![Atracos a bancos en Valencia | Los atracos a bancos, de los cuchillos y pistolas a los artefactos explosivos](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202302/15/media/cortadas/atraco-kasG-RVd4gdeDywu2aHu7aJitPVL-984x608@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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Una pistola o un cuchillo, unos minutos de tensión y un buen plan de huida bastaban en las décadas de los 80 y 90 para robar una bolsa llena de billetes en una sucursal bancaria. Dinero fácil para algunos ladrones y manchado de sangre para ... otros, como El Solitario, condenado a 47 años de cárcel por asesinar a dos guardias civiles, los sanguinarios hermanos Martínez Larios o el atracador que tiroteó y mató a un policía en 1987 en la puerta de una oficina del Banco Valencia.
Lejos del centenar de asaltos al mes que cometían toxicómanos, ladrones solitarios o parejas de atracadores reincidentes (con jeringuillas, cuchillos o pistolas) en Valencia y localidades próximas, las cifras de robos en bancos cayeron en picado hace tiempo y ahora llevan el sello de la delincuencia organizada: explosivos, butrones o lanzas térmicas.
De la oleada de atracos en los 90 hemos pasado a cinco o seis robos al año en Valencia. Los sistemas de seguridad en las sucursales, la mayor presencia policial en las grandes ciudades y el menor uso de dinero en efectivo en las oficinas cada vez quita más el ánimo de los delincuentes, que prefieren atracar otros establecimientos comerciales más vulnerables.
Atracos en bancos
Muy pocos ladrones se atreven ahora a retener a los empleados de un banco para obligarles a abrir la caja fuerte, porque no quieren asumir riesgos, no quieren esperar los quince minutos que retrasaría la huida un sistema de apertura retardada. Antes que atracar un banco, ahora suelen asaltar una gasolinera, una farmacia o un supermercado, establecimientos que tienen menos medidas de seguridad, para garantizar el éxito del robo y evitar dar con sus huesos en un calabozo.
Las sucursales bancarias se han convertido en búnkeres con cámaras de vigilancia, pulsadores de alarmas, sistemas de bloqueos de puertas y dispositivos electrónicos que detectan cualquier ataque o movimiento sospechoso.
«Los atracadores de bancos que hemos detenido en los últimos años son delincuentes reincidentes que acababan de salir de prisión, ladrones que no se han reciclado y que vuelven a las andadas después de cumplir una larga condena entre rejas», afirma el inspector José Manuel Beato, jefe del Grupo de Atracos de la Policía Nacional de Valencia.
Con tanta seguridad y vigilancia, los ladrones de bancos se vieron obligados a cambiar sus métodos y ahora planifican más sus robos y actúan de forma muy organizada para apoderarse de importantes sumas de dinero en pocos minutos. Prueba de ello son las bandas que revientan cajeros con explosivos. La mayoría de estos grupos están formadas por ladrones extranjeros, concretamente chilenos y rumanos, aunque la Policía Nacional detuvo en 2017 a cinco españoles por cometer este tipo de robos en la provincia de Alicante.
La Guardia Civil de Valencia desarticuló en 2019 otra banda tras apresar a varios de sus miembros cuando se disponían a reventar un cajero en una pedanía de Albacete. Este grupo, que cometió cinco asaltos en los pueblos de Gavarda, Camporrobles, Domeño, El Ballestero y Casas de Haro, utilizaba triperóxido de triacetona (TATP), más conocido como 'la madre de Satán', un explosivo empleado por los grupos yihadistas.
Otros métodos que usan los atracadores de bancos son los asaltos con máquinas excavadoras o los robos que cometen algunos delincuentes en el preciso instante que un empleado de la sucursal introduce el dinero en el aparato o abre la caja fuerte. Entre 2016 y 2020, dos individuos encapuchados se apoderaron de cerca de 300.000 euros tras asaltar tres oficinas de Bankia con este método en Valencia, Paiporta y Massanassa.
Los ladrones perpetraron los tres robos entre las 14:30 y 15 horas tras vigilar las sucursales para conocer la rutina de los empleados y la hora exacta en la que recargaban los cajeros. El 29 de noviembre de 2017, el director y un empleado de la oficina de Bankia de la pedanía de La Torre realizaban el recuento de los ingresos y las extracciones tras una intensa jornada con numerosas operaciones monetarias.
Desde el exterior eran vigilados por dos atracadores jóvenes de baja estatura. Los ladrones eligieron el mejor momento para ellos y el peor para las víctimas. La caja fuerte estaba abierta porque los dos empleados estaban a punto de meter todo el dinero recontado. Uno de los delincuentes forzó la puerta de cristal con una palanca metálica mientras su compinche empuñaba una pistola, y luego irrumpieron con rapidez en la oficina para robar 100.000 euros en menos de dos minutos.
El 12 de noviembre de 1987, el policía nacional Avelino Jiménez Pérez murió al ser tiroteado en la calle Jesús de Valencia por uno de los delincuentes que acababan de atracar una sucursal del Banco de Valencia. Tras intimidar a clientes y empleados con armas de fuego, los dos atracadores se apoderaron de un botín de más de dos millones de las antiguas pesetas.
Uno de los trabajadores del banco pulsó el botón de la alarma y varias patrullas de la Policía acudieron con urgencia al lugar. Los primeros en llegar fueron Avelino y su compañero de la Unidad de Motos. El policía asesinado era natural de Alborea (Albacete) y estaba casado. Sus tres hijos tenían once, nueve y cuatro años cuando perdieron a su padre. La víctima llevaba un año en la Unidad de Motos de la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional de Valencia.
Aunque los atracos a bancos fueron de los pocos delitos que no cayeron en picado en los meses de pandemia, las cifras de los años 90 están muy lejos de las actuales. El comisario jubilado Pepe Moreno, que estuvo 21 años (1976-1997) en el Grupo de Atracos de la Policía Nacional de Valencia, recuerda los operativos de vigilancia que realizaban los viernes y sábados, los días que más robos perpetraban los ladrones de bancos.
«Eran otros tiempos. Había mucha delincuencia. Un día negro tuvimos cinco atracos a bancos, algo impensable hoy en día, y lo recuerdo porque era una fecha señalada: la víspera del Día de Reyes», rememora Moreno. «Un policía subía al helicóptero de la Dirección General de Tráfico para apoyar desde el aire a las patrullas en los operativos», añade el comisario jubilado, quien recuerda también otro asalto de un delincuente armado con un subfusil ametrallador, que sembró el pánico en el centro de Valencia, y dos robos simultáneos que perpetraron los hermanos Martínez Larios en sendas sucursales muy próximas.
Tras bucear en su memoria, Moreno nombra los apellidos de unos célebres atracadores de Paterna, cuatro hermanos que se especializaron en asaltos a bancos. Uno de ellos tenía 16 años cuando cometió su primer robo con una escopeta de cañones recortados.
«En los años 70 sólo había dos patrullas con un Seat 1500 de color gris para toda la ciudad. En el turno de noche a las patrullas de servicio les llamábamos 'noche larga' y 'noche corta', de modo que si a las dos de la madrugada la ciudad estaba tranquila, se retiraba una de las patrullas y la otra hacía el turno largo. Nos sentíamos verdaderos ángeles de la guarda en una Valencia mucho menos bulliciosa», recuerda el policía jubilado.
En la lista de atracadores tristemente famosos no pueden faltar los hermanos Martínez Larios, que asesinaron a tres guardias civiles, y Jaime Giménez Arbe, El Solitario, una leyenda delictiva hasta que fue detenido en 2007 en Portugal tras perpetrar más de una treintena de robos a bancos.
Giménez Arbe, nacido en Madrid en 1956, cometió varios atracos en la Comunitat Valenciana, y en el juicio por el asesinato de dos guardias civiles, que acribilló a tiros durante su huida, se proclamó un «expropiador de bancos a mucha honra».
Otros delincuentes como Antonio Anglés o Miguel Ricart también atracaron sucursales bancarias durante un tiempo antes de cometer los asesinatos de las niñas de Alcàsser.
El atracador Flako, también conocido como el Robin Hood de Vallecas, obtuvo gran y mala popularidad por su habilidad para asaltar oficinas bancarias con el método del butrón y también por su profundo conocimiento del subsuelo de Madrid.
Tras ser detenido por la Policía en 2013 y cumplir una pena de prisión, Flako abandonó la delincuencia y contó sus andanzas en un libro autobiográfico y el documental 'Apuntes para una película de atracos', de Elías León Siminiani, nominado a los Premios Goya 2019, con un nombre inventado para preservar su intimidad y la de su familia.
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