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DOMÉNICO CHIAPPE
Domingo, 26 de agosto 2018, 00:08
En la foto de la boda aparecen dos, pero son tres. Conchi y José Luis posan el día de su boda civil, el 4 de agosto en el Juzgado de Paz de Sax (Alicante). Para ella es su cuarta boda. Viste con el cuello descubierto para lucir un gran collar y uno de sus brazos pasa por detrás de la espalda de él, que se agacha para acomodarse en la silla de ruedas de la mujer, ahora su esposa. En la otra mano sujeta un cigarrillo. Las pulseras cubren la mitad del antebrazo. Entre la mujer -sin oficio, rubia platino, 45 años- y el hombre -camionero jubilado, 69 años, gafas y calvicie-, falta un tercero. El gran amigo del novio y amante de la novia. Paco P. O. -fontanero, enclenque y ajado, con antecedentes por drogas y robo, 58 años-, que había arreglado el matrimonio jugando con la avaricia de José Luis, que creía que ella cobraría una indemnización de 200.000 euros por las lesiones de un accidente de tráfico y que poseía fábricas e inmuebles. «Se supone que ella era millonaria», dice Héctor, padrino de aquella boda.
Considerado un criminal de poca monta, Paco convenció a José Luis para que se casara con Conchi. Al amigo no le ocultó su relación con ella, aunque se hacía pasar por su cuidador ante los vecinos. A los demás, ella les decía que su acompañante era su «padre». El día de la boda, Héctor los vio besarse. «Un beso en los morros». El matrimonio no se consumó. Ni pasaron juntos la primera noche ni convivieron a partir de entonces. Pero en menos de dos semanas, el supuesto pacto se torció.
Ella le invitó a una «cena romántica», como se encargó de difundir el marido célibe entre sus amigos. La noche del crimen, Conchi le citó en un terroso aparcamiento de la calle Sol Naciente de Alicante, el lunes 20. A las diez de la noche llegó José Luis y ella lo sujetó mientras Paco le apuñaló con el destornillador. Así lo contó un policía fuera de servicio que paseaba por la zona les vio e intervino. Cuando terminó de forcejear con Paco, detuvo a Conchi a pocos metros, todavía con los guantes puestos.
En el juzgado, la presunta asesina se negó a declarar, pero sí habló a sus dos compañeras de celda en su primera noche en la prisión de Fontcalent. Les dijo que había visto cómo le mataban y que acudió en su ayuda. En prisión sigue simulando plena invalidez y que Paco es su padre.
Paco estaba casado con una hermana de Conchi y gracias a ese vínculo familiar pudo sacarla de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Virgen de los Lirios de Alcoy, donde estaba internada, una vez que murió la madre, hace dos años. De hecho, la razón que le dio a José Luis para que aceptara casarse con ella fue que él pronto moriría de una enfermedad terminal y no quería que Conchi volviera al psiquiátrico. «Tiene un mundo virtual», aseguró su hermanastro a los medios locales, a quien amenazó de muerte en el pasado. «Me dijo que si le llegaba a quitar la patria potestad de su hija, que llevara cuidado por la espalda que algún día caería».
Llamarla «viuda negra», como hacen en algunas cadenas de televisión, es inexacto. Sus dos primeros maridos viven. Uno en la ciudad de Alcoy y otro en Villena, del que se divorció en 2012. El tercero murió en 2016, degollado por su hermano en Ibi, que confesó. Aunque nada la relaciona con ese crimen, el segundo exesposo, Carlos, dice: «Temí por mi vida».
Durante el matrimonio, Conchi le denunció por malos tratos y Carlos pasó seis meses en prisión y tres con una pulsera telemática de localización. «Lo hice por propia voluntad, para evitar que se acercara a mí», sostuvo en un plató de televisión. Dice que le tenía miedo, porque «se relaciona con gente que por dinero puede hacer ciertas cosas». No la ve como «asesina material pero cerebro tiene muchísimo».
Cuando murió el tercer marido, que le escribía cartas intimidatorias al anterior, Carlos mantiene que la Guardia Civil le detuvo e interrogó por indicaciones expresas de Conchi. «Se muestra como una víctima para engañar», indicó. El hermanastro suma otro rasgo ante las cámaras, la obsesión material: «La peseta, la peseta y si me puedo llevar dos, mejor que una».
Decretada la prisión provisional y sin fianza, la investigación en manos del juzgado de instrucción número 5 se bifurca hacia el crimen, con testigos presenciales, y la posible estafa que planeaba al declararse parapléjica. Conchi «tuvo una lesión cervical por accidente de tráfico en 2009», ratifica Carlos. «A partir de allí se quejó de dolores de espalda y de no poder caminar».
Una coartada que alimentó hasta el punto de negarse a caminar cuando llegó al juzgado el viernes. «Vio las cámaras y se negó a andar», dijo la policía, cuyos agentes tuvieron que llevarla en brazos hasta el interior. Lánguida y con pijama de reo, Conchi esconde aún sus misterios.
El juez de guardia practicó un examen forense a la presunta asesina, que en el momento de llegar a los juzgados en un coche policial ha asegurado que no podía caminar y ha tenido que ser llevada en brazos por dos agentes a los calabozos. El contenido de dicho estudio para determinar la movilidad de Conchi no ha trascendido, pero una ambulancia ha acudido al palacio de justicia de Alicante para trasladarla al centro penitenciario de Fontcalent.
El abogado de la familia de la víctima, Aitor Prieto, explicó que se desconoce el móvil que pudo desencadenar el crimen, aunque se barajan varias hipótesis.
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