y el férreo control del espacio aéreo por temor a nuevos atentados hicieron que ese avión nunca llegara, pese a que los jugadores tuvieron que pasar todo el día esperando en un pequeño aeródromo. Regresaron a la población en la que habían aterrizado, llenos de dudas y miedos, para pasar la noche en un hotel y entrenarse en el Trud Stadion de la localidad, y a mediodía se trasladaron a Krasnodar, desde donde al fin pudieron volver a Valencia.
Aquel 11 de septiembre las obras eran protagonistas en varios lugares emblemáticos de la ciudad. En el Mercado de Colón se trabajaba en un parking que iba a llegar a los 15 metros de profundidad en tres plantas de sótano, mientras que dos empresas aspiraban a construir la ampliación del Palau de la Música. Y el retraso de las obras de Feria Valencia generó un gran malestar en la patronal valenciana del mueble.
Además, ese día se presentó el nuevo Ford Fiesta, del que la factoría de Almussafes iba a fabricar 200.000 unidades, y en la provincia se celebraba que la UE había acordado levantar las restricciones al comercio de porcino.
Pero todo quedó en un segundo plano ante la masacre de Nueva York. Los valencianos con familia o amigos en EE.UU intentaban contactar con ellos con nerviosismo, y en las instituciones, como el Ayuntamiento de Valencia, Les Corts o el Arzobispado, se llevaron a cabo minutos de silencio en memoria de los fallecidos.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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