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JAVIER MARTÍNEZ
Domingo, 2 de octubre 2016, 20:09
Las estafas relacionadas con la videncia aumentan en tiempos de crisis. Adivinos, curanderos, pitonisas, quirománticos, santeros y brujos están ahora bajo sospecha. La desesperación por la falta de trabajo, las dificultades para mantener a una familia, la necesidad de pagar las cuotas del préstamo hipotecario y, sobre todo, la falta de expectativas empuja a muchas personas a buscar respuestas en los servicios adivinatorios. Los expertos policiales consultados consideran que muchos de estos videntes se aprovechan del sufrimiento y la desesperación de personas vulnerables. Son embaucadores que agudizan su ingenio delictivo para engrosar sus bolsillos y cuentas bancarias. Alargan conversaciones en líneas telefónicas de tarifación especial (806) y disfrazan sus mentiras con vaticinios previsibles.
La televisión, los dispositivos móviles y las redes sociales han contribuido también al aumento de las consultas a tarotistas y adivinos. «Antes había que tomarse la molestia de acudir a la casa del vidente, mientras que ahora basta un clic o marcar un número para establecer el contacto», afirma Vicente Garrido, profesor de Criminología de la Universitat de Valencia. «El hecho de que se vea que otros muchos acuden a ellos facilita el efecto imitación para usar esos servicios», añade el psicólogo valenciano.
Los profesionales de la videncia defienden que los programas relacionados con el esoterismo y las paraciencias son legales. En la mayoría de los canales de televisión hay espacios dedicados a la astrología aplicada a los pronósticos, lectura de naipes y otros métodos de adivinación, y casi siempre están vinculados a líneas de teléfonos 806, que les reportan grandes beneficios. Aunque este tipo de programas tienen que emitirse en horario de protección infantil, es decir, entre las 10 de la noche y las 7 de la mañana, algunas televisiones piratas incumplen el horario.
El perfil de las víctimas es muy amplio, aunque la mayoría suelen ser «personas con carencias afectivas, enfermos, parados o despechados por un desengaño amoroso», señala Garrido. Entre los usuarios de los servicios adivinatorios también hay algunos empresarios de alto poder adquisitivo. Quieren conocer el riesgo de una inversión o el pronóstico de su nuevo negocio. Todos se encomiendan a los videntes para escuchar lo que están deseando oír. Unos prometen el amor no correspondido, otros aseguran que acaban con los problemas de infidelidad de la pareja, garantizan un aprobado en una oposición e incluso auguran la recuperación de una enfermedad incurable. Y también quitan verrugas (tras impregnarlas con babas de caracol), pronuncian conjuros en lenguas desconocidas, preparan ungüentos mágicos para enamorar a secretarias y hasta venden velas por cantidades de dinero astronómicas.
Hasta la Asociación Mundial de Videntes Tarotistas y Parasicólogos reconoce que el sector está plagado de estafadores. Este colectivo está legalmente inscrito en el Ministerio del Interior y cuenta con cerca de 400 profesionales en España, Francia, Perú, Venezuela, Reino Unido y otros países. La asociación asesora a las víctimas de los timos y organiza cursos gratuitos para aquellas personas que desean saber más sobre el negocio de la videncia. También información sobre las líneas 806 -con un coste de entre 35 céntimos y tres euros según la cuarta cifra- y la venta de productos esotéricos.
«Nuestra asociación no tiene ningún ánimo de lucro. Asesoramos a los tarotistas que empiezan y a las personas que se sienten engañadas y quieren presentar una denuncia por estafa», asegura Estrella Santos, presidenta del colectivo. «El mundo espiritual está generando un gran negocio y hay que controlarlo mejor. En España podemos estar hablando de un colectivo de 200.000 videntes y tarotistas, y sólo un diez por ciento trabaja de forma legal», sostiene Santos.
La presidenta de la asociación de adivinos manifiesta que algunos «montan un gabinete en su casa tras leer un libro de tarot, contratan una línea de tarifación especial y alargan la conversación todo lo que pueden para estafar a cuatro ingenuos». Estos timadores hacen mucho daño a los profesionales de la cartomancia, aunque Santos relaciona también los errores de predicción y algunos supuestos engaños con el «inconsciente colectivo» en referencia a las víctimas. «¿Cuánta gente compra una crema antiarrugas y luego se queja porque no le funciona?», pregunta la vidente. «Y a los fabricantes de ese producto no les llaman estafadores», apostilla con indignación.
Según los psicólogos, muchas personas que acuden a los gabinetes esotéricos o llaman a un teléfono 806 (líneas de entretenimiento, tarot y juegos) sienten cierta dependencia y reinciden a pesar de que no resuelven sus problemas personales. ¿Pero cómo se detecta a un falso vidente? Los estafadores utilizan expresiones muy genéricas para captar la atención de sus víctimas, como un «serio problema» o un «buen momento», y así sus vaticinios encajan en la mayoría de situaciones personales. Los timadores suelen ofrecer también la posibilidad de elegir entre un montón de naipes o varios números. «El futuro está en las cartas y no tiene sentido que el cliente elija. El destino no es una tómbola», precisa Santos.
Además de lo complicado que resulta en algunas ocasiones demostrar la comisión de una estafa, muchos perjudicados no denuncian por vergüenza y el supuesto delito queda impune. Otras veces, los presuntos estafadores son absueltos por los tribunales. En febrero de 2012, el vidente Carlos Real permaneció dos noches en un calabozo de Gandia tras ser acusado de estafar 150.000 euros a una mujer. La víctima denunció que el adivino le vendió una vela por 8.000 euros. Meses después, el mismo vidente fue arrestado junto a una banda de narcotraficantes que introducía droga a través del puerto de Valencia. La operación policial se saldó con siete detenidos y con la incautación de 250 kilos de cocaína, varios coches de lujo y 180.000 euros en efectivo. Según las investigaciones, el adivino predecía los días más propicios para que los delincuentes sacaran la droga del puerto sin ser descubiertos. Y esta misma persona fue protagonista de un tercer suceso, el 18 de junio de 2012, cuando una banda asaltó su tienda esotérica en Gandia y le amenazó con pegarle un tiro en la cabeza tras atarlo de pies y manos. Dos años después, la Audiencia de Valencia absolvió al adivino del delito de estafa continuada al considerar que la mujer que lo denució requirió sus servicios «de forma voluntaria y con conocimiento del contenido y la prestación económica». Según la sentencia, la actividad del vidente en su tienda era legal al contar con los permisos necesarios.
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