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J. MARTÍNEZ
Lunes, 22 de mayo 2023, 15:27
El abogado y profesor universitario Alberto L. H. se ha sentado este lunes en el banquillo de los acusados para enfrentarse a una pena de 25 años de cárcel, la petición de condena que pide la Fiscalía, por el asesinato de su pareja, Cristina B. M., quien recibió 30 cuchilladas y golpes con piedras. El juicio con jurado popular ha comenzado en la Ciudad de la Justicia de Valencia y se prolongará hasta el 29 de mayo.
La hermana de la víctima y una empleada de hogar que compartía confidencias con Cristina declararon en la vista que el acusado agobiaba a su pareja hasta el límite de que ella «no tenía el control sobre sí misma» y sufría episodios de ansiedad.
La abogada que ejerce la acusación particular, la letrada Ángela Coquillat, se ha referido también al encausado como un hombre muy posesivo. «Tenía a Cristina como una propiedad, una posesión, sentimientos que podemos tener sobre las cosas, pero no sobre las personas», afirmó Coquillat.
Según la hermana de la víctima, la situación de agobio aumentó aún más cuando Alberto L. le dijo que quería dejar el despacho de abogados para optar a un puesto laboral en la inmobiliaria donde trabajaba Cristina. El asesino confeso declarará el último día tras aceptar el tribunal la petición de su abogado.
La emotiva declaración de la hermana de la victima, que no pudo aguantar las lágrimas en algunos momentos, contagió de tristeza a la mayoría de los asistentes. La joven explicó que el fallecimiento de su padre en un accidente de tráfico y el asesinato de Cristina, dos años después, han destrozado su vida familiar. También elogió las virtudes de su hermana: «Superinteligente, dulce, deportista, independiente, extrovertida, un ejemplo a seguir».
Con respecto al carácter posesivo del acusado, la testigo señaló que Cristina le contó que había sorprendido a Alberto mirando el móvil de ella. «Se conocieron a través de un amigo de él por la aplicación Tinder. Mi familia está muy unida y ella nos contaba todo. Al principio estaba muy ilusionada, pero pronto empezó a agobiarse porque él le hablaba hasta de matrimonio, y ella quería ir más despacio. Le dijimos que tenía que hablar con él», declaró Amparo B.
La empleada de hogar, que trabajaba desde hace muchos años en la casa de la víctima, también explicó en la vista que Cristina «quería darse un tiempo» en referencia a su relación con Alberto, por lo que ella interpretó que quería romper la relación. «Me dijo que no estaba enamorada, que lo estaba conociendo», añadió la testigo.
El crimen tuvo lugar el 3 de diciembre de 2021 en un ático de la calle Conde Altea, donde cuatro familiares de la víctima y el asesino hallaron el cadáver horas después. El procesado creía que su pareja cortaría la relación por no ser él «demasiado bueno para ella», según le dijo a un psiquiatra forense. Llevaban juntos dos meses y medio.
Además de los 25 años de prisión, la fiscal Socorro Zaragozá pide también ocho años de libertad vigilada para el procesado, una vez cumplida la condena, y que pague una indemnización de 90.000 euros a la madre y la hermana de la víctima.
La fiscal explicó a los miembros del jurado que Alberto asesinó a su pareja de «una manera deleznable», con alevosía y ensañamiento, tras golpearla con una piedra en la cabeza, agredirla con tres cuchillos y unas tijeras y asfixiarla con el cinturón del batín.
Coquillat añadió que lo hizo con alevosía para asegurar su muerte al golpearla y acuchillarla cuando Cristina estaba de espalda y dormida. La letrada describió todas las lesiones que sufrió la víctima, incluida una cuchillada que le atravesó el cráneo.
La acusación particular solicita también 25 años de cárcel con la agravante de género, mientras que el abogado que ejerce la defensa, Manuel Sáez, sostiene que el procesado sufrió un trastorno mental transitorio y pide 10 años de prisión por la aplicación de los atenuantes de confesión y obcecación.
Sáez manifestó que el encausado no modificó la escena del crimen ni intentó huir, sino que se tiró del séptimo piso para suicidarse, pero la uralita de la planta baja y una contenedor amortiguaron el golpe. Respecto al asesinato, el abogado de la defensa afirmó que no fue una acción premeditada, sino un crimen espontáneo tras una paranoia, una idea obsesiva que explotó en ese momento sobre la posible ruptura de la pareja. Sáez también señaló que el acusado no tiene antecedentes psiquiátricos, pero sufría anomalías psíquicas.
Según la fiscal, el asesino utilizó tres cuchillos de grandes dimensiones, dos de ellos de 19 y 20 centímetros de hoja, tres piedras y unas tijeras para golpear y acuchillar a la víctima. La Policía Científica encontró las armas blancas en la misma habitación donde Alberto L. cometió el crimen.
La defensa sostiene que la víctima no sufrió pese a las 30 puñaladas que recibió, porque estaba inconsciente tras el primer golpe que sufrió en la cabeza con una piedra. Sáez entiende, por ello, que no hubo ensañamiento.
La hermana de la víctima, extrañada al no tener noticias de ella, presentó una denuncia de madrugada en una comisaría de Madrid para que la Policía investigara su desaparición, mientras que un hermano del asesino y la madre de Cristina se desplazaron al domicilio del abogado para preguntarle si sabía dónde estaba su novia. Y fue entonces cuando descubrieron el cadáver en el ático, concretamente en el número 33 de la calle Conde Altea. También acudió con ellos un primo de la víctima, un policía local de Alaquàs que declaró hoy en el juicio.
Horas después, la Policía Nacional detuvo al autor del crimen en el Hospital Doctor Peset, donde se encontraba ingresado por las lesiones que sufrió en sus tobillos al caer por el deslunado del edificio poco después de cometer el crimen.
La Policía sospecha que Alberto se descolgó de noche por el patio de luces para que los vecinos no lo vieran salir del piso. El asesino sabía que había una cámara de vídeo en el portal del edificio y no quería ser grabado.
En un primer momento, el procesado manifestó que se había precipitado de forma accidental cuando se descolgaba por la tubería del patio de luces para robar en un restaurante, pero después dio a entender a los agentes que se había intentado suicidar. Su abogado defendió en el juicio esta segunda versión y también manifestó que Alberto está muy arrepentido y ha intentando quitarse la vida en la cárcel.
El asesino estuvo varias horas hospitalizado mientras Cristina yacía muerta en la cama de su dormitorio y sus familiares la buscaban y llamaban por teléfono. Tras el hallazgo del cadáver de la mujer en el piso donde residía Alberto, la Policía relacionó el crimen con la caída que había sufrido el abogado y acudió al hospital para detenerlo.
El asesino era profesor asociado de la Universitat de València y daba clases en las carreras de Derecho, Criminología y en el doble grado de Derecho y Criminología. Además, es letrado especialista en derecho de familia, laboral y penal.
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