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Ni actividad aparente ni presencia de coches de lujo. Discreción. Mucha discreción. Casi como si no existieran. Y con las puertas de las naves en las que cultivaban la marihuana cerradas a cal y canto. Los empleados esclavizados no salían ni a tirar la basura.
Así era la vida que llevaban en las naves de varios polígonos industriales, ya desmanteladas por la Policía Nacional, en las que una mafia china cultivaba droga de forma masiva destinada a la exportación.
La Policía Nacional anunció el pasado jueves la detención en diversos puntos de la Comunitat Valenciana de 81 miembros de una organización china de producción y comercialización de cannabis. Las plantaciones se encontraban en el interior de naves de polígonos industriales de Puçol, Museros, Aldaia, Alaquàs, Benifaió, Ontinyent, Aspe y Albacete (19 naves industriales y chalés) y en ellas trabajaban prácticamente en régimen de esclavitud una treintena de ciudadanos de origen chino y vietnamita. Algunos de ellos estaban obligados a dormir en sótanos. Al resto no le daba la luz del sol porque no podían salir a la calle. Las otras víctimas liberadas, 13 mujeres, se veían obligadas a prostituirse en diversos pisos.
Las naves se encuentran en lugares apartados, con el menor tránsito posible. Buscaban instalarse lejos de las miradas de los demás. Tanto que los empleados a la fuerza de esta mafia de origen oriental que estaban encerrados en los inmuebles almacenaban la basura en las mismas naves.
Las instalaciones intervenidas en Puçol están situadas en una calle sin salida, cortada por las vías del tren. Al fondo, la huerta. El lugar es reservado, no es de paso. En ese callejón sólo se mete quien quiere acceder a alguna de las empresas que están instaladas allí.
Rafael es el dueño de uno de los inmuebles que se convirtió en un invernadero de marihuana. Después de la intervención policial en Puçol tuvo que realizar una limpieza a fondo. Quitó los paneles de tabiques de yeso con los que la mafia china había parcelado la estancia y sacó basura y más basura.
«Esto era una porquería. Y todavía quedan aquí unos sacos de tierra con la que cultivaban la droga (justo al lado de la puerta hay una docena de sacos amontonados). Todo lo demás lo tuve que derrumbar y limpiar: los paneles, la instalación eléctrica y los aparatos de aire acondicionado estaban instalados aquí -señala hacia la pared de una pequeña oficina situada nada más acceder al inmueble-. Hicieron un agujero en el suelo para engancharse al tendido eléctrico y no pagar el consumo», se lamenta el propietario.
«La nave la alquiló una inmobiliaria. Me dijeron que la iban a utilizar para almacenar contenedores. Y me lo creí porque en Puçol estamos cerca del puerto de Sagunto y pensé que usarían las instalaciones para guardar productos que después se distribuirían a los bazares. Pero claro, ese no era el uso que al final se le habilitó. ¿Quién iba a pensar para lo que era?», confiesa Rafael apesadumbrado.
«La intervención de la policía fue en junio. Ahora lo único que quiero es poder alquilar la nave», indica el propietario.
Pegado a la nave intervenida por la policía se encuentra en funcionamiento un taller de carpintería metálica. «Aquí al lado no se oía nada. No se abrían las puertas y los dos críos, porque eran jovencitos, que sacó la policía dormían en el altillo que corresponde a esa ventana que se ve desde la calle», señala Mohamed, un marroquí que suele frecuentar el mencionado taller.
«No salían para nada y la basura la echaban encima del altillo. Cuando intervino la policía había que entrar con mascarillas, no sólo por el olor a marihuana, también por el de la basura en descomposición», cuenta.
Si la nave de Puçol se ha quedado vacía y sin inquilinos desde la intervención policial de mediados de este año, la plantación que había en Museros la ocupa desde hace un mes una empresa. Al igual que la de Puçol, parte de la fachada recae hacia el tendido ferroviario, aunque a diferencia de las instalaciones intervenidas policialmente en el pueblo vecino, la citada nave del polígono de Museros tiene una calzada entre la fachada y las vallas que separan el el tren de la zona urbanizada. Una empleada del negocio ahora instalado en lo que fue un invernadero de cannabis abrió ayer la puerta tras la llamada para preguntar por la situación en que se encontraron el local. La trabajadora no quiso realizar manifestaciones más allá de decir que se habían establecido en ese local alrededor de hace un mes. Y tres operarios que se encontraban trabajando en la calle afirmaron que a aquellas instalaciones no acudían coches de lujo y que «siempre estaban cerradas». En Alaquàs y Aldaia, quizá porque se trata de grandes polígonos, hay un desconocimiento del caso. Sí recuerdan algunos que hace un año hubo una operación policial contra un cultivo de marihuana. La investigación desvelada por el delegado del Gobierno se inició en febrero.
«La droga la cultivaban en cabinas hechas con paneles de pladur. Todavía no sabemos cómo los pudieron montar porque no se oyó nada. Esto pasa en mi país, en Marruecos, y los de esa mafia no vuelven a ver la luz del día desde la calle. Las leyes aquí en España son un poco flojas», comenta.
«Allí estuvieron sacando camiones cargados durante tres o cuatro días cuando intervino la Policía Nacional. Allí construyeron como un invernadero dentro de la nave. Recuerdo que se acercó una patrulla de la Local y les dijeron que se marcharan», explica José, de una empresa de pintura cercana al local intervenido. «Allí, la verdad, es que hasta que llegó la policía nunca se veía a nadie. Ni coches ni nada. Yo vengo sábados y domingos a cualquier hora y tampoco vi a nadie. Creo que no estuvieron en esa nave más de medio año», sostiene.
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