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J. A. MARRAHÍ
VALENCIA.
Sábado, 8 de febrero 2020
Nada. Ni una sola prueba lleva a concluir que Andrés Mora se marchó de su casa por propia voluntad. «Sin dinero. Sin maleta. Sin un adiós. Mi hijo jamás se iría así, de ese modo. Era familiar, responsable y, ante todo, noble», recuerda hoy su madre, Amalia Toledo, tras cumplirse ocho años de una ausencia que ha dejado una honda abierta herida en una familia del barrio de Ayora, en Valencia.
Andrés es otra de esas desapariciones en plena juventud que se estanca en los archivos de un juzgado sin respuesta ni sospechosos ante la justicia. Fue el 2 de febrero de 2012 cuando denunciaron la «inexplicable» desaparición de Andrés. Y ahora lanzan una desesperada súplica a la Policía Nacional: «Por favor, no olviden el caso, vuelvan a interrogar a sus colegas, no permitan que una madre se quede para siempre con esta amargura».
La historia de esta desaparición, una de las más desconcertantes en Valencia, comenzó a escribirse en diciembre de 2011, cuando el joven estudiante de Informática dejó los estudios universitarios «para irse a vivir con dos conocidos y un colega del colegio a un piso del barrio, a 500 metros de casa». Era el inicio de su independencia, que coincidió con el arranque de un trabajo en una empresa de seguros.
A la memoria de Amalia regresa esa última conversación en casa. «Estaba algo 'plof' porque no se sentía a gusto con el empleo. Le dijimos que no estaba obligado a seguir, que volviera a su hogar...». Pero regresó al piso compartido y desde entonces su familia ya no sabe de él. No respondía al teléfono móvil. «Cuando preguntamos a sus amigos nos dijeron que no estaba allí y no sabían de su paradero. En el piso estaba su ropa, las llaves, los 50 euros que le dejamos en el último encuentro. Como si se lo hubiera tragado la tierra», lamenta su madre.
Tras varios días buscándolo por toda la ciudad, sus familiares denunciaron los hechos el 2 de febrero de 2012. «Y desde entonces, nada. La última vez que hablamos con la policía, hace unos meses, nos explicaron que el caso seguía abierto, pero no tenemos ninguna explicación. No hay sospechosos. El caso parece estar estancado». Amalia, casada y madre de otro hijo, asegura que desde entonces no ha vuelto a saber «lo que es la alegría».
De madre a hijo
La madre valenciana se aferra a la esperanza de que, si está vivo en algún lugar, Andrés lea este mensaje y dé alguna señal: «Desde que desapareciste ya nada es igual, nada tiene sentido. Con el alma rota solo toca esperar. No lo olvides hijo mío que te necesitamos, siempre en nuestros corazones». El drama de los desaparecidos se comprende con las últimas cifras del Ministerio del Interior sobre el fenómeno en España. A lo largo de 2018 (son los datos más actualizados de los que dispone el Gobierno) se registraron más de 176.000 denuncias en el sistema policial de personas desaparecidas y restos humanos sin identificar. De ellas, 12.330 seguían activas el 31 de diciembre. En la Comunitat acabamos ese año con 575 denuncias activas de desaparición. De ellas, 16 tenían un nivel de clasificación de riesgo alto.
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