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El hombre detenido por el crimen del sacerdote Alfonso López cumple sus primeras horas en prisión después de que el juez decretara el pasado ... sábado su ingreso en la penitenciaría. La exhaustiva investigación de la Policía Nacional permitió la detención de Miguel Tomás V. N. en apenas 48 horas. Los agentes del Grupo de Homicidios lograron un avance fundamental en sus pesquisas gracias a la colaboración del dueño de un pub de la calle Cuenca, quien facilitó las primeras imágenes del homicida.
Los policías ya habían intervenido el teléfono del sacerdote porque el dispositivo estaba siendo utilizado, al parecer, por el autor del crimen. De hecho, el sospechoso había enviado mensajes a conocidos y amigos del cura para hacerles creer que estaba vivo y retrasar el hallazgo del cadáver.
Por ejemplo, agradeció en un grupo de WhatsApp de 27 religiosos, denominado los Canónigos, las felicitaciones que recibió por su santo. El administrador, sin embargo, le expulsó porque ya tenía noticias del violento fallecimiento. Con el mismo propósito, el presunto asesino envió un mensaje al conserje de la finca cuando este ya había descubierto el cuerpo sin vida de su vecino. «Miguel, paso algo. Estoy ocupado» (sic). El destinatario, lógicamente, se quedó estupefacto.
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Los investigadores sabían que seguir el rastro del dispositivo móvil era clave para el éxito de su trabajo. Y el homicida no tardó en proporcionarles una valiosa pista. Tomás V. N. llamó al dueño del pub «La Gozadera», en la calle Cuenca de Valencia y le recordó que había dejado una bolsa de unos grandes almacenes en el local. En concreto, el sospechoso había estado allí la noche del día 23. El dueño del local lo recordaba sin lugar a dudas. Esa noche había dos grupos en el local de ocio «y un joven que consumió en la barra». Ese era el presunto asesino.
El sospechoso llegó sobre la una de la madrugada y tomó tres copas de ron. Incluso le pidió a la camarera que pusieran un par de canciones en un pub frecuentado por la comunidad latina. Mantuvo conversación con dos mujeres que previamente hablaban con otro cliente., y abandonó el local al cierre, a eso de las 3.30 horas de la madrugada en compañía de las dos mujeres.
El pub dispone de un circuito cerrado de televisión, pero el propietario tuvo problemas para la descarga de los vídeos. Fue entonces cuando envió a la Policía tres imágenes del individuo. Un hombre de tez morena, pelo moreno y muy corto en los lados y que vestía un suéter azul y un pantalón negro.
El rastreo del móvil llevó hasta el Hostal Abastos. En el momento que los agentes acudieron al establecimiento, el sospechoso ocupaba la habitación número 1 del establecimiento. La recepcionista les mostró imágenes del huésped grabadas en el momento que entró en el hostal. Y estas tenían una gran similitud con las facilitadas por el dueño del pub. Todo encajaba. En ese momento, el sospechoso salió de su habitación y fue identificado y arrestado.
El detenido autorizó el registro de su habitación donde se encontró el teléfono del sacerdote, así como una tarjeta de crédito y otra de El Corte Inglés, también a nombre del canónigo asesinado. El individuo no supo explicar la posesión de las tarjetas del cura.
Los policías le tomaron muestras de ADN para compararlas con los restos biológicos que la Policía Científica halló en la escena del crimen tras una minuciosa inspección. El cuerpo del sacerdote fue hallado en ropa interior en uno de los dormitorios del piso de la calle Avellanas, propiedad del Arzobispado de Valencia. Junto al cadáver se halló un trapo de cocina. La Policía sospecha que el asesino pudo utilizarlo para asfixiar al sacerdote.
Alfonso López era doctor en Derecho y se encargaba precisamente de los expedientes de los sacerdotes que querían abandonar la Iglesia. Los informes luego se enviaban al Vaticano. Tras centrar las investigaciones en el círculo de amistades y conocidos del clérigo, la Policía averiguó que mantenía relaciones con varios jóvenes, la mayoría sin recursos económicos, a los que solía ayudar con la entrega de pequeñas cantidades de dinero. En algún caso, los más allegados pernoctaban en la propia vivienda de la calle Avellanas y un apartamento propiedad de la víctima, según las declaraciones de varios testigos.
Las investigaciones policiales van arrojando poco a poco luz en torno a las compañías que frecuentaba el sacerdote valenciano. Poco tiempo antes del crimen, el cura mantuvo un encuentro sexual con un hombre que presentaba una discapacidad intelectual del 43 por ciento. El religioso Alfonso López conoció a este hombre, originario de otra comunidad autónoma, en la estación de autobuses de Valencia. Entabla conversación con él, lo invita a un café y le pide el número de teléfono. Eso sucede hace medio año. Semanas después, Alfonso contacta por móvil con el joven discapacitado, de 34 años, y le propone verse de nuevo, para lo que el sacerdote se ofrece a pagarle el billete de autobús y a quedarse en su casa a dormir, puesto que el joven le dice que no dispone de dinero suficiente. Finalmente se traslada a Valencia (el billete al final se lo paga una expareja).
Según las investigaciones policiales, el joven llegó a la estación de autobuses de Valencia en la madrugada del viernes 19 de enero, Alfonso, acompañado de un hombre de nacionalidad rumana, le está esperando. Los tres se suben en un coche y se trasladan al domicilio del cura, cerca de la Catedral de Valencia. Allí duerme el joven discapacitado la primera noche, compartiendo cama con Alfonso. Pero, a la siguiente, el sábado 20 (tres días antes del crimen), el sacerdote se aproxima a él mientras el joven estaba acostado y se le insinúa, aunque no llega a ofrecerle dinero por mantener relaciones, y finalmente mantienen un encuentro sexual.
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