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El miedo ha aumentado entre las personas sin hogar. El crimen del viejo cauce ha sembrado el pánico entre los más vulnerables. Desde que un ... hombre mató a un indigente con una roca de grandes dimensiones e hirió a otro de gravedad, el sentimiento de inseguridad ha ido en aumento. Este fue el caso de un indigente de origen hindú que vivía en el río. Tras conocer el trágico asesinato, buscó por todos los medios cobijo hasta que se calmara el ambiente.
El hombre sin hogar forzó la cerradura de la funeraria A3 en la calle del Pare Esteban Pernet. Se tumbó en el suelo del despacho a pasar la noche, feliz de haber encontrado un lugar seguro. Pero cuando los testigos que lo vieron llamaron a la Policía, preocupados por la presencia del hombre.
Detuvieron al sintecho y lo acusaron de un delito de daños por haber roto la cerradura y de allanamiento de morada. Cuando a Carlos González, el propietario de la funeraria A3 le informaron de lo sucedido «se me rompió el corazón». El dueño valoró la situación y se dio cuenta de que aquel señor que se había colado en su propiedad «no tenía malas intenciones. No rompió ni ensució nada. Tampoco robó. Sólo quería dormir».
González decidió no presentar una denuncia contra el hombre sin hogar, conmovido por su situación. «Suficientemente duro es estar viviendo en la calle como para encima meterlo en líos», cuenta el dueño de la funeraria. Al no haber denuncia, la causa ha quedado archivada y el indigente no se enfrentará a futuras repercusiones. Carlos González ha querido saber más sobre el indigente que entró a dormir a su funeraria. «¿Dónde está ahora? ¿Se encuentra bien?» han sido sus primeras preguntas después de recordarle el caso. Una respuesta llena de bondad. De humanidad. De hecho «si él u otra persona sin hogar quiere entrar a dormir aquí no tengo ningún problema».
Decidió cargar él mismo con el coste de la cerradura rota. «No es difícil forzar la puerta, no tuvo que emplear mucha fuerza para poder entrar aquí», desvela. En lugar de reaccionar con enfado y pedir que le rindan cuentas, el propietario de la funeraria se ha puesto en la piel de los más vulnerables que se pasan día a día tratando de sobrevivir. Expuestos a robos constantes de las pocas pertenencias con las que deambulan de manera nómada. Sufriendo agresiones. Temiendo por sus vidas.
«Un día estamos aquí y al día siguiente podemos estar en la calle. Tenemos que darnos cuenta de que es algo que nos puede pasar a todos», opina. Ha sido testigo en primera persona de cómo sufren las personas marginales. Ver cómo un hombre estaba tan desesperado que tuvo que entrar en su funeraria para poder dormir «me ha dolido mucho». «Ojalá tuviera un local disponible para que pudieran venir a pasar la noche las personas sin hogar», reflexiona sensibilizado.
En el viejo cauce del río Turia la mayoría de personas sin hogar duermen en grupos. Intentando generar unión con los que se encuentran en su misma situación para tratar de defenderse de los ataques y de los robos. Un paseo por el río permite comprobar cómo los indigentes se asientan en sus tiendas de campañas. Uno de los que entrevistó LAS PROVINCIAS tenía una herida que le recorría todo el rostro. Fruto de una agresión con un cuchillo.
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