J. A. MARRAHÍ/A. CHECA
Lunes, 23 de mayo 2016, 00:06
Los vecinos de la calle Císcar de Valencia están, literalmente, «en estado de shock». Un extraño e intenso olor que se prolongaba durante más de dos semanas en una vieja finca desveló ayer su procedencia. Como adelantó lasprovincias.es, dos hermanos septuagenarios aparecieron muertos y en avanzado estado de descomposición en su domicilio. Según las primeras investigaciones, fueron víctimas de un homicidio. Al cierre de esta edición, la Policía Nacional intentaba localizar a familiares próximos y reconstruir su vida para dar con el autor del crimen.
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Los hechos sucedieron en el número 54 de la calle Císcar de Valencia, un edificio de siete alturas y casi un siglo de antigüedad. En la quinta planta residían las víctimas, Araceli Oliva Bellido y Juan Carlos Oliva Bellido, hermanos y solteros. Se trata de una finca con varios pisos alquilados y algunas casas habilitadas como asesorías u oficinas de abogados
Todo apunta a que el homicidio se produjo hace al menos 20 días, sin embargo nadie escuchó escándalos, golpes, gritos o indicios de que las víctimas estuvieran en apuros. «Aparentemente, todo estaba normal». Desde principios de mes, ninguno de los residentes recuerda haber visto a los hermanos Oliva bajar por el ascensor o encarar el patio. «Aunque tampoco salían demasiado por su edad avanzada», asegura una de las residentes.
Otra vecina cuyo piso está cerca del de las víctimas ya se sintió «hace unos 15 días muy preocupada por el mal olor». «Y se lo dije al administrador», relata. «Intentamos averiguar de dónde procedía y pensábamos que podía venir de una bolsa de basura abandonada en una casa que se había quedado vacía». Lo cierto es que no se pudo localizar a los residentes para entrar y esas sospechas quedaron en nada.
Ayer, dos semanas después, las altas temperaturas y el viento de poniente hicieron que el hedor de los dos cuerpos en descomposición fuera «absolutamente insoportable», como describen las personas consultadas en la finca. Eso hizo que, sobre las 13.30 horas, llamaran a la policía. Cuando llegaron los primeros agentes constataron que era cierto y la situación, insostenible.
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A partir de ese momento se siguió el protocolo habitual: avisar al Servicio Municipal de Bomberos para forzar la puerta. Tras comprobar en qué piso el olor era más intenso, descartar las casas habitadas y averiguar que en la puerta 10 vivían dos hermanos de avanzada edad, los bomberos trataron de forzar su puerta. Cómo no había forma de acceder, optaron finalmente por entrar a través de la ventana de la fachada principal, con un vehículo provisto de cesta y brazo articulado. Una vez dentro, los bomberos accedieron al dormitorio, que estaba cerrado con un candado. Una vez forzado, encontraron los cuerpos sin vida de Araceli y Juan Carlos. Estaban en el suelo, cubiertos por una manta, circunstancia muy extraña e impropia de una muerte natural o por accidente.
A partir de ese hallazgo, el caso quedó en manos del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior, agentes de Policía Científica y el juzgado de guardia de Valencia. Hubo una larga inspección ocular de la vivienda que se prolongó hasta la noche. El juez autorizó el levantamiento de los cadáveres poco antes de las nueve de la madrugada y hoy está previsto que se les practique la autopsia en el Instituto de Medicina Legal de Valencia.
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La Policía Nacional trataba ayer de localizar a un hombre que desde hacía varios meses cuidaba de los dos hermanos. Según un residente, «hasta hace un tiempo se valían por sí mismos, pero el hombre se rompió una pierna y desde entonces solíamos ver a un hombre que se encargaba de cuidarlos».
Algunas fuentes apuntaron que esta persona podría ser un familiar de las víctimas, sin embargo este punto no está confirmado oficialmente. La Policía Nacional estaba tratando de reconstruir la vida de los dos hermanos y encontrar a parientes cercanos para aclarar lo sucedido o, al menos, saber qué personas tenían contacto ellos.
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Según los vecinos, los hermanos Oliva eran «personas muy discretas, tranquilas y educadas». Habían vivido en la finca «toda la vida y ninguno de los dos tenía hijos, que sepamos».
El miedo y la consternación se extendió entre el vecindario tras el hallazgo de los cadáveres. Algunos residentes no abrían la puerta y otros preferían «no hablar». La mujer que detectó los malos olores hace más de dos semanas estaba muy afectada. «Quién nos iba a decir... Esto es horrible. Una pesadilla. No nos podíamos imaginar algo así».
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