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Bea M. manuel molines

La suplantadora de las citas a ciegas, condenada a cuatro años de cárcel por abusar de una amiga ante la que fingió ser un apuesto joven

Beatriz M. deberá indemnizar con 900 euros a la víctima, que le entregó dos teléfonos móviles, ropa, un ventilador y 500 euros

Javier Martínez

Valencia

Jueves, 3 de enero 2019, 12:54

La Audiencia Provincial de Valencia ha condenado a cuatro años y ocho meses de prisión por un delito de abuso sexual y otro de estafa a Beatriz M. M., la joven conocida como la suplantadora de las citas a ciegas. La sentencia considera probado que Beatriz abusó sexualmente de una amiga y la engañó para que le comprara dos teléfonos móviles. La condenada deberá indemnizar a la víctima con 900 euros.

Las dos mujeres se conocieron en mayo de 2016 en el gabinete de estética de la madre de la víctima. Como explica el relato de los hechos probados tras una investigación policial y el correspondiente juicio, Beatriz convenció a su amiga para que aceptara una solicitud de amistad de un apuesto joven italiano en una red social.

Pero la estafadora se hizo pasar por el chico con un perfil falso e hizo creer a su amiga que el joven padecía leucemia y que estaba hospitalizado en La Fe. Luego le pidió dinero, dos teléfonos móviles, ropa y un ventilador. La víctima compró estos aparatos valorados en más de 600 euros para que Beatriz los llevara al hospital y le dio otros 500 euros a la joven ahora condenada.

Según la sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia de Valencia, la estafadora engañó a su amiga para quedarse con el dinero y los móviles, ya que el joven suplantado no estaba ingresado en La Fe. El 15 de junio de 2016, la víctima y el supuesto chico italiano concertaron una cita en el centro de estética que la madre de la joven regenta en Valencia. Beatriz imitó la voz de un hombre con acento italiano, le pidió a la víctima que se vendara los ojos para el encuentro y aprovechó que su amiga no veía para abusar sexualmente de ella.

La joven engañada explicó en el juicio que quería conocer al chico italiano y acordaron que ella debía esperarlo con los ojos vendados, y aprovechándose de esta circunstancia, la suplantadora le dio un masaje y de repente introdujo un dedo en la vagina de la víctima sin su consentimiento.

La chica descubrió que la cita a ciegas no era con el joven italiano cuando miró por debajo de la venda y vio la zapatilla de una conocida marca que llevaba la estafadora. Entonces gritó y le dijo que parase de manosearla. Tras ser descubierta, Beatriz salió corriendo y la joven presentó una denuncia al día siguiente. La víctima recibió tratamiento psicológico por los abusos sexuales y revivió con gran sufrimiento los hechos cuando declaró en el juicio.

La estafadora ha sido detenida en varias ocasiones en los últimos años por los delitos de estafa, denuncia falsa y usurpación de estado civil. La Policía Nacional arrestó a Beatriz el pasado 7 de noviembre por sustraer una tarjeta de crédito al dueño de un barco en Dénia y pagar con ella su alojamiento en el Hotel Balneario Las Arenas. También fue acusada de falsificar mensajes para presentar denuncias falsas contra un joven que fue detenido seis veces. Cinco días después de que la jueza decretara su libertad, la Policía Nacional de Mislata detuvo otra vez a Beatriz por estafar a un hombre que le había alquilado una habitación.

La joven condenada sufre un trastorno disocial de la personalidad, al parecer, que le empuja a cometer estafas, su delito preferido, tras suplantar a jóvenes apuestos, aunque ella asegura que no padece ninguna enfermedad mental y que le diagnosticaron un trastorno por hiperactividad y déficit de atención.

Beatriz es conocida como la abusadora de los ojos vendados o la suplantadora de las citas a ciegas, porque finge que es un chico atractivo en encuentros eróticos que ella prepara con amigas para manosearlas. Tras vendarles los ojos, la suplantadora les hace creer que sale de la habitación, como le habría pedido el amigo que supuestamente tiene que acudir a la cita, para volver segundos después e imitar la misma voz de chico que algunas de las jóvenes engañadas han escuchado incluso con anterioridad en conversaciones telefónicas.

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