Los forenses confirman que la mujer del expolicía de Mislata murió estrangulada

Cuando la casa del expolicía de Mislata acusado de asesinar a su mujer ardió, ella ya había fallecido. Así lo han determinado los médicos forenses en su declaración ante el Tribunal del Jurado. Amparo estaba muerta antes de que la vivienda se incendiara. No había en su organismo ningún indicio que determinara que había inhalado humo. El único rastro tangible de lo que le había pasado fueron las marcas que se quedaron en su cuello. Y el edema pulmonar generado por tratar de tomar aliento, en un intento desesperado por aferrarse a la vida. La estrangularon. No había en su cuerpo signos de que intentara defenderse. Tampoco podía. En el momento en el que falleció estaba bajo los efectos del alcohol, como han determinado las pruebas periciales.

Este es el argumento en el que se basa el Ministerio Fiscal, que determina: «Juan José utilizó la mayor debilidad que tenía Amparo contra ella, el alcohol. Cuando la estranguló, ella estaba indefensa. No podía luchar». En la última sesión del juicio contra el expolicía de Mislata acusado de asesinar a su mujer, su testimonio ha entrado en múltiples contradicciones. En sus primeras declaraciones, el acusado apuntó a que su mujer habría intentado suicidarse. Manifestó que Amparo se habría quemado a sí misma. Después, argumentó que la víctima se habría quitado la vida mezclando alcohol con benzodiazepinas. Pero los análisis confirman que la fallecida no había consumido ningún lorazepam, la medicación que tenía pautada por el psiquiatra, el día en el que murió. Otra hipótesis que se cae.

Los investigadores no tienen la menor duda. Descartan cualquier otro tipo de muerte que no fuera el asesinato. Otra de las pruebas aportadas en el juicio fue la llamada al 112 que hizo el acusado para pedir que acudieran los bomberos a sofocar el incendio de su vivienda. Las peritos han destacado que él no habla de que su mujer podría estar dentro de la casa hasta que le pregunta el interlocutor. El informe pericial considera que no hay credibilidad en el discurso de Juan José. «No hay solicitud de ayuda para la víctima ni tampoco expresa ningún tipo de urgencia. Se distancia de las causas del incendio. Habla con evasivas y su voz tampoco está alterada por la situación», detallan las expertas.

En su llamada a Emergencias, él se refiere a que el foco del incendio está en el sofá. Sin embargo, también alude a que no pudo entrar por la cantidad de humo negro que llenaba la estancia. Otra de las frases que han puesto en entredicho los expertos, dado que si no entró en la vivienda era incapaz de saber dónde comenzó el fuego. Pero la versión de Juan José, cambia: dice que entró e intentó apagar las llamas con una palancana llena de agua. No pudo. Por el trayecto, tampoco vio a su mujer tendida en el suelo. El expolicía siempre ha defendido que Amparo nunca salía de casa. Su testimonio ahora es diferente e incide en que en el momento no tenía claro que la mujer no hubiera salido para ir a comprar más alcohol.

El acusado ha mantenido una postura fría hasta que ha llegado su momento de declarar. En el momento en el que se ha sentado ante el estrado, ha comenzado a llorar y a decir: «Era el amor de mi vida. Todavía no sé lo que ocurrió». La baza que juega la defensa es que en todo el procedimiento no hubo ningún otro investigado. Y que la acusación que recae sobre Juan José se basa en la duda razonable, dado que no hay pruebas físicas que lo vinculen de manera directa con el crimen. A expensas de que el Tribunal del Jurado emita su veredicto, el acusado se enfrenta a una pena de 40 años de prisión por asesinar a su mujer.

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