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El interior de la finca okupada. JESÚS SIGNES

La casa de los horrores de Gandia

La Guardia Civil investiga si hay más casos mientras los vecinos recuerdan lo ocurrido: «Vimos a dos chicas salir corriendo de la vivienda»

B. HERNÁNDEZ/ Ó. DE LA DUEÑA

Martes, 17 de enero 2023

La puerta y las cuatro ventanas de la vivienda de la calle Montdúver 37 de Gandia están tapiadas por cartones. Para los vecinos, no era ningún secreto que aquella casa estaba ocupada ilegalmente desde hacía casi un año. Pero que en su interior abusaban de menores de edad es una noticia que les llegó por la prensa. El pasado mes de octubre, la Guardia Civil detuvo a tres hombres marroquíes, de 50, 37 y 20 años, por agredir sexualmente a dos adolescentes. Un posible cuarto agresor, de 43 años y que se encuentra interno en la cárcel de Picassent, también está siendo investigado.

Aquella casa de los horrores está completamente en ruinas. En condiciones infrahumanas. Fuentes de la investigación aseguran que de uno de los colchones de la vivienda ha emergido un brote de sarna. Del interior sale un chico marroquí de 20 años. Se asoma por una de las ventanas, tapada por la cortina. Baja a hablar. Abre la puerta tirando de una cuerda. Ya no puede volver al interior si no es reventando la cerradura, o quitando los barrotes de las ventanas. «Llegué ayer. Me dijo un amigo que me podía quedar aquí a dormir. No sé nada de ninguna violación», asegura el residente ilegal.

La finca desprende un potente hedor a marihuana. El joven marroquí tiene los ojos rojos y las pupilas dilatadas. Balbucea el español. Fuentes del caso aseguran que si este caso se hubiera producido en otra ciudad como Madrid o Barcelona, se hubiera catalogado como «narcopiso».

El barrio está conmocionado. María y Clara observan desde el su balcón, que da directamente a la casa de los horrores de Gandia. «Aquí viene mucha gente a comprar droga», cuentan abuela y nieta. Están acostumbradas al alboroto. «Se pelean mucho por las noches. También se escuchaban chillidos. Ha venido varias veces la policía», relatan. «Vimos a dos chicas salir corriendo de la vivienda».

Fachada de la casa, con la puerta y las ventanas tapiadas. JESÚS SIGNES

Ninguno de los testigos es capaz de precisar cuántos hombres residían en la vivienda de manera ilegal. Lo que sí cuentan es que era frecuente ver movimiento de gente. En cuanto a mujeres, Óscar, vecino de la zona, recuerda que era frecuente ver a dos adolescentes, de 14 y 16 años, que entraban y salían de la vivienda. «Nunca se quedaban demasiado rato. Como mucho unos 45 minutos», recuerda.

Fuentes del caso apuntan a que una de las chicas abusadas huyó del centro de menores en el que se encontraba para irse a vivir con su novio, de origen marroquí, que también residía ilegalmente en la finca.

Las fuerzas de seguridad consiguieron dar con el paradero de las menores gracias a la madre de una de ellas. La mujer, residente en Valencia y de origen colombiano, se hizo pasar por una adolescente y contactó con uno de los autores de los hechos que también trató de captarla a ella.

La denominada Operación 'ALIKE', comenzó a finales de junio del año pasado a raíz de la interposición de una denuncia por la desaparición de 2 menores en La Safor, en Valencia.

Al parecer, la estrategia que empleaban los supuestos criminales era captar a adolescentes con la excusa de ofrecerles un lugar donde dormir. Cuando conseguían que entraran en la casa ocupada ilegalmente les ofrecían estupefacientes para lograr abusar de ellas. Además, les prometían que les iban a hacer regalos y les iban a dar dinero. Óscar, uno de los vecinos, sí que recuerda oír a las chicas diciendo cosas del estilo: «Entremos que así bebemos gratis y nos invitan a todo lo que queramos».

Los propietarios de la casa también se han enterado de la noticia por la prensa. La casa está dividida entre varios herederos. LAS PROVINCIAS ha conseguido contactar con uno de ellos que reside fuera de la Comunitat Valenciana. «La policía no nos ha llamado para avisarnos. Hemos tenido que ir viendo los periódicos para ver si era nuestra casa», cuenta la mujer. Ya sabían que la vivienda estaba ocupada, pero «cuando fuimos vimos que eran gente normal. Eran jóvenes marroquíes que dijeron que trabajaban en un almacén de naranjas y no podían pagar el alquiler». En ese momento les permitieron permanecer allí. Ahora están a expensas de que la justicia los eche.

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