La segunda parte de la sesión de este martes en el juicio contra Jorge Ignacio, tras la declaración de la primera superviviente del acusado, ha contado con la participación de los doctores Juan Carlos Couto y Santiago Rincón, forenses del Instituto de Medicina Legal de Valencia que han ilustrado al jurado sobre los efectos que pueden tener sobre las personas la introducción de cocaína por los genitales, la práctica del supuesto asesino en serie. Si bien han destacado que no hay diferencia entre administración por vía nasal o vía vaginal, luego han hecho mención a que una de las víctimas presentaba una dosis por encima del umbral de la letalidad y que esta práctica es inusual y con efectos desconocidos para la ciencia.
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En primer lugar han explicado: «La vía por la que se consume cocaína de forma habitual es la nariz pero también hay mucosas en la vagina y no hay una diferencia significativa en la absorción entre ambas partes del cuerpo».
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Por vía vaginal, los efectos de la cocaína pueden llegar en tres minutos y dependen de varios factores como la cantidad suministrada, la pureza del estupefaciente y las características del consumidor que la recibe, entre otros factores, según han explicado.
Los síntomas de la cocaína son disminución de la fatiga e hiperactividad. Y si algo varía en los anteriores factores se llega a la intoxicación. Escalofríos, sudoración, alteraciones de la tensión arterial, alteraciones del ritmo cardíaco... Si la intoxicación es más grave, llega «la agitación, convulsiones o la muerte».
Siempre según su explicación, según la cantidad de dosis, pureza de la droga y la tolerancia de la personas que la reciben variarán las consecuencias. En el caso de las intoxicaciones sobreagudas, son fulminantes. «Sea por la causa que sea, hay casos en los que llega la muerte de manera casi instantánea».
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Sin embargo en la droga objeto de la investigación han hecho alusión a posibles componentes misteriosos cuyos efectos «se desconocen». «La cocaína que se vende por ahí puede tener de todo. Las piedras que analizamos en este caso podrían llevar algo más que cocaína porque parece que estaban muy apelmazadas y no sabemos lo que es».
En esta línea, «en cinco de las ocho víctimas supervivientes aparecieron síntomas de adormecimiento y desconocemos qué adulterante o cosustancia acompañaba a la cocaína que recibían. Ese síntoma resulta paradójico para el consumo«.
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Una de las fallecidas, Lady Marcela, tenía una dosis «muy por encima de los efectos tóxicos y estarían en el rango de efecto letal».
Los forenses han destacado que consumir cocaína por vía vaginal es una práctica muy inusual y por tanto la medicina «está en la frontera del conocimiento respecto a sus efectos»
Han mencionado que las cantidades que se han podido analizar en esta investigación parecen «muy grandes y con gran potencial». Se han referido a algunas de las victimas supervivientes que pese a reconocerse como consumidoras habituales de cocaína indicaban que «aquello no era cocaína, sino era otra cosa diferente». De nuevo una alusión a los misteriosos adulterantes.
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Un sargento de Homicidios de la Guardia Civil de Valencia ha explicado que el caso de Marta Calvo tuvo un «trasfondo mediático» y empezó a publicarse la imagen de Jorge cómo sospechoso del caso. Eso ayudó a las víctimas previas a identificarlo y acudir a relatar sus amargos encuentros con el sospechoso.
La primera víctima colombiana contactó con la Benemérita «tras ver a Jorge en los medios. Como la mayoría de víctimas, lo reconocieron como el cliente que les agredió al ver la fachada de la casa de Manuel o por la foto del sospechoso difundida antes del 4 de diciembre, cuando se entregó».
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Para el responsable de las investigaciones «hay un patrón común en el acusado. Tras el relato de las víctimas comprobamos que todas cuentan casi lo mismo. Se anuncian en webs, Jorge contacta con ellas, tiene la idea de sexo con cocaína, saca una gran bolsa de droga y busca un masaje en el que acaba metiéndoles bolas de estupefaciente sin su consentimiento«. Además, tres de las que invitó a beber una copa »acabaron luego perdiendo la consciencia o con gran somnolencia«.
Ellas, ha explicado, «tenían miedo a denunciar por si sus datos se difundían, eran muy reacias». Como no podían ser testigos protegidos «nos costó convencerlas de la importancia de judicializar su testimonio».
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