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«¡Se han muerto mis mejores amigos en su casa de Paiporta! ¡Están muertos!», solloza Pilar Arce cada vez que sus vecinos se acercan a preguntarle cómo está. Después de más de 40 años compartiendo experiencias y viajes, Emila y Salvador perdieron la vida por la DANA.
«Salva vivía para Emilia. Tenía locura con ella. No tenían hijos y ella era todo su mundo», cuenta la mujer de avanzada edad visiblemente emocionada. «Eran dos almas de un mismo cuerpo», y suspira. Dos almas que abandonaron este mundo al mismo tiempo, como si no pudieran resistir el uno sin el otro. Comían juntos casi todos los domingos. Pilar enseña orgullosa su gran paellero colgado de la pared. A esa altura está la marca del agua que inundó su vivienda en La Torre, justo enfrente del garaje en el que siete personas fallecieron.
El comedor de la anciana era el punto de encuentro para los amigos. «Ya no volverá a estar tan lleno como antes». Rompe en llanto al hacerse a la idea de que tendrá que vivir una vida sin sus mejores amigos. Sin esas comidas que se alargaban hasta la hora de la merienda... «Emilia era vegetariana. Nunca comía carne. Ah, pero pato sí que comía. Nunca nos dijo por qué y se ha llevado ese secreto con ella». Esboza una sonrisa. Agradecida por los momentos que pasaron juntas.
Pilar enviudó hace 17 años. «Desde entonces mis amigos fueron mi refugio», confiesa la mujer. El matrimonio tenía tierras y un invernadero. Cuando la DANA comenzó a azotar la Comunitat, lo primero que se llevó fue a sus animales. «Lo último que hablamos fue que me dijeron que sólo les quedaba una gallinita».
El dolor desgarra a Pilar, que se abraza a sus vecinos. Busca un hombro en el que llorar. Unas manos que le sostengan. Que le recuerden a las caricias de sus amigos Emilia y Salvador.
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