JAVIER MARTÍNEZ
Lunes, 19 de septiembre 2022
Dos hombres procesados por la muerte de un anticuario en la calle Planas de Valencia, Carlos H. M. y Jorge Cristhian G., han confesado este lunes que acabaron con la vida de la víctima tras taparle la boca, la nariz y los ojos con cinta adhesiva porque no dejaba de gritar cuando le atracaron. Los dos homicidas se han sentado hoy en el banquillo de los acusados en la primera sesión del juicio con jurado popular.
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Los hechos sucedieron el 13 de agosto de 2020 en una planta baja que el anticuario utilizaba como almacén y vivienda. Horas antes del homicidio, Carlos y Jorge Cristhian, de 66 y 43 años de edad y nacionalidades uruguaya y ecuatoriana, respectivamente, se reunieron con otros dos individuos en un bar de Valencia para planificar un atraco al anticuario, ya que sabían que había cobrado una cantidad importante de dinero por la reciente venta de un cuadro.
En ese encuentro secreto, Juan Pedro P. G., que también fue detenido y procesado por los hechos, entregó un maletín con una pistola detonadora y otra eléctrica a Carlos y Jorge Cristhian para que cometieran el robo. Cuando el anticuario Laudencio Vallejo Tarancón, de 62 años de edad, estaba cerrando la puerta de su almacén, los dos encausados se abalanzaron sobre el hombre, le empujaron hacia el interior de la planta baja y le dieron varias descargas con la pistola eléctrica.
Después ataron a la víctima y le taparon la boca, los ojos y la nariz con cinta aislante para que dejara de gritar. El amordazamiento obstruyó las vías respiratorias y provocó la muerte del anticuario por asfixia, según determinaron posteriormente los forenses.
El hombre pidió socorro mientras trataba de zafarse de sus agresores, quienes utilizaron unas sábanas para inmovilizarlo de pies y manos. La víctima reconoció a Carlos, al parecer, y le preguntó: «¿Por qué me haces esto?, hijo de puta».
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Tras escuchar los gritos de Laudencio, dos vecinos llamaron a la Policía y dos agentes llegaron al almacén en pocos minutos. Como la puerta estaba entreabierta, los policías entraron con rapidez a pesar de que Carlos intentó impedirlo, empujando desde dentro, y hallaron a la víctima en el suelo con la cabeza precintada.
Los agentes socorrieron de inmediato al anticuario tras quitarle la cinta adhesiva con una navaja y le practicaron maniobras de reanimación cardiopulmonar, pero ya había fallecido por asfixia mecánica a consecuencia de la obstrucción de las vías aéreas superiores.
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Mientras los agentes detenían a Carlos y trataban de salvar la vida de Laudencio, el otro agresor se escondió bajo una furgoneta dentro de la planta baja y permaneció inmóvil cerca de una hora y media hasta que fue descubierto por un agente de la Policía Científica. Los dos homicidas fueron detenidos y encarcelados tras ser acusados de los delitos de asesinato, robo con violencia, tenencia de armas prohibidas y pertenencia a grupo criminal.
Tras una rápida investigación, el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional detuvo a los otros dos implicados: Juan Pedro P. G., de nacionalidad uruguaya, y Gerardo Agustín G. J., conocido como el 'gato dominicano'. Estos dos últimos procesados han reconocido hoy en el juicio que estuvieron en la reunión en el bar cuando planearon el robo. La Policía encontró en el almacén una bolsa de deporte con 19.000 euros, el botín que pretendían los cuatro individuos.
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El fiscal pide en su escrito inicial la pena de prisión permanente revisable para Carlos y Jorge Cristhian, pero un acuerdo de conformidad podría rebajar la pena de ambos tras haber confesado los hechos. Los otros dos procesados, Juan Pedro y Gerardo Agustín, se enfrentan a una condena leve al estar acusados de tentativa de robo con violencia en casa habitada, como cooperador necesario y cómplice, respectivamente.
Juan Pedro, que también se enfrenta a un delito de tenencia de armas prohibidas, ha pedido disculpas a la hija de la víctima en su turno de palabra tras afirmar que la intención de los cuatro procesados no era matar a Laudencio, sino robar el dinero procedente de la venta del cuadro.
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Antes de interrogar a los cuatro acusados, el fiscal ha recordado la generosidad de la víctima, que solía invitar a sus amigos y conocidos en el bar cuando cobraba dinero por la venta de alguna antigüedad y tras presumir de ello.
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