El entrenador de fútbol acusado de abusar de 26 menores declara que no les obligó a hacer retos sexuales

El entrenador de fútbol acusado de abusar de 26 menores, José Vicente C. F., declaró que solo se trataba de «un juego» como único argumento de su defensa. El juicio comenzó esta mañana con una hora de retraso en la Ciudad de la Justicia de Valencia con la declaración del presunto pederasta, de 24 años de edad, quien sólo contestó a las preguntas de su abogado: el catedrático de Derecho Penal Javier Boix.

La Fiscalía solicitó una pena de 248 años de prisión para el procesado por 36 delitos de abuso sexual, 27 de ellos continuados, a menores que tenían entre 11 y 15 años cuando ocurrieron los hechos. El acusado reconoció que participó en juegos sexuales con los niños entre los años 2015 y 2018, pero negó que fuera el entrenador de las víctimas y declaró que todos jugaban de forma voluntaria.

Según el escrito de la acusación pública, José Vicente C. aprovechaba su condición de ayudante de entrenador de un equipo de fútbol de la comarca de l'Horta y monitor de la escuela de verano y de una falla, para ganarse la confianza de los niños y jugar con ellos a fútbol en el polideportivo o con la videoconsola en su casa.

Cuando los menores ya le consideraban uno más de la pandilla, el procesado les proponía retos como marcar goles con el balón en el aire y los que perdían debían realizar actos de carácter sexual, como mostrar sus partes íntimas, u otras prácticas libidinosas. Estos juegos sexuales, que se realizaban en los aseos de un polideportivo, un polígono industrial y una pista de motocross, fueron subiendo de tono y el pederasta obligaba a los perdedores a que le realizaran felaciones o eyacularan sobre su cuerpo.

Eran los llamados «retos de Josevi», como los llamaban las víctimas, que se conocían porque jugaban a fútbol juntos o acudían al mismo colegio. Tras relatar las prácticas sexuales que mantenían con el pedófilo, una de las víctimas explicó por qué lo hacían. «No nos negábamos porque nos decía que era un juego y no nos sentíamos intimidados. Éramos muy jóvenes y no sabíamos lo que significaba», declaró el testigo detrás de una mampara.

Los padres de las víctimas no sospechaban nada debido a que era un joven muy conocido en el pueblo donde ocurrieron los hechos y de una buena familia. La fiscal mantiene que los menores aceptaban esos retos para no quedar excluidos del grupo, ya que si alguno se negaba el procesado apelaba a la presión grupal con expresiones como «eres un cagao» o «un mierda». «Nunca he pensado siquiera en abusar de ellos, era un juego entre amigos, nos divertíamos y ya está. En ningún momento pensé que fuera ilegal», declaró el acusado.

«Me sentí mal, no me gustaba, no lo entendía, pero yo era muy inocente y nos decía que era normal, que otros menores también jugaban», afirmó en el juicio otro chico que en la fecha de los hechos tenía 12 años. Otra de las víctimas explicó que en el momento de los retos «nunca había nadie delante porque lo hacíamos en fin de semana, por la tarde o en vacaciones, y buscábamos sitios alejados para que nadie se enterase».