![Marisol Burón sostiene un cuadro en recuerdo de su hija Marta, el jueves, en Sagunto.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202011/06/media/cortadas/martacalvo-R3AUHcOXO7WoEufdpbbUihO-624x385@Las%20Provincias.jpg)
«Hacer justicia a Marta es lo único que me da fuerza para levantarme»
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La madre de la joven eleva una súplica a la del presunto homicida en serie: «que se ponga en mi lugar y le haga revelar dónde está mi hija»Secciones
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La madre de la joven eleva una súplica a la del presunto homicida en serie: «que se ponga en mi lugar y le haga revelar dónde está mi hija»Marta Calvo Burón tendría hoy 26 años. Pero eso sería en un mundo sin hombres dispuestos a acabar con la vida de mujeres a costa de su egoísmo y satisfacción. En un mundo sin ¿personas? que descuartizan y ocultan cadáveres. Es lo que supuestamente hizo con la joven Jorge Ignacio P. J., el presunto homicida en serie que se cruzó en su camino hace ahora un año.
Marta fue la última de una lista ya extensa. Trece mujeres antes que ella se toparon con su letal obsesión: sexo con cocaína en los genitales. Tres están muertas y él, acusado de seis delitos. La ausencia de Marta ha dado lugar a una fuerza imparable: su madre, Marisol Burón, una mujer de 50 años dispuesta a luchar hasta el final para que el «monstruo» pase el resto de sus días encerrado.
-¿Cómo estaría Marta hoy?
-Me la imagino trabajando, independiente, en el centro de estética que en diciembre íbamos a abrir. Con un trabajo que le gustaba mucho. Era vital, abierta, luminosa, cercana a la gente, algo despistada y, ante todo, incapaz de hacer daño a nadie.
De eso, del dolor, ya se encargó Jorge. «Marta no tenía miedo. Yo le decía 'ten cuidado, hija mía' y ella respondía: 'Mamá, ¿pero por qué me tienen que hacer daño? No te preocupes'. Se fiaba de todos. No tenía miedo de nadie porque ella era incapaz de hacer daño. Nunca había tenido una mala experiencia previa en sus relaciones sentimentales«.
La última vez que vio a Marta antes de citarse con Jorge madre e hija compartieron un café y un curasán en Valencia. «Ella me compró ropa. Decía que yo nunca lo hacía y me animaba a ello. Y ese fue el último día».
Jueves, 7 de noviembre de 2019. La ausencia se torna insoportable. «En todo ese día no supe nada de mi hija. El viernes fui a su casa. No estaba. Faltaban sus enseres. Me fui a trabajar, pero la ansiedad era muy grande. No era normal. Sabía que algo iba mal«.
Tal era la confianza entre ambas que Marta enviaba a su madre la ubicación por móvil cuando tenía una cita. Y así fue como Marisol acabó en el pequeño municipio de Manuel, cara a cara con Jorge. «Yo no pensaba que iba a encontrarme allí con un monstruo», reflexiona ahora. El encuentro fue corto. «Llamé a la puerta y él abrió. No me miraba a los ojos. Pregunte por mi hija y me dijo que no la conocía, que no sabía nada de ella«.
El miedo y el vértigo se instalaron ella. «Pero bueno, ¿dónde está mi hija?, ¿dónde voy ahora a buscarla?» Aquel desconocido «fue muy frío, pero tampoco sospeché de él porque su apariencia era normal». Más tarde, la intuición habló en silencio. «Supe que Marta estuvo allí. Cuando me mandó la ubicación me dijo que estaba dentro de su casa, que estuviera tranquila. Ese era el lugar. La ubicación era exacta».
-¿Y si volviera a tener delante a ese hombre, que le diría?
-Si dice que no le ha hecho nada a mi hija ¿por qué no desvela dónde está Marta? Sólo le pido eso. Y a su madre, si es madre, que piense en mí. Que le haga entender, por favor... (se quiebra entre sollozos) ...que me diga dónde está mi hija.
Marisol no cree su versión del descuartizamiento y reparto de fragmentos en contenedores. «Ha mentido desde el primer momento», zanja la madre. «Dijo todo eso para ganar tiempo». Según ella, «el asesino ha hecho con Marta lo que ha hecho con todas. Era su modus operandi. Y mi hija no pudo soportarlo». Cuando supo que hubo hubo otras antes que la joven pensó: «¿Qué clase de gente para satisfacerse pone en peligro a estas chicas?».
Desde aquel 7 de noviembre «todos los días son difíciles». Vivir sin poder enterrar a una hija «es muy duro». Así lo describe: «Es insoportable que estés en tu casa, que cierres la puerta por la noche y te vayas a dormir con una hija... a saber dónde».
Sólo una cosa le da fuerza para levantarse al día siguiente: «Mi hija. Hacerle justicia. Vivo por ella y no voy a parar aunque me cueste mi vida». Hasta el día en que un juez escriba «prisión permanente revisable» en la sentencia de Jorge. Tras su primera denuncia, la investigación de la Guardia Civil «tardó cinco días en arrancar. Pero cuando cogió el caso la UCO y Homicidios todo cambió. Confío en ellos y dicen que a Marta me la van a devolver«.
Marta Calvo nació y se crío en el pequeño municipio de Estivella. El pueblo de Camp de Morvedre, de algo menos de 1.500 habitantes, se vio golpeado a finales del año pasado por una tragedia que todos sintieron como propia. Primero, la desaparición. Después, la confirmación de un crimen.
Aquella niña alegre, feliz y cercana que correteó por sus calles, a la que todos apreciaban, había caído en la telaraña de una bestia. Y ni siquiera tenían su cuerpo para poder despedirla y honrarla como merecía.
Pero hoy los vecinos familiares y amigos de la víctima podrán expresar todos esos sentimientos en un homenaje que durará todo el fin de semana. El Ayuntamiento y la Parroquia de los Santos Juanes animan a la población a «seguir recordándola y a compartir con la familia el dolor de estar sin saber dónde se encuentra».
En el aniversario de la desaparición de Marta, se han instalado paneles en la plaza de la Creu para los escritos y mensajes de apoyo. Después, tras una misa a las 20 horas, está previsto que los vecinos enciendan cirios en balcones y ventanas de las casas en señal de esperanza. Habrá cinco minutos de silencio para recordar a Marta.
Para Marisol, el recuerdo de la hija perdida se plasma en un cuadro que nos muestra durante de la entrevista. En él brilla la sonrisa y mirada de la joven. Junto a ella y su nombre, unas palabras de la víctima: «Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre. Marta».
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