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La anciana agredida con moratones en la cara y el brazo derecho. LP

Robos en Pinedo: «Cuando abrí los ojos tenía un tío encapuchado encima de mi cama»

Los ancianos atracados en su casa por una violenta banda relatan los momentos de angustia que vivieron cuando los despertaron a golpes

Javier Martínez/Toni Blasco

Valencia

Miércoles, 17 de enero 2024, 01:07

Que algunos ladrones se valgan de la violencia para reducir a sus víctimas puede considerarse cruel, pero despertar a golpes a una pareja de ancianos, ... propinarles puñetazos en la cara y otras partes del cuerpo, taparles la boca para que no griten y romperles varias costillas va más allá de la maldad.

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Blas y Amparo, ambos de 89 años, son las víctimas del último asalto de la banda que atemoriza a los vecinos de las pedanías del sur de Valencia. Cuando acudimos a su casa, la hija del matrimonio agredido estaba hablando con una vecina: «Han sido muy crueles. Hay que ser muy malos para hacer tanto daño», afirma la mujer.

Sentados en dos sillones, las víctimas nos reciben en una salita de unos seis metros cuadrados. Sus rostros cariacontecidos y amoratados son el fiel reflejo de los momentos de angustia que vivieron en la madrugada del lunes. La primera pregunta es obligada: ¿Cómo están?

«Mal, estamos muy mal. Casi nos matan», contesta Amparo con el ceño fruncido. Impresiona mirarla a la cara. Las contusiones que tiene en el rostro son de un color rojizo intenso. Su ojo derecho presenta mal aspecto y respira con cierta dificultad, pero la mujer hace un esfuerzo para atendernos.

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«Dos costillas me ha roto», dice la anciana con gestos de dolor tras señalarse el costado. Su marido asiente con la cabeza. «Me despertó a puñetazos. Cuando abrí los ojos tenía un tipo encapuchado encima de mi cama. Intenté gritar pero no podía. Me apretaba muy fuerte en la boca con una mano y con la otra me golpeaba», añade Amparo.

«Creía que me iba a matar a puñetazos», repite la mujer. «Cuando se bajó de mi cama y se fue, esperé un rato y luego me levanté para ver cómo estaba mi marido. Lo habían atado con el cable de la lámpara y lo solté como pude. Tardamos en salir un poco más para pedir auxilio por miedo. No sabíamos si todavía estaban», recuerda Amparo.

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A Blas, que sufre pérdida de audición, también lo despertaron a golpes. «Uno se subió a mi barriga y me dio puñetazos en la boca», afirma el anciano. Su ojo derecho no presenta mejor aspecto que el de su esposa. «Me ha dicho el médico que tengo dos costillas rotas. Intenté defenderme, pero era más fuerte que yo. Me rompió la dentadura de un puñetazo, el puente se quedó atascado en la garganta y casi me ahogo», explica la víctima.

«Cortó el cable de la lámpara de la mesita para atarme. Me dijo que no me moviera, me dejó atado y se puso a rebuscar, revolviendo todo el cuarto», añade el anciano. Cuando hablamos con el matrimonio, todavía permanecían en las sábanas de la cama restos de sangre de Blas y pisadas del delincuente.

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Tras enterarse del violento asalto, los familiares de los ancianos (nietos, hijos y un yerno) acudieron a Pinedo parar interesarse por su estado y para cuidarlos. Varios vecinos también visitaron a las víctimas.

La vivienda estaba revuelta. Los ladrones, al menos dos, vaciaron los cajones de los muebles y esparcieron ropa y objetos por el suelo para buscar joyas y dinero. El botín que lograron fue exiguo: 300 euros, dos teléfonos móviles y varias joyas de Amparo. Dejaron seis euros en monedas sobre la cama de Blas.

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Para entrar en la vivienda, uno de los delincuentes escaló unos siete metros por la fachada para descolgarse luego desde el tejado de uralita. Una vez dentro de la parcela, reventó el cerrojo de una puerta de madera, forzó una ventana, accedió a la estancia principal y abrió la puerta para que entraran otros miembros de la banda.

Tras cometer el robo, huyeron por la puerta principal, dejándola entornada, y desaparecieron en la oscuridad de la noche. Vestían ropa oscura y llevaban guantes y pasamontañas. Los vecinos que auxiliaron a Amparo y Blas llamaron al 112 y a los familiares de la pareja.

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Un control policial en una rotonda en La Punta. S. R.

Una banda de delincuentes de Europa del Este está detrás, al parecer, de este violento asalto. La Policía atribuye seis robos al mismo grupo de individuos, que podrían vivir en alguna de las pedanías del sur de Valencia. Esto explicaría la facilidad y rapidez con la que eluden los cercos y controles que realizan las patrullas policiales cuando reciben el aviso del asalto.

Los ladrones suelen robar dinero y joyas, pero también se han llevado teléfonos móviles y hasta una dentadura con piezas de oro de un anciano fallecido. Hablan entre ellos en un idioma extranjero, aunque se dirigen a las víctimas en español.

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La violencia que emplean los delincuentes ha causado una gran alarma entre los vecinos, que están tomando precauciones para proteger sus hogares. Uno de ellos no dudó en coger su escopeta de caza para ahuyentar a tres delincuentes en la madrugada del pasado 10 de enero junto a la iglesia parroquial de La Punta.

Días antes, el mismo grupo de ladrones, al parecer, asaltó otras tres viviendas en las calles Jesús Morante Borrás, Alacreus y Tremolar tras intimidar con cuchillos y destornilladores a los moradores de avanzada edad. Y en la madrugada del Día de Reyes, un matrimonio sufrió otro robo en su casa en la carretera Fuente en Corts.

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Tras esta oleada de asaltos, la Policía Nacional y la Guardia Civil han aumentado la vigilancia en las pedanías. Los vecinos tienen miedo y están instalando sistemas de alarma y sensores de movimiento en sus casas. También reclaman más vigilancia policial, la instalación de cámaras de seguridad en puntos estratégicos y mejor alumbrado en algunas calles y rotondas de las pedanías.

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