![Los héroes que intervinieron en el incendio de la residencia en Moncada.](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202201/20/media/cortadas/heroes-moncada-kncH-RqsU4AdG89bHw1VpT8lki7K-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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«Compañeros necesitamos ayuda. Policía Local de Moncada. Hay un incendio en la residencia de la calle Mayor. Hay unas cuarenta personas atrapadas. Hemos llamado a bomberos. Necesitamos que vengáis aquí para ir sacando a la gente».
La voz de Vanesa, policía local ... de Moncada, resuena en un canal de comunicación entre agentes de l'Horta Nord. Es uno de los primeros avisos de una emergencia que movilizó a agentes municipales, miembros de Protección Civil, guardias civiles, bomberos… Sin olvidar a las cuatro trabajadoras del centro que se unieron a un rescate «crucial para evitar una tragedia aún mayor», como coinciden los héroes de la residencia.
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De no haber sido por su entrega y rapidez hoy podríamos estar lamentando 40 muertes en lugar de seis. Esa es la cantidad de ancianos dependientes y con problemas de movilidad que albergaba el ala derecha del geriátrico. Es en esta zona donde se encuentra la habitación foco del incendio, en su extremo, y otras muchas en las que el humo amenazaba con intoxicar al resto de residentes.
Son experiencias como la de Jorge, policía local de Moncada, de 39 años y uno de los intoxicados en la arriesgada evacuación. Cuatro agentes del cuerpo fueron los primeros en llegar y se toparon con la magnitud y peligro del incendio.
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«Entramos dentro agachados, viendo si podíamos sacar alguna cama, alguna persona, pero tuvimos que retroceder y cerrar la puerta. Era imposible». Ese momento, reconoce, «fue lo más duro». Pura impotencia. «Ahí no hubiéramos durado ni 30 segundos». No quedaba otra que esperar a los bomberos para poder abrirse con extinción en unas mínimas condiciones de seguridad.
Para colmo de males, una trabajadora estaba dentro atrapada. «No podía salir porque no se veía nada, pero gritamos, nos oyó y gracias a Dios pudo salir», recuerda el policía. Jorge no recuerda «una intervención policial tan fuerte» y al límite, «con nuestra vida en peligro».
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Cuando llegaron todos los refuerzos policiales sintió «un subidón». Se formó así ese ángel colectivo que para los ancianos fue la cadena humana. «A partir de ese momento sólo tuve un pensamiento: sacar a todas las personas atrapadas posibles». Lo más doloroso fue «sacar a gente que sabías que ya no iba a vivir».
Otra pieza del crucial engranaje fue la agente Coromoto Souto, de la Guardia Civil de Tavernes Blanques, también intoxicada por el humo en el servicio. «Los mayores estaban muy asustados», describe, «y para tranquilizarlos les decíamos que les íbamos a llevar a dar un paseo». A algunos «los sacábamos moviendo la cama», a otros «en silla de ruedas, con sillas rígidas, en volandas, en brazos…De todas las maneras».
Souto, no duda. «Volvería a hacerlo. Por supuesto». Esta es su reflexión: «En una situación de este calibre una sólo piensa en sí es complicado, si no… Una va a hacer lo que toca hacer. Y sólo tenía una cosa en mente: hay que sacarlos a todos». Teniendo en cuenta lo que podía haber supuesto el fuego, «hoy estamos muy orgullosos».
La agente «nunca había tenido una intervención con tantísimas víctimas». Su familia no cesa de felicitarla. ¿A cuántos salvó? «Buf, no le puedo decir, éramos un engranaje para salvar vidas, perfectamente implicados».
En el infierno de la residencia también estuvo Javier Villanueva, miembro de Protección Civil de Moncada y otro de los intoxicados. «Era adrenalina pura. Cuando vi la situación, sin pensarlo me fui para arriba. Sin pensar me metí en un pasillo de humo, me encontré a una señora, la cogí y la saqué afuera». Así comienza su recuerdo de la noche más dolorosa de Moncada.
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Jorge salvó a tres mujeres. Es corpulento y optó por lo más sencillo: «Las llevé en brazos. Estaban enmudecidas del susto». Otras voces de aquel momento aún resuenan en su memoria: «¡Ayudame, ayúdame!», apremiaban las personas atrapadas. «Guapísima, véngase conmigo que nos vamos para abajo», tranquilizaba él a las mujeres que salvaba. «Hubo momentos que me ahogaba», confiesa. «El humo inundaba todo el pasillo. Nada más entrabas al pasillo comías humo y cuánto más avanzabas, más inhalabas. En la última habitación tuvimos que entrar a gatas». De tanto esfuerzo, «tuve que salir fuera a tomar aire porque ya casi no podía respirar».
Otro de los gestores del milagro humano de Moncada fue el oficial Alberto Capaccioni, oficial del Consorcio Provincial de Bomberos, de 61 años y media vida en el cuerpo de emergencias. Según confiesa, «lo más duro» y estresante a nivel personal fue decidir en segundos «cómo gestionar los recursos iniciales». Los primeros «cinco o diez minutos» de máxima tensión en los que cualquier error, precipitación o decisión desacertada puede costar vidas.
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Pero ese el sino de un bombero. Y, una vez más, sus decisiones evitaron una enorme tragedia. «Al final fue un rescate fluido dentro de su complicación y gravedad», resalta.
Lo profesional no quita para el mazazo psicológico que supone empatizar: «Haces una transferencia a uno mismo. Todos tenemos familiares de esas edades», reflexiona. «Y eso cuesta. Duele. Ves a la víctima y ves a tu familiar querido».
Él estaba en puesto de mando. «Los compañeros dentro me describieron un pasillo lleno de humo, una habitación en llamas, gente sacada cogida al cuello para ponerla a salvo...». Como concluye el bombero, «con salvar una sola vida ya sientes que todos los años de servicio valen la pena». El martes fueron 34.
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