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El confesor, al fondo, y los otros tres acusados del crimen de Bonrepós. Damián Torres
El arrepentido que se volvió a arrepentir

El arrepentido que se volvió a arrepentir

De la confesión del crimen por ajuste de cuentas al cambio de versión que les exculpó del asesinato del jóven calcinado en una zona de huerta en Bonrepós i Mirambell

EFE

VALENCIA

Domingo, 19 de julio 2020

El motivo por el que José Ángel P.T. se arrepintió de sus actos y compareció voluntariamente ante la Guardia Civil el día 29 de marzo de 2017 para confesar que había asesinado a Juan Pablo Langa trece años antes junto a tres compinches, permanece oscuro.

Pero resulta inquietante que, por contraste, sea muy fácil entender la razón por la cual, a la hora del juicio, se volviera a arrepentir y negara la veracidad de toda su declaración, garantizando así la absolución de todos los inculpados.

Este segundo arrepentimiento es fácil de explicar, porque él era uno de los acusados, y porque, de haber mantenido aquella extraña confesión, podría haber sido condenado a diez años. Él se buscó el problema, él lo solucionó.

Debe quedar claro que las personas aludidas en esta crónica han sido consideradas inocentes. Es decir, todo lo que sigue es pura hipótesis. Pero una hipótesis inquietante. Porque lo único que parece claro es que el declarante ha mentido. Y la posibilidad de que mintiera cuando se desdijo parece encajar con un buen consejo de su abogado defensor.

Los hechos

Vayamos a los hechos: el cadáver calcinado de un joven de 25 años fue encontrado, con un orificio de bala de revólver en la sien –en realidad, uno de entrada y otro de salida- el 29 de mayo de 2004, en una zona de huerta abandonada próxima al municipio de Bonrepòs i Mirambell, nada lejos de Valencia.

El fuego había adherido a su rostro el pasamontañas con el que sus ejecutores le habían tapado, pero su ADN fue comparado con el de su hermano y pudo ser identificado: era Juan Pablo Langa.

La investigación de aquel ajuste de cuentas, desarrollada por la Guardia Civil, no logró ningún resultado. Algunos piensan que había suficientes indicios como para haber sido más diligentes, pero lo que es indudable es que, trece años más tarde, otros agentes de la Guardia Civil sí fueron hábiles en el interrogatorio a José Ángel P.T.

Él compareció voluntariamente y salió del cuartelillo con un asesinato colgado de sus hombros. Porque confesó. Y lo hizo con una historia que parecía explicar a la perfección las últimas horas de la víctima, al parecer un narcotraficante.

Aquel día de marzo de 2017, José Ángel confesó a la Guardia Civil que le debía 25.000 euros a Juan Pablo Langa, debido a la actividad de tráfico de drogas con la que ambos estaban de algún modo relacionados, por lo que ideó un sistema para robarle narcóticos y dinero, del que hizo partícipes a otros amigos.

Aquí no acaban las sorpresas: uno de los amigos implicados resultó ser E.S., uno de los mejores luchadores de artes marciales mixtas de España, competidor habitual fuera de nuestras fronteras y afincado en Valencia.

E.S., el luchador, y otro amigo, M.F.M., esperaron en una vivienda valenciana a donde la víctima acudió, junto a José Ángel P.T., creyendo que iba a cobrar la deuda. Sería su último día con vida, un 28 de mayo de 2004.

Los tres acusados se abalanzaron sobre Juan Pablo Langa, al que redujeron e inmovilizaron, colocándole unas esposas y dejándole encerrado en el baño tras inyectarle un medicamento sedante.

Horas más tarde llegaría a la vivienda el cuarto acusado, cuya identidad responde a las iniciales de M.A.C.M. y que, según la confesión, fue el autor material del disparo que mató a la víctima.

Dos de los acusados abandonaron entonces la vivienda para robar en la casa de la víctima -drogas y 3.000 euros- y otros dos, entre ellos el luchador, quedaron custodiando al prisionero.

Una vez ejecutado el plan, decidieron que no podían dejar vivo a Juan Pablo, porque podría vengarse.

De este modo, ya entrada la madrugada, y tras el reparto del botín, se dirigieron al garaje de la vivienda, pusieron el pasamontañas a la víctima y lo introdujeron en el maletero de un vehículo.

En ese coche viajaron dos de los acusados y en otro les siguieron los otros dos. Una vez hubieron llegado al paraje citado, cercano al barranco del Carraixet, el luchador y otro de los acusados permanecieron vigilando la entrada a un camino en donde, a unos cincuenta metros, aparcó el piloto del coche en el que estaba secuestrada la víctima.

Allí sacaron a Juan Pablo del maletero y a quemarropa le disparó M.A.C.M. un tiro en la sien que lo mató de manera inmediata. Luego rociaron el cuerpo de gasolina y le prendieron fuego.

Verdad...¿Mentira?

Esta es la historia de la que se hizo eco la Guardia Civil en su denuncia, primero, y luego el fiscal, porque es la historia, congruente y llena de detalles que encajan con aspectos del crimen difíciles de conocer por alguien ajeno al mismo, que contó el arrepentido.

Pero luego llegó el momento de la verdad… o de la mentira. Y durante el juicio, José Ángel se desdijo, y argumentó que se había inventado la historia «por venganza» contra sus antiguos amigos.

Lo cierto es que en el juicio no acabó de quedar claro que los motivos que tuviera para esa venganza justificaran semejante despliegue de recursos, el necesario para inventar tamaña historia… pero, trece años más tarde del crimen, los indicios no sostenían otra versión.

Aunque la acusación particular expuso ante el jurado que existían esos otros indicios y pruebas periciales, a lo largo de las sesiones del juicio que se celebró en noviembre de 2019, en la Ciudad de la Justicia de Valencia, finalmente, el tribunal declaró no culpables a los acusados. La magistrada les absolvió inmediatamente. Lo demás son hipótesis.

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