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Un guardia civil del Servicio de Criminalística se prepara para inspeccionar la casa de la víctima. GC

El anciano asesinado en Sempere fue quemado y torturado por unos ladrones

La Guardia Civil investiga si los autores del crimen fueron los mismos individuos encapuchados que ataron a la víctima hace un año y medio en otro robo

Javier Martínez

Valencia

Sábado, 29 de abril 2023, 00:35

Torturado hasta la muerte por unos crueles ladrones. Así murió Ramón Úbeda, el anciano de 77 años cuyo cadáver fue hallado el pasado 5 de ... abril con signos de violencia en su casa en Sempere, un pequeño pueblo de la comarca de la Vall de Albaida donde viven una veintena de vecinos, en el interior de la provincia de Valencia.

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La autopsia desveló que la víctima sufrió quemaduras en sus órganos genitales y espalda, unas lesiones que le habrían infligido los asaltantes, al parecer, por su negativa a decirles dónde guardaba el dinero. La Guardia Civil investiga si los autores del crimen fueron los mismos individuos encapuchados que perpetraron otro robo hace un año y medio en la casa del anciano tras atarlo y amordazarlo. Aunque no les vio la cara, Ramón dijo a un amigo que creía saber quiénes eran los ladrones.

Las pruebas y las investigaciones indican que la víctima fue torturada y que protegió, con su silencio y hasta con su vida, el dinero que días antes había sacado de una oficina bancaria de Alfarrasí. Prueba de ello son las fracturas de costillas y los golpes en la cabeza que también sufrió el anciano, así como el hecho constatado de que los ladrones no encontraran los 2.000 euros que Ramón guardaba dentro de un vehículo.

Y por ello, los asesinos se llevaron un escaso botín pese a que vaciaron cajones, voltearon colchones y registraron armarios mientras torturaban a la víctima. Nadie oyó golpes ni gritos aquella noche de abril, por lo que todo parece indicar que el anciano fue amordazado por los ladrones.

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Un vecino escuchó hablar a Ramón con alguien la noche anterior al hallazgo del cadáver. Creía que conversaba por teléfono y no le dio importancia. Recuerda muy bien la hora porque acababa de acostarse. Eran las 22:45 horas del martes. La Guardia Civil sospecha que el anciano estaba hablando en ese momento con uno de sus asesinos, y que incluso puede que lo conociera, y quizás por ello lo mataron después de torturarlo para que no pudiera denunciarlos.

Sólo uno de los 27 vecinos empadronados en Sempere sabía que Ramón ocultaba pequeñas cantidades de dinero en uno de sus dos vehículos, pero desconocía el lugar secreto. Como en el pueblo no hay ninguna oficina bancaria, la víctima acudía cada cierto tiempo a una sucursal de Alfarrasí para sacar pequeñas cantidades de dinero de su cuenta y tener efectivo más a mano en su domicilio para sus gastos mensuales.

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Tras el asalto de los encapuchados y otro robo que sufrió en su casa, el anciano era más desconfiado y medía más sus palabras cuando alternaba en un bar de Alfarrasí y un salón de juegos de l'Olleria. También tomaba precauciones en su casa y por eso escondía el dinero en su vehículo.

Los agentes del Grupo de Homicidios y del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil de Valencia continúan las investigaciones para identificar y detener a los asesinos de Ramón. «El jueves vinieron dos agentes para inspeccionar otra vez la furgoneta», afirma Dolores Ortolà, alcaldesa de Sempere.

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«Confiamos en la profesionalidad de los guardias civiles que llevan el caso. Entran y salen de la casa de Ramón, que sigue precintada, y no han dejado de investigar. Eso nos tranquiliza pero los vecinos aún tenemos miedo», añade Ortolà.

Aunque se habían acostumbrado a vivir con las puertas abiertas de sus casas, los lugareños ahora toman precauciones para prevenir robos en un pueblo que nunca pasaba nada. Guardan las llaves de sus vehículos, tienen siempre a mano el teléfono móvil y están muy pendientes del grupo de WhatsApp donde la alcaldesa difunde los bandos municipales.

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Los vecinos reconocen que ahora desconfían de cualquier forastero que pisa el pueblo. «Hasta que no detengan a los asesinos no vamos a vivir tranquilos. La sensación de inseguridad es muy grande», asegura la alcaldesa. «Cerramos las puertas con llave, nos asomamos por la ventana cuando ladran los perros y comentamos cualquier cosa que nos parece rara», agrega Ortolà, que también estudia pedir una subvención para instalar cámaras de vigilancia en la entrada del pueblo.

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