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Varios coches desenterrados en un campo cercano a la autovía A3. Javier Martínez

Buscan a los desaparecidos de la dana en cinco zonas tras estudiar los cursos fluviales y las geolocalizaciones de móviles

La Guaria Civil de Valencia y la Unidad Militar de Emergencias no escatiman medios ni esfuerzos en los operativos de rastreo | El coche de Elizabeth Gil todavía no lo han encontrado tras desenterrar más de un centenar de vehículos

Javier Martínez

Valencia

Viernes, 24 de enero 2025

La búsqueda de las tres personas desaparecidas por la dana continúa siendo una prioridad. Primero utilizaron drones, helicópteros y cámaras de visión nocturna, entre otros medios, y ahora tratan de localizar los cuerpos con programas informáticos de geolocalización, radares de sondeo terrestre, perros adiestrados y batidas a diario de 400 efectivos de la Guardia Civil y las Fuerzas Armadas. El mayor operativo de rastreo realizado en España, con un perímetro de más de 500 kilómetros cuadrados, sigue activo tres meses después de las catastróficas inundaciones.

La Guaria Civil de Valencia y la Unidad Militar de Emergencias (UME) no escatiman medios ni esfuerzos. Los equipos de búsqueda peinan palmo a palmo cada zona donde creen que podrían estar los cuerpos. El capitán Carlos Domínguez, jefe del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil de Valencia, ha coordinado este viernes uno de los cinco operativos de búsqueda.

«Estamos rastreando cinco zonas con todos los medios que disponemos, y los familiares de las víctimas tienen que saber que vamos a seguir buscando todo el tiempo que sea necesario», afirmó Domínguez, aunque reconoció que las probabilidades se reducen conforme pasa el tiempo.

Las cinco zonas donde la Guardia Civil y la UME mantienen los operativos de búsqueda son el barranco del Poyo entre los términos de Chiva y Quart de Poblet, las riberas de los ríos Magros y Júcar desde Montserrat a Cullera, el cauce del río Turia en el término de Pedralba, el parque natural de la Albufera y la franja costera entre Pinedo y Cullera.

En los dispositivos participan agentes del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), guías del Servicio Cinológico con perros adiestrados en la detección de restos cadavéricos, un equipo de buzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) y guardias civiles del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM).

Un grupo de guardias civiles realiza una batida en Quart de Poblet para buscar el cuerpo de Elizabeth. EFE/Manuel Bruque

Tras las peticiones que realizó en su momento a las compañías telefónicas, la Guardia Civil recibió las geolocalizaciones con posibles ubicaciones de las víctimas. Los datos permiten conocer el lugar aproximado donde puede estar el móvil de la persona arrastrada por la riada y realizar un seguimiento hasta que se perdió la señal, aunque el cuerpo puede encontrarse lejos de la última ubicación del teléfono.

Con todos los datos de geolocalización recabados, los especialistas de la Guardia Civil acotaron las zonas de búsqueda para reconocer el terreno antes de determinar los medios y efectivos necesarios para realizar los trabajos de rastreo. La localización de un teléfono móvil es más fácil cuando el dispositivo tiene activada esta opción, pero también existe la posibilidad de obtenerla si el aparato se conectó a antenas de telefonía de la zona antes de que se rompiera o mojara.

El pasado 15 de enero, un equipo de guardias civiles se desplazó otra vez al término de Pedralba tras analizar los datos de geolocalización del teléfono móvil de José Javier Vicent, una de las tres personas que continúan desaparecidas desde el fatídico 29 de octubre. Los agentes volvieron a rastrear la zona en los últimos días sin resultado positivo.

Estudio de los cursos fluviales

Los investigadores de la Guardia Civil estudian también un mapa para determinar los cursos fluviales. Marcan lugares donde hallaron los cuerpos de las víctimas, coordenadas de posicionamientos de teléfonos móviles, zonas con coches enterrados bajo toneladas de graba y otras ubicaciones clave donde se unieron torrentes o se desbordaron afluentes. Cualquier pista puede arrojar luz sobre el paradero de las víctimas. Cualquier señal en el mapa sirve para delimitar la zona de búsqueda.

Aunque saben que el tiempo corre en su contra, los guardias civiles y militares de la UME mantienen un halo de esperanza de encontrar a los tres desaparecidos. El perímetro de las zonas de búsqueda tiene una extensión de más de 500 kilómetros cuadrados, lo que supone una movilización sin precedentes en España de medios técnicos y humanos.

La propia delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, destacó el dispositivo. «Este trabajo de búsqueda es inédito en nuestro país por las dimensiones de la zona, el número de efectivos trabajando en las labores y las víctimas a las que nos enfrentábamos desde el inicio de esta terrible tragedia», recalcó Bernabé.

Los operativos de búsqueda en el barranco del Poyo y sus afluentes, el desenterramiento de más de un centenar de vehículos en los cauces y surcos de grava y los rastreos con perros adiestrados no han arrojado luz sobre el paradero de Elizabeth Gil, otra de las personas desaparecidas.

El nivel del agua alcanzó más de dos metros de altura en esta zona con «una gran fuerza de arrastre», señaló Domínguez. «El terreno donde centramos el operativo es muy grande y muy complejo a la hora de buscar. Es una tarea muy difícil, pero tenemos que seguir sin cesar en el empeño para que las familias de las víctimas puedan cerrar el duelo», añadió el capitán de la Guardia Civil.

Los naranjos cribaron todo lo que arrastraba el agua. Cañas, bidones, ruedas de coches y hasta seis cadáveres quedaron enganchados entre las ramas, y por eso la Guardia Civil sigue buscando el cuerpo de Elizabeth en la zona de Loriguilla y Quart de Poblet.

Los equipos de búsqueda utilizaron detectores de metales para localizar y desenterrar algunos de los vehículos que arrastró la riada en los términos de Chiva y Cheste. Decenas de coches quedaron sepultados bajo una capa de grava, y otros fueron localizados entre amasijos de ramas, plásticos y barro a ras de cauce. En la práctica totalidad de los vehículos no había ninguna persona atrapada. Sus ocupantes lograron salir y se pusieron a salvo en la mayoría de los casos, pero otros murieron y sus cuerpos aparecieron días después.

Algunas zonas cercanas al barranco del Poyo han sido rastreadas hasta cinco veces, pero «cada caso es distinto», dice el capitán del Seprona. «Una de las personas desaparecidas la encontramos en un lugar donde ya habíamos buscado tres veces. Era muy difícil verla por su posición casi enterrada», explicó Domínguez.

Los familiares de las personas desaparecidas agradecen el esfuerzo que realizan los efectivos que participan en los operativos de búsqueda. «Hay que estar en la piel de uno para saber lo que estamos sufriendo, y ellos se han puesto en nuestra piel. Están trabajando en tres turnos los siete días de la semana», afirma Ernesto Martínez, tío de la mujer desaparecida en el límite de los términos de Cheste y Chiva.

Los tres desaparecidos

La dana se cobró la vida de 224 personas en la provincia de Valencia, y otras tres continúan desaparecidas: Elizabeth Gil Martínez (38 años), José Javier Vicent Fas (56 años) y Francisco Ruiz Martínez (64 años). Las labores de búsqueda de Elizabeth se centran en la zona del barranco del Poyo entre los términos de Chiva y Quart de Poblet; los trabajos de rastreo para localizar el cuerpo de Francisco se extienden por las riberas de los ríos Magros y Júcar desde Montserrat a Cullera; y a José Javier lo buscan en el cauce del río Turia desde Pedralba a Valencia.

El fatídico 29 de octubre, Elizabeth Gil viajaba en un Ford Focus de color negro, junto a su madre, desde Cheste al Hotel La Carreta, donde ambas trabajaban. Conducía el coche Elvira Martínez (61 años), que fue hallada sin vida días después en el barranco del Poyo en el término de Quart de Poblet. El cuerpo de Elizabeth y el vehículo aún no han aparecido.

La mujer grabó dos vídeos con su móvil desde el interior del Ford Focus, el primero con la carretera ya inundada y el segundo cuando la riada arrastraba el coche. Elizabeth trabajaba aquella tarde e intentó llegar al hotel pese a las inundaciones. Su madre tenía otro turno, pero se ofreció a llevarla en su coche, y poco después de salir de Cheste tuvieron que cambiar de ruta porque algunas carreteras ya estaban cortadas.

Los dos vídeos fueron analizados por la Guardia Civil y la Unidad Militar de Emergencias (UME) para acotar el área de búsqueda. Dos días después de que fuera arrastrada por el agua, un familiar asegura que llamó por teléfono a Elizabeth y su móvil todavía daba tono, por lo que habría dejado de funcionar cuando se agotó la batería, según la familia. Sin embargo, otras personas allegadas a la víctima afirman que la llamaron la noche del 29 de octubre y le mandaron mensajes, pero el teléfono ya no daba señal.

Algunos tramos de la rambla del Poyo, entre Chiva y Quart de Poblet, se han rastreado varias veces por diferentes equipos de búsqueda para cerciorarse de que no había ningún sitio sin reconocer. Iván, el hijo mayor de Elizabeth, participó también en los operativos de búsqueda en la zona donde se perdió su pista. El joven de 18 años lleva en su piel un tatuaje de un tigre y una rosa dedicado a su madre.

Los Topos Aztecas, una organización mexicana especializada en la búsqueda de desaparecidos, participó en otro operativo en la zona para tratar de localizar a Elizabeth. Y un helicóptero y drones sobrevolaron el barranco y montones de cañas en los campos aledaños. «Hemos buscado a las víctimas con todos los medios que tenemos y vamos a seguir haciéndolo. Las familias tienen que saberlo», asegura un guardia civil.

Francisco Ruiz desapareció en el aparcamiento de una supermercado en Montserrat tras poner a salvo a sus dos nietos de cinco y diez años. El hombre subió a los niños al techo de su vehículo y fue arrastrado por el agua cuando buscaba ayuda, según el alcalde de la localidad, Sergio Vila.

José Javier Vicent y su hija. LP

Y José Javier Vicent se encontraba con su hija, una joven de 30 años con síndrome de Down, en una casa de campo en Pedralba cuando fueron sorprendidos por la riada. El nivel del agua llegó casi hasta el techo. El cuerpo sin vida de la joven apareció dos días después en una playa de Sueca, a unos 70 kilómetros de distancia, y de su padre no hay rastro hasta la fecha. La tarde del fatídico 29 de octubre, José Javier envió varios mensajes a su mujer, que estaba en Valencia, en los que decía que estaba preocupado porque llovía mucho.

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