El circo mediático se desató con la puesta en libertad de uno de los criminales más afamados de la crónica negra española. A las puertas de la prisión aguardaban hasta dos reporteras de una televisión nacional intentando llevarse a Ricart al plató para pagar por una infame entrevista. Parapetadas en un coche de alta gama en el que intentar llevarse al exconvicto a Madrid. El reportaje llegó a realizarse pero la presión social impidió que se emitieran poco más que retales del vídeo grabado.
Ricart salió de Herrera de la Mancha como elefante en cacharrería. Literal. A las puertas del presidio manchego el triple asesino embistió a la prensa. Hubo empujones con el medio centenar de representantes de los medios de comunicación que aguardaban su salida. Como antes rodearon a Juan Manuel Valentín Tejero, el asesino y violador de la niña de nueve años Olga Sangrador. Años después, el monstruo volvió a delinquir. Condenado por abusar de otra menor. La viva imagen del futuro que más tarde le esperaba a Ricart.
Nadie le esperaba a las puertas de la cárcel. Ni su única hija, tampoco nadie de su Catarroja natal
La ropa de Ricart al atravesar el control de seguridad de Herrera era como una especie de canto irónico a todos los presentes. 'Freedom', libertad en ingles, y 'best wishes' (los mejores deseos). Mensajes estampados en una chaqueta bomber blanca bajo la que se apreciaba su fuerte constitución. En las dos décadas entre rejas se machacó a hacer ejercicio. Nadie le esperaba fuera para abrazarle. Ni su única hija ni tampoco ningún vecino o conocido de su Catarroja natal. Sólo un taxista al que 'El Rubio' había llamado desde el interior de prisión para pedir el transporte
La caravana mediática enfiló hasta la estación de tren de Manzanares. Custodiado por la Guardia Civil, Ricart emprendió una alocada carrera por las vías y los andenes pedregosos de la estación, llegando a enfrentarse con un palo a los reporteros. Al final un tren lo lleó hasta la estación de Linares. Sin brújula. Sin rumbo. Allí dieron con él las 'paparazzi' que lo seguían. Condenado a ser carne de cañón. Ricart llegó a residir unos días en una pensión de Madrid a sueldo de la productora que quería emitir la entrevista. Su intentona falló.
El siguiente destino de la alocada huida hacia adelante del triple asesino fue Córdoba. Su intención era alejarse del mundanal ruido entre las tapias de un convento de los Trinitarios. Su contacto, el cura que conoció en Herrera de la Mancha. Otra vez la presión social al conocerse el destino dio al traste con sus planes. Y Ricart volvió a echarle el petate a la espalda y a correr.
En Barcelona durmió en la calle. Pasó la frontera y se esfumó. El juez decide el futuro de una vida sin norte
Un autobús lo debía llevar hasta Barcelona. Antes, pasó por Valencia. Estuvo en la ciudad que él y Anglés pusieron en el mapa del horror con el triple crimen de Alcàsser. No se atrevió a poner un pie en la ciudad. Pasó 45 minutos en el autocar hasta que este siguió rumbo a Barcelona. Allí durmió varias noches en la calle, en los alrededores de la estación de Sants. Su ruta siguió hasta Francia. Y ahí su rastro se esfumó durante años.
No fue hasta enero de 2021 cuando su fantasma reapareció. En un piso okupa de Carabanchel. Otro narcopiso. Coqueteando con la misma 'dama negra' que ya le unió a Antonio Anglés: la droga. En aquella ocasión sólo fue identificado cuando iba a comprar droga junto a un amigo. El mismo pozo al que ha acabado cayendo ahora tras su arresto como responsable del oscuro rincón del Raval desde el que presuntamente trapicheaba con cocaína, hachís y otras sustancias. El juez decidirá hoy el próximo destino de Ricart. En el tren que le conducía hasta Linares conversó con el fotógrafo de LAS PROVINCIAS Jesús Signes. Preguntó por Valencia. Por Fernando García, el padre de una de las niñas. Tratando de poner los pies en la tierra. Tratando de encontrar el norte de una vida que nunca lo tuvo.
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