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El barrio Xenillet, en Torrent, es una bomba de relojería. Las tensiones son constantes y al final, estallan. De un momento para otro, «bajaron 15 personas de una casa con cuchillos jamoneros, machetes, una ballesta», cuenta un testigo sobre la pelea multitudinaria entre gitanos y argelinos que se protagonizó ayer en el barrio. El hombre prefiere no revelar su identidad por miedo a que le acarree represalias, pero conoce de primera mano lo que ocurre en la zona más peligrosa de la localidad.
Y se desató el caos. El vecino asegura que todo comenzó cuando un hombre de etnia gitana reclamó a uno de los ocupantes ilegales argelinos asentados en la narcofinca de la calle Malvarrosa que dejaran de robar. Según describe, aún con el miedo en el cuerpo, «el hombre sacó una pistola por el balcón y apuntó al gitano».
Pero aquello no se quedó así. Más personas de etnia gitana acudieron corriendo. Ellos llevaban barrotes, pero según el testimonio del testigo los argelinos iban ataviados con pistolas y machetes. Entonces ambos grupos se enzarzaron.
Gracias a la rápida actuación de la Policía Nacional y Local, el asunto no fue a mayores. Los agentes se llevaron detenidos a ocho personas de origen argelino y hubo tres personas heridas aunque al parecer, no revisten gravedad. Uno de los hombres que recibió un corte en el cuello caminaba por la calle tranquilamente esta misma tarde como si nada. Rodeado de varios amigos suyos y esperando en la esquina.
Porque ahora la incógnita es, ¿Cuándo regresarán al barrio los que fueron detenidos? La vivienda en la que ahora residen de manera ilegal situada en el barrio Xenillet de Torrent tiene historia. Antes de que llegaran los argelinos vivían en esa finca 'Los Marco' y 'Los Bocanegra', dos familias gitanas que protagonizaban la mayoría de los altercados de la localidad. Pero ambos clanes abandonaron la zona. Y el barrio recuperó una «cierta tranquilidad» que les duró apenas unos meses cuando los nuevos okupas llegaron.
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Pronto, aparecieron los agentes para poner fin al revuelo. El testigo comenta que después de que la Policía abandonara el lugar, las personas de etnia gitana subieron a la finca «y echaron a todos los que había dentro y les dijeron que no volvieran», cuenta. Intranquilo por no saber si este es el final o si la reciente disputa simplemente anuncia la espiral de violencia que está por llegar al barrio de Xenillet.
Un día después de la pelea multitudinaria, la calle Malvarrosa permanece prácticamente desierta. La suciedad ya parece completamente adherida a las aceras. Hay sandalias desparramadas. Batidos todavía por beber en mitad de la carretera. Un ambiente de degradación absoluta.
La finca en la que comenzó la reyerta está hecha escombros. Ni siquiera tiene puerta. De dentro se puede a escuchar a varias personas que hablan gritándose entre sí. Pero el follón dura apenas un minuto. Después, un silencio sepulcral. «Esta noche es la única en la que he podido dormir tranquilo», confiesa el vecino harto de la situación. Tiene un niño pequeño y le preocupa su seguridad. Los niños del barrio Xenillet han formado una unión muy fuerte. Para mantener su inocencia intacta mientras el rugido de los disparos amenaza con desproveerles de ella. «Sólo encerrado en mi habitación consigo no escuchar las peleas. Lo llamo 'El Búnker'», comenta el pequeño. Padre e hijo se despiden, con ilusión en la mirada de que la realidad en la que viven cambie.
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