«Cuando contaba lo que me hacía nadie me creía»

Desprotegida, menospreciada y sola ante su próxima maternidad. Así se siente Teresa T. M. tras cumplir 18 años y pasar la mayor parte de su vida en centros de menores. Sus pesadumbres comenzaron a trascender cuando uno de sus educadores, Luis Eduardo Ramírez Icardi, exmarido de Mónica Oltra, abusó sexualmente de ella.

Era una niña y no sabía cómo enfrentarse a la angustiosa situación. Tenía 13 años. Confiaba en su cuidador. «Lo pasé muy mal. Cuando contaba lo que me hacía nadie me creía. Me escapaba del centro porque no quería verlo», recuerda la joven.

«Se aprovechó de mí. Yo le contaba todo porque era muy buena persona conmigo, pero me decepcionó», añade Teresa. Uno de los días que no regresó al centro de menores Niño Jesús de Valencia, la Policía la identificó en la calle y le preguntó por qué se ha había fugado. Ella no contestó pero una amiga que le acompañaba desveló su horrible secreto. «No quiere volver porque un educador le mete mano», dijo la menor.

Tras denunciar los abusos, la Policía Autonómica y la Fiscalía de Menores se convirtieron en los únicos garantes de sus derechos. «De la Policía no tengo queja pero de otros sí. Me dieron la espalda los que debían protegerme», asegura Teresa. «Hablé con la directora y me dijo que no creía que Luis fuera capaz de hacer lo que yo decía. Eso me dolió mucho», señala la joven.

«En el juicio me sentía la acusada en vez de la víctima cuando me preguntaba el abogado de él», agrega. Tampoco entiende por qué la trasladaron a la sala con las muñecas engrilletadas y culpa de esta humillación a los responsables de su tutela. «Lo de las esposas fue muy fuerte. Me trataron como si yo fuera una delincuente peligrosa. ¿Cómo me iba a escapar si yo quería ir al juicio? Tenían que haber hablado con los policías para decirles que no había ningún riesgo de puñetera fuga. ¡Joder!, yo era la víctima», afirma con indignación.

El desinterés de los responsables públicos de la Generalitat sobre la tutela de la menor fue reconocido en un escrito por la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana. La falta de cooperación del centro de reforma en el que estaba internada la chica favoreció su desatención antes, durante y después del juicio.

«Mucha tutela, mucha tutela, mucho derecho del menor..., pero cuando necesitaba apoyo de verdad no lo tuve. La sentencia no sé si es justa porque yo no sé de leyes, pero a mí me hicieron mucho daño. Primero él y luego los que decían que yo mentía», asegura Teresa.

Embarazada de ocho meses

La vida le puso otra zancadilla tras quedarse sin hogar en plena pandemia. La joven acababa de quedarse embarazada cuando tuvo que abandonar el piso de un familiar y buscar otro domicilio. Durante varios días, Teresa y su novio vivieron en terrazas y rellanos de edificios de Benimàmet. «Aún no había dicho que estaba embarazada porque no me gusta dar lástima. Una vecina nos dejó unas mantas y dormimos en el suelo», manifiesta con el rostro cariacontecido.

Cuando su abuela materna se enteró de la penosa situación de su nieta, la acogió dos meses en su casa en Turís. Luego se apiadó de ella una prima, quien también le ofreció una habitación, con la que convive ahora y comparte los gastos de luz y agua. «Vivimos juntas con su pareja, mi novio y la madre de mi prima. El piso es pequeño pero nos apañamos bien», explica con resignación.

Mientras Teresa trata de abrirse camino, su padre cumple condena en la cárcel y su madre intenta desengancharse de las drogas. «Mi madre no puede ayudarme. Bastante tiene ella con lo suyo. Tengo que salir adelante. Necesito una ayuda social para criar a mi hijo y que no acabe en un centro de menores», dice con incertidumbre cuando apenas faltan unos días para el parto.