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Son las 9 de la mañana. El juzgado de Violencia contra la Mujer de Sueca abre sus puertas. Tanto el fiscal Héctor Melero como el juez José Luis Mendoza ya están en sus puestos de trabajo. También los funcionarios. Cerca de una decena de profesionales que dedican su día a día a atender a las víctimas de violencia de género. Incluso el guardia civil que protege la entrada le presta su brazo a Melero. El fiscal es invidente. El primero en España en ocupar el cargo siendo ciego. Es capaz de captar la esencia de cada persona que se sienta en su despacho con tan sólo escuchar su tono de voz. Adivinando edades. Melero exclama: «¡Su señoría!» Y José Luis Mendoza abandona su despacho para guiarle hasta la sala de vistas.
Nadie en el juzgado niega que desempeñan una labor trascendental. Pero dura. En ocasiones, devastadora. «Es apasionante y agotador», en palabras del fiscal. Antes de cruzar el arco de seguridad, el juez se pone «una segunda piel». «Sería imposible realizar este trabajo si dejáramos que nos hundieran todos los casos que vemos», confiesa Mendoza. En casi dos décadas de ejercicio profesional ha llevado tres casos en los que las víctimas fueron asesinadas a manos de sus parejas sentimentales. En su memoria está grabado un nombre. «Jordi». El niño de 11 años asesinado por un desalmado que mató a su propio hijo para vengarse de su exmujer. El fiscal Héctor Melero coincide en que los casos más desgarradores son aquellos que implican menores de por medio.
A primera hora comienzan a llegar las víctimas. En el juzgado disponen de dos psicólogas para acompañarlas en el momento en el que deciden poner su caso en manos de la Justicia. También de un letrado del turno de oficio que atiende a las víctimas «como si vinieran de su despacho», asegura el fiscal Héctor Melero. Comienza la jornada y una sorpresa desagradable entra por la puerta. Una joven de 15 años víctima de malos tratos. Una niña que ha conocido los golpes. Una adolescente que se ha dado cuenta de que el amor no duele. Después de que la herida estuviera abierta.
En lo que va de año, 1.141 mujeres han pasado por el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Sueca. Cada una de ellas con una historia particular. Pero todas víctimas de la lacra que supone la violencia machista. Avanzan las horas y comienzan los juicios rápidos. Uno de ellos calificado de «riesgo extremo». El juez explica que en estos casos la víctima va acompañada por agentes para garantizar su seguridad.
Mientras el Fiscal concede la entrevista, les dicta a las funcionarias las penas de prisión acordadas. «8 meses de cárcel, prohibición de acercarse 300 metros...», relata de memoria Melero. Tiene pendientes de hacer otras dos calificaciones fiscales. Son las 11 de la mañana y todavía tienen que celebrar otros dos juicios rápidos. Él también recuerda a la mayoría de las víctimas que se han sentado en su despacho. Cientos de lágrimas se han derramado en esa sala. «Es muy frecuente tener que detener las declaraciones porque se rompen a llorar. Al fin y al cabo, están denunciando al hombre con el que han compartido una relación y en algunas ocasiones, con el que se han casado o incluso han tenido hijos», ha ilustrado el fiscal.
Desde su nombramiento en 2021 ha escuchado miles de historias. Almas desgarradas por la violencia que han ejercido sus parejas contra ellas. Pero también ha escuchado las declaraciones de los agresores. Con su tono de voz neutro. Sin buscar confrontaciones. Negando los hechos en la mayoría de los casos. «Son lobos con piel de cordero», opina el profesional.
Los expedientes se amontonan en el juzgado. «Que haya más casos es buena señal. Significa que cada vez más víctimas se atreven a denunciar», explica Melero. A las 13 horas celebran el último juicio rápido del día. Terminan, dentro de lo que cabe, en el horario que tienen estipulado. Aunque los profesionales no descansan hasta que no han atendido todas las denuncias. «Aquí nadie se va a comer hasta que se han terminado los casos», confiesa el juez José Luis Mendoza. Incluso aunque eso implique llevarse algo al estómago por primera vez a las 18.00 horas. Los profesionales encabezan una lucha abierta para acabar con la violencia machista. Sin importar las horas de más que tengan que pasar en sus despachos. Buscando defender a aquellos más vulnerables. El fiscal Melero traslada una reflexión final: «Si eres testigo de algún caso de maltrato, denúncialo».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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