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La jornada empieza a las 10 de la mañana. Vito y Julian se citan en la Playa de Las Arenas. Anoche recibieron un mensaje de unos policías. «Acudid a la playa de Las Arenas. Hay muchos carteristas». Así que los jóvenes se enfundan en ropa que los haga pasar desapercibidos y acuden al sitio para prevenir a los visitantes. Vito es la cara que se encuentra detrás de la cuenta de Instangram «patrullavalencia». En tan sólo cuatro meses, acumulan más de 15 mil seguidores.
El movimiento de perseguir carteristas y difundir sus rostros por redes sociales para alertar a los ciudadanos lleva mucho tiempo extendiéndose por otras ciudades como Madrid o Barcelona. Incluso esta tendencia de perseguir a delincuentes y exponerlas en redes sociales ha saltado al panorama internacional. En Italia, Francia o Lisboa también son muchas las personas que se dedican a perseguir a los ladrones.
Cerca de 20 personas forman el grupo. Les une un objetivo común: alejar a los carteristas de las calles de Valencia. «Este último año la delincuencia ha subido mucho en la ciudad. Cada vez hay más carteristas», cuenta Vito mientras vigila por el Paseo Marítimo. Se fija en todas las personas que se encuentran en el lugar. «Suelen vestir muy arregladas. Con vestidos largos y anchos para que no sospeches de ellas. Por eso es importante que la gente de Valencia conozca sus caras», comenta el joven.
Los integrantes de «patrullavalencia» se organizan por grupos de la aplicación de mensajería de Telegram. «Tratamos de coordinarnos con la Policía y con los comerciantes que sufren robos para saber por dónde ir a vigilar», comentan los chicos. La persecución de los carteristas se ha convertido en algo tan popular que incluso hay una aplicación llamada «Pickpocket alert» donde los ciudadanos cuelgan fotografías de los ladrones y el lugar en el que han sido vistos. A las personas que tienen instaladas la aplicación les llega una notificación al teléfono. Está disponible en Valencia, Córdoba, Sevilla, Barcelona, Madrid, Milán y Roma.
Durante la vigilancia, Vito advierte un hombre que camina muy cerca de los puestos de la playa. Lo sigue tienda por tienda. Pero el sujeto al que estaba observando finalmente no se lleva nada de las tiendas y prosigue la vigilancia.
Tiene un método arraigado. Primero graba a los carteristas cuando tratan de robar al descuido a algún viandante. «No me gusta chillarles. Aviso a la víctima y llamo a la Policía», comenta Vito. Con tal de conseguir que no escapen, se pone a hablar con ellos. «Les advierto de que los estoy vigilando y les pregunto cuánto tiempo llevan haciendo esto. Algunos se ofrenden y se hacen las víctimas. Otros confiesan», cuenta el administrador de «patrullavalencia».
No son botines pequeños los que se llevan las bandas que azotan Valencia: las bosnias, las búlgaras y los de origen magrebí. El joven revela: «Un magrebí que se ponía a robar en el centro me contó que se podía sacar 80 euros al día con lo que robaba. Incluso me contó que en un día bueno podía sacarse hasta 2.000 euros y ya no trabajaba en toda la semana».
El grupo valenciano está en contacto con el resto de agrupaciones españolas. Según informa el administrador, le comentaron que las bosnias que suelen estar en el centro de Valencia fueron vistas hace dos semanas en Sevilla. «Se van moviendo. Sobre todo en verano. También se compran billetes de autobuses turísticos o acechan a la gente de los cruceros haciéndose pasar por otras visitantes más para no levantar sospechas», cuenta el chico. Comenzó con la cuenta poco después de que se incendiara la finca de Campanar. Dos días tras la tragedia, lo intentaron atracar. «Pensé que había que ponerle solución a esto. Si se sienten acorralados se irán», opina.
La mañana es tranquila en la playa Las Arenas, pero hace dos días localizaron a un hombre en el Paseo Neptú tratando de robar una bicicleta valorada en unos 3.000 euros.
La vigilancia continúa por Torres de Serrano para adentrarnos en el casco histórico de Valencia. Vito ya tiene una estrategia para que los carteristas que suelen estar en la ciudad no lo reconozcan. «Cada día voy con ropa diferente o incluso con gorra y gafas de sol. Me he comprado tatuajes falsos para que les sea más difícil saber quién soy», revela.
La jornada en el casco histórico de Valencia transcurre de manera tranquila. Aunque los comerciantes están siempre alerta. La propietaria de un ultramarinos ha tenido que cambiar la disposición de su tienda. «Vienen muchísimo a robar. Se llevan bebidas o lo que encuentran y se van corriendo», comenta la mujer desolada. Cerca del mediodía, en la parada del metro de Xàtiva, una mujer trata de robar a unos señores mayores pero al advertir la presencia de Vito se va corriendo y se pierde por la Estación del Norte, Así es la rutina del grupo: pasear todos los días por si encuentran carteristas.
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