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Un policía local se acerca lentamente a la clínica de José Torres, el osteópata de Paiporta. Con la mano derecha, se sujeta la parte baja ... de la espalda. El profesional se ha visto inevitablemente atraído por el gran cartel que reza: «Se dan masajes a 'cero' euros para mi pueblo y voluntarios». Por la expresión en su rostro, es evidente que al policía lo atormenta un dolor agudo. Así que Maite Mirabet, paciente y actual recepcionista del osteópata, lo apunta en la libreta.
La hoja de clientes del día está completamente llena. «Cierro a las 8 de la tarde, pero muchas veces me he quedado hasta las 10 de la noche para poder atender a todo el mundo», confiesa Torres. «Después de tanto tiempo limpiando y con tanta tensión el cuerpo no responde», comparte el profesional. Ese fue el caso de Maite. La vecina de Paiporta ha perdido su imprenta por las inundaciones. Después de largas jornadas recogiendo fango mientras veía cómo el trabajo de toda una vida se había disipado en cuestión de instantes.
«Me dolía tanto la espalda que no me podía incorporar», revela la mujer. Entonces encontró a José, que se ofreció a ayudarla para poder sobrellevar una situación tan traumática. «Estaba aquí solo así que he decidido ayudarle a apuntar las citas», cuenta Maite. Hacía apenas dos meses que José Torres había podido abrir su clínica en Paiporta. Llevó a cabo una gran inversión para poder sacar adelante un local tan grande y contratar trabajadores.
Sus esfuerzos y esperanzas se vieron frustrados con la llegada de una impasible DANA que arrasó con todo lo que tenía por su paso. Tuvo que hacer un ERTE porque no podía permitirse mantener a sus empleados. «Tenía concedido un préstamo para poder pagar la clínica, deberían darnos un año gratis en lugar de llenarnos a pagos», comenta el hombre.
Está cansado, física y psicológicamente. «Podría haberme ido a trabajar a una clínica en Valencia, pero siento que soy más necesario aquí», dice José Torres. En su mente está grabada una mujer, enferma de ELA, que vio que sus dolores se multiplicaron con la llegada de la DANA. El especialista apunta a que la tensión emocional repercute de manera muy negativa en el cuerpo. Poder atenderla ya no sólo a nivel profesional si no también escucharla como un amigo le llenó como persona. Una forma de demostrarle a la mujer de que hay luz al final del túnel.
Si hay algo con lo que estén de acuerdo los afectados es que el esfuerzo de los voluntarios ha sido determinante para salir adelante. El sentimiento de altruismo y humanidad inundó a Torres, que pensó que debía «devolverle» a todas las personas que se estaban dejando la piel para limpiar el municipio el favor que les estaban haciendo.
Son muchas personas las que están aquejadas de dolor de espalda o de articulaciones tras el esfuerzo físico y mental. José Torres intenta darle respuesta a todas las demandas, pero sólo tiene dos manos. «Estoy buscando voluntarios que vengan aquí a ayudarme para poder atender a más pacientes», comparte exhausto. En su tono de voz hay esperanza. ¿Cómo no iba a haberla después de haber sido testigo de que en las peores desgracias sale a florecer lo mejor del ser humano?
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