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TEXTO: MIKEL LABASTIDA | ILUSTRACIONES: BRUNO PERALES
Lunes, 9 de enero 2023
Durante cinco meses Maje y Salva fueron felices como asesinos. Ella, yendo con unos y otros, con la ansiada libertad que había adquirido tras la muerte de su marido. Y él, aguardando los momentos en que sabía de ella y soñando con una vida juntos, ahora que aparentemente no existían obstáculos entre ellos. Ambos compartían trabajo en un hospital y multitud de secretos. Cada uno llevaba un disfraz distinto para evitar ser descubierto. Maje, el de viuda afligida, y Salva, de afable padre de familia. Hasta el 10 de enero, día en que la policía les obligó a quitarse el disfraz y enfrentarse con la realidad.
Se cumplen ahora cinco años de la detención de los dos autores del crimen de Antonio Navarro, ingeniero nacido en Novelda hacía 35 años, a quien le asestaron ocho puñaladas en el garaje de su casa, en la mañana del 16 de agosto de 2017. El caso adquiría nuevos tintes tras una investigación en la que se había descartado el robo como principal motivo del homicidio. El descubrimiento de las relaciones extramatrimoniales de la esposa del fallecido y de los intentos de esta para que alguno de sus amantes matase a su marido multiplicaron la atención mediática sobre el suceso y lo convirtieron en uno de los más populares de los últimos años en Valencia. Cada ciudad tiene sus asesinos célebres. Como tiene sus monumentos o sus costumbres. La viuda negra de Patraix cuenta con el triste honor de haber entrado en esa mácabra lista. En la actualidad cumple condena en la prisión de Picassent, al igual que su cómplice, Salvador Rodrigo.
Para entender el caso hay que retroceder hasta el año 2011 cuando María Jesús Moreno, que para los anales quedará como Maje, conoce al que iba a ser su pareja a través del hermano de ella, puesto que ambos estudiaban en la misma Universidad. Se llevan nueve años pero eso no les impide iniciar un noviazgo, que atravesará toda clase de altibajos, algunos -como la distancia cuando él empieza a trabajar en Zaragoza- resultan más fáciles de superar que otros -un malentendido económico paralizó la relación unos meses-. Pero ella terminó persuadiéndole para que volviesen a estar juntos. Antonio era para aquella chica un pasaporte para salir de un pueblo que le ahogaba y de una familia que la constreñía. Maje quería ser una persona que su entorno no le permitía.
Se refiere el escritor Gordon Burn, en el libro 'Felices como asesinos' que dedicó a los psicópatas Fred y Rosemary West, a la libertad que otorgan las ciudades: complacencia, perversión, anonimato y desorden en lugar de la vida previsible y el apacible cambio de las estaciones. «En la ciudad lo prohibido -lo más temido y deseado- se hace posible. Y Fred y Rose, nacidos ambos en casas con vistas al campo abierto que se prolongaban hasta el horizonte, se habían sentido atraídos por las oscuras anfractuosidades de la vida urbana». Maje también. Deseaba dejar atrás Novelda. Y Antonio representaba un buen seguro económico para abordar este viaje. En 2015 fijan su residencia en Valencia y un año después compran el piso -él pone el 80% del importe- de la calle Calamocha. Y la plaza de garaje, donde dos años más tarde a él le sorprendería la muerte.
Salvador Rodrigo, tercer vértice del funesto triángulo, hace su aparición en 2015. Conoce a Maje en el hospital en el que ambos trabajan, ella como enfermera, él como auxiliar. Está casado y tiene una hija. De hecho su mujer también forma parte del personal del centro, pero eso no le impide iniciar una relación adúltera con su compañera que se expresa principalmente en cartas que intercambian a escondidas y en las que, con tono adolescente, ambos relatan sus sentimientos. Los de él van en aumento. Ella es capaz de ilusionarle con poco y consciente de lo que le provoca lo maneja a su antojo para que cumpla sus intereses. «Allí estaba... Sonriente, con los ojos brillantes desde el control de enfermería de la tercera planta», escribía ella. «Te quiero tanto que no dejo de pensar en ti nunca», correspondía él. «Tu brujo, tu petardo... simplemente Salva», firmaba uno. «Te quiero por encima de cualquier obstáculo. Tu Maje, tu bruja, tu fea...», estampaba la otra. «Deseo tanto que seas feliz que haría cualquier cosa por ti», llegó a decir él en una frase reveladora sobre lo que iba a ocurrir más tarde.
Esto no trastoca su relación con Antonio ni con otros hombres, porque la de Salva no es la única aventura que mantiene Maje, aunque sí la más platónica. A Tomás, fisioterapeuta, lo conoce en junio de 2016. A José, publicista, en mayo de 2017. Ninguno es consciente de que no son los únicos amantes de la enfermera, el último ni siquiera sabe que ella en realidad está casada. Es una malabarista de vidas paralelas. Con cada uno establece vínculos y dinámicas diferentes. Antonio llega a descubrir una de estas infidelidades y eso está a punto de dar al traste con sus planes de boda, pero ella consigue convencerle de que ha sido algo puntual y sin importancia y finalmente el enlace se celebra en septiembre de 2016 en el santuario Santa María Magdalena de Novelda.
En qué momento decidió Maje que quería asesinar a su marido no se sabe, pero sí el modo burdo en que trató de convencer a sus amantes para que fueran ellos los autores materiales. Se justificaba asegurándoles que él la maltrataba, que su carácter era hosco, que su matrimonio no se sustentaba con nada. Solo Salva cayó en la trampa. Porque estaba ciego y eso le impedía discernir la verdad, detectar las humillaciones, valorar las consecuencias de sus actos. Y por ello aceptó el encargo. Maje aseguraría después que sus palabras no iban en serio, que no instigó para que se cometiera el crimen, pero las pruebas recabadas durante la investigación atestiguan lo contrario.
Al menos dos semanas antes la pareja concretó el día en que cometerían el crimen. Lo prueba un mensaje de whatsapp que la mujer envió a su marido a principio de agosto en el que le miente y le indica que iba a estar de servicio la noche entre el 15 y el 16 de ese mes. Que fue la de la tragedia. Eso demostraría que ella conocía la fecha en la que Salva planeaba deshacerse de su rival. Existen otros muchos detalles que prueban su implicación en el suceso, como el hecho de que su amante conociese los horarios de entrada y salida de Antonio o que le hubiese proporcionado una llave del garaje.
Salva había comprado un cuchillo jamonero, y en pleno verano lo utilizó para acabar con Antonio. Lo esperó escondido entre los coches del garaje. Había elegido una hora temprana para evitar el trasiego de gente y un buen lugar para ocultarse mientras esperaba. El ingeniero bajó ajeno a lo que se avecinaba. No conocía al compañero de su esposa ni podía imaginar lo que ambos habían planeado. «Ojalá estuviese muerto», había deseado muchas veces la enfermera frente a sus amantes. Salva estaba a punto de cumplir sus deseos, como otras tantas veces, aunque esta vez iba a cruzar una barrera definitiva. Cuando se acercó con la intención de entrar en su coche se abalanzó sobre él y lo mató. Lo hizo con saña. Ocho puñaladas. Por la distribución de las heridas del cuchillo en su cuerpo se percibe que la víctima murió sin defenderse. El asesino abandonó el cuerpo desangrándose, se fue a un trastero de su propiedad a cambiarse de ropa, y volvió a casa para preparar la comida y comer con su hija. Un vecino encontró al mediodía el cadáver de Antonio en la plaza número 29. A partir de entonces comienza la farsa entre los implicados.
Novelda despide a su vecino sobrecogida todavía por lo ocurrido. El funeral se celebra en la iglesia de San Pedro en una ceremonia en la que la conmoción reina entre los presentes, incluida la viuda que lee una emotiva carta e incluso se abalanza sobre el ataúd llorando. Estos gestos chocan, sin embargo, con la actitud fría que muestra en los interrogatorios y con algunas de sus declaraciones, ya que insiste constantemente frente a la policía en el mal carácter de su marido recién fallecido.
La policía inicia varias líneas de investigación y las miradas enseguida se centran en la esposa. Una de las posibilidades es que el móvil del crimen haya sido económico. La muerte de Antonio deja a Maje con una pensión de viudedad de 1.100 euros y como beneficiaria de varios seguros de vida. No tardan en descubrir además la doble vida de la mujer. El teléfono pinchado de la esposa les desvela la existencia de Tomás y de Jose, entre otros amantes, pero no de Salva.
Esa pieza, capital para el caso, tarda en aparecer, porque la pareja utiliza otros móviles para comunicarse. Pero una llamada de Salva al teléfono principal, motivada por los celos, le sitúa dentro del radar de los investigadores.
En esa toma de contacto ambos se citan en un bar cercano al domicilio en Patraix. La policía acude a vigilar el lugar y se sorprende porque el perfil de Salva no coincide con la imagen física del resto de amantes de Maje, que suele escoger hombres más atléticos. Enseguida trazan un perfil sobre él, como una persona fácilmente influenciable, con baja autoestima, completamente ensimismado por recibir atención de alguien con una apariencia como la de Maje. Era evidente que él enloquecía por ella y era previsible que ella lo usase con otros fines. En el juicio posterior así lo confirmaría: «Apreciaba mucho a Salva pero sexualmente no me atraía y en la intimidad pedía cosas desagradables que yo no iba a hacer», confesó.
La suerte de la pareja estaba echada. A la policía le empiezan a encajar las piezas y solo tiene que aguardar a reunir toda la información para construir el relato completo. Para ello pinchan también el teléfono de él. Ellos no sospechan que han sido descubiertos y siguen comunicándose y desvelando información sobre lo sucedido aquel día. Maje trata de rehacer su vida, sale con sus amigas, conoce a nuevos hombres. «Nos gusta la movida, vamos a ser sinceras, eso sí, la movida con tíos buenos, yo la movida con Antonio que en paz descanse no la quería», le comenta a una amiga. Los investigadores no necesitan muchas más pruebas y tienden una trampa a la viuda diciéndole que tienen un sospechoso claro al que van a detener. Maje llama a Salva para contárselo sin ser conscientes de que van a revelar nuevos datos. los dos se citan en un cento comercial y otra vez la policía escucha la conversación. Lo que hablan propicia la detención días después.
Salva no tarda en confesar lo ocurrido. La policía encuentra el cuchillo en una fosa séptica por indicaciones del implicado. Más adelante cambia su declaración para exculpar en todo momento a su amante. Su obsesión era tal que quería protegerla a toda costa con la esperanza de que compartir momentos futuros. Vive en una nube que se va deshaciendo a medida que pasa el tiempo y las circunstancias y sus propios familiares le hacen entender la gravedad de la situación. En el juicio que se celebra en octubre de 2020 cambia su declaración y explica con detalles el modo en que entre los dos decidieron terminar con Antonio. Maje lo niega, pero el jurado no la cree. La sentencia declara culpables a ambos y condena a ella a 22 años y a él, por su colaboración, a 17.
Entran así en la historia más tétrica de Valencia.
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