Pocas horas después del crimen que ha sacudido este lunes el pueblo valenciano de Vilamarxant, la calle de la Pobla de Vallbona permanece desierta. No ... hay prácticamente un alma que pasee por la acera que ha quedado manchada para siempre con la sangre de la mujer de 36 años que degolló a su bebé y después se precipitó al suelo desde la azotea de la finca en la que residían.
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El viento, frío y espeso, agita los árboles del parque infantil que está a sólo unos metros. No hay familias jugando con sus hijos. No inunda el ambiente la risa de los niños columpiándose. El silencio se ha apoderado de Vilamarxant, una localidad sacudida por la incredulidad y la rabia. Los únicos que rondan el edificio son las patrullas de la Guardia Civil y la policía científica.
Pero sin duda, no hay otro tema de conversación en las calles del pueblo. Todos los viandantes hablan de la tragedia. La mayoría de ellos ni siquiera conocían a Cristina, que se había mudado a la localidad en 2017. Su fotografía ha circulado por los grupos de 'WhatsApp' de los habitantes de Vilamarxant. Todos quieren ponerle rostro a la asesina. Los pocos que la reconocen, esbozan un suspiro de horror al ver su imagen. «Hace tiempo que la veía deprimida pero nunca me imaginé que fuera capaz de hacer algo así», cuenta uno de los vecinos.
Recuerdan a la presunta asesina tomando café el pasado sábado en un establecimiento cercano a su casa. Estaba junto a su marido, de 34 años y militar, disfrutando de un rato aparentemente agradable acompañados de su bebé. «No se les oyó discutir ni estaban tensos. Se les veía normales», cuenta el vecino. Ella era natural de Granollers y él, de un pueblo de Jaén. Uno de los motivos por los que los vecinos no pueden concretar demasiado sobre el matrimonio. Ha sido una sorpresa incluso para los habitantes que residían en la misma finca que la familia. Un hombre que vivía pared con pared con ellos declara: «Nunca discutían. Ni siquiera sabía cuándo estaban en casa o cuándo no porque no hacían ningún tipo de ruidos ni alzaban la voz». Según cuenta el vecino, ella había dejado su trabajo hacía un tiempo. Desconoce las causas.
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Tratar de hilar la vida anterior de Cristina y su marido es como perseguir una sombra. Su vecino tampoco oyó ningún tipo de golpe o estruendo en la mañana del crimen. Ningún indicio que le hiciera pensar que, a sólo unos metros de su casa, había una mujer que estaba degollando brutalmente a su hijo recién nacido. Para cuando se ha enterado de lo que había pasado ya estaban los agentes en el edificio. El padre del bebé lloraba destrozado. Conmocionado ante una escena así. «Me he intentado acercar para hablar con él pero los guardias civiles me han sugerido que era mejor no agobiarlo en estos momentos tan duros», narra el señor. Una de las vecinas ha presenciado la escena cuando Cristina ya yacía en la acera y no paraban de acudir coches de la Guardia Civil. Pero la joven declara lo mismo: nunca había mantenido ninguna conversación con la presunta asesina.
El crimen ha conmocionado incluso a aquellos que no conocían al matrimonio. Unas viandantes comentan dando voces: «Esto es inhumano. ¿Qué culpa tiene el bebé?» La insistente pregunta que sacude Vilamarxant es qué llevó a aquella mujer a acabar con una vida inocente. «Siempre lo pagan con los hijos», refunfuña una vecina que no da crédito.
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«No eran un matrimonio que mantuvieran conversaciones de ascensor. Las únicas interacciones que teníamos con ellos eran de 'hola' y 'adiós'», relata el vecino de la puerta de enfrente de la vivienda en la que se cometió el brutal crimen.
El hombre mira con cara de asombro la puerta de Cristina y su marido, protegida tras un cordón policial. «No tenían mucha relación con los vecinos pero desde luego que no parecían personas agresivas. Nunca había visto que tuvieran ningún comportamiento de este tipo», detalla el vecino.
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La presunta parricida se llama Cristina. Tiene 36 años. Es natural de la localidad catalana de Granollers. Su marido tiene 34 años, es militar, en concreto cabo, y estaba destinado al cuartelamiento de marines. Llegaron al pueblo hace cinco años. Al parecer, la asesina ya había intentado suicidarse en dos ocasiones anteriores.
Esta vez, pensaba llevarse la vida de su bebé de un año con ella. Hacía pocos días que había sido el cumpleaños del bebé, que nació en el mes de febrero del año 2022. Y ya se despide de la vida sin saber si quiera cómo sabe la vida. Sin haber tenido su primer día de colegio ni haber vivido su primer amor. Ya no podrá saber cómo es crecer.
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El pequeño no volverá, pero la presunta autora del crimen está ingresada en la Fe de Valencia y su vida no corre peligro. Las únicas mellas que le han quedado después de precipitarse de la azotea de su vivienda en la calle Pobla de Vallbona de Vilamarxant han sido diversas fracturas y traumatismos en la pelvis y en los tobillos.
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