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La familia de Natalia Sánchez, la joven de 22 años desaparecida en París, respira ya con su localización después de días de incertidumbre. Otros siguen asfixiados por la feroz angustia de la incógnita. Alejandra Ayala y su esposo Manuel Marcelo Salazar preparan las maletas en su casa del barrio de Jesús. Son los padres de Nathaly Salazar, la joven mochilera valenciana ausente desde el 2 de enero de 2018, cuando salió de su alojamiento en Cuzco para conocer pueblos andinos. Buscan justicia y quieren estar presentes en el juicio a los dos sospechosos de la muerte de una hija, la mayor de sus tres chicas, «llena de vida, ilusiones y amor a los demás». Ni siquiera pueden enterrarla. Pese a los numerosos rastreos, su cadáver, la prueba clave, no ha aparecido. A día de hoy, el paradero de Nathaly sigue siendo un doloroso misterio.
«Una madre siempre alberga esperanza. Yo no encajo su muerte. Creo que mi hija aún esta viva. Pienso que podría estar secuestrada, prostituida, drogada, víctima de una red de gente malvada... pero, ¿muerta? Allí ya han desaparecido muchas jóvenes turistas. Es todo demasiado extraño». Alejandra ya estuvo en Cuzco a principios del año pasado, cuando comenzó una compleja búsqueda a raíz de la confesión (se ignora si cierta o interesada) de los dos sospechosos, dos lugareños de la zona de Maras.
Ellos mantuvieron, y mantienen, que la joven de 28 años sufrió un accidente de tirolina, atracción turística con la que estaban vinculados, y después, por miedo a las consecuencias, decidieron cargar su cadáver en un coche y deshacerse de él arrojándolo a un río. Ahora los padres de Nathaly, un gruista y una empleada de hogar con una incapacidad, vuelven al país andino para ver sentados en el banquillo a esas dos personas, «que saben la verdad y se la callan».
Según avanza la madre un día antes de su partida, a mediados de este mes «habrá una audiencia oral». Ya en junio, todavía no sabe la fecha exacta, llegará el momento del juicio. «Visto lo visto, lo del río está ya descartado por la policía. Allí no la tiraron. La probabilidad que manejan los investigadores es que la enterraran en algún sitio por Maras que ellos se niegan a revelar para cubrirse las espaldas y ocultar esa prueba», apunta Alejandra.
Mientras, los dos sospechosos siguen en prisión provisional en Cuzco con cargos de homicidio culposo, según la madre de Nathaly. El fiscal encargado del caso, Juan Carlos Larnia, «va a pedir para cada uno 30 años por homicidio calificado con agravantes de robo, violación y ocultación de pruebas». Según destaca la progenitora, para el acusador de la justicia peruana «la hipótesis de un accidente de tirolina se cae». El fiscal «dice que la drogaron y le hicieron cosas atroces. La violaron, le robaron sus cosas y luego la mataron. Se basa en las contradicciones de los sospechosos, los testigos y las personas interrogadas hasta la fecha». Y cita sólo un ejemplo: «Varios vecinos de la zona han ratificado que el día en que ellos aseguran que se produjo el accidente de mi hija no hubo 'vuelos' de tirolina a causa del mal tiempo».
En definitiva, hay «muchas cosas que no cuadran». La duda radica ahora en si la ley caerá sobre los sospechosos con la fuerza que los padres desean o si, ante la falta de cuerpo y autopsia, el tribunal creerá la versión del accidente de tirolina que mantienen los sospechosos. Esto podría acarrearles una menor pena.
Alejandra incide en otro punto clave: «Lo de mi hija no es un hecho aislado. Allí ya han desaparecido más chicas viajeras. Hay otras dos familias de Canadá y Estados Unidos que han padecido el mismo infierno con hijas jóvenes en la misma zona». Para la desconsolada madre, «esto no puede ser casualidad».
Incide en las carencias de un sistema policial y judicial, el de Perú, «que no funciona como sería deseable». Según critica, «a veces la policía, en vez de ayudar, oculta pruebas o las pierde». Se queja de haber recibido «escasos apoyos por parte del gobierno peruano» en su lucha por encontrar a Nathaly e incluso se atreve a hablar de «corrupción».
Ante el caso de la joven española en París, ya localizada, «estamos con su familia de todo corazón y espero que puedan aclarar qué pasó con ella». Esta es su reflexión: «Perder a un hijo es un dolor bárbaro, pero cuando ocurre en la distancia, en el extranjero, aún lo es más. Para nosotros la pena por Nathaly es una condena de por vida».
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