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«Mi hermano el lunes por la noche me dijo que viéramos una peli en su habitación y le dije que sí. Entonces no sé por qué ni cómo...» Así empieza el relato escrito a mano por una niña que sufrió una agresión sexual. La ... víctima entregó la carta en mano a la psicóloga de un centro escolar, cuyo nombre omitimos para proteger a la menor, y la especialista no dudó en acudir al cuartel de la Guardia Civil de una localidad valenciana para denunciar los hechos.
«Tengo un poco de miedo a que lo vuelva a hacer y sea peor», escribió la niña de 14 años, que prefirió contar en una carta lo que le había hecho su hermano, dos años mayor que ella. A la menor le daba vergüenza hablar con la psicóloga del acto lascivo que sufrió y lo resumió en una nota manuscrita con algunas faltas de ortografía. En la última frase, la niña le pedía que no contara su secreto a su padre ni a su profesora.
La agresión sexual tuvo lugar el 14 de mayo de este año en el domicilio del padre de la menor, que estaba en otra habitación cuando sucedieron los hechos, y la carta de la niña figura en el sumario de la causa abierta por un juez de Valencia.
Cuando leyó la nota, la psicóloga convenció a la menor para reunirse con ella a solas en el colegio, se ganó su confianza y le dijo que tenía que denunciar la agresión sexual para que su hermano no volviera a hacerle daño ni abusara de ninguna otra niña. Al día siguiente, la psicóloga acudió a un cuartel de la Guardia Civil, próximo al centro escolar, para denunciar la agresión sexual y entregar la carta, una prueba que el juez y la fiscal del caso leyeron y tuvieron en cuenta días después.
Tras su detención el 23 de junio de este año, el presunto agresor sexual se acogió a su derecho a no declarar ante los agentes de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional, cuerpo que se hizo cargo de la investigación después de que la Guardia Civil le traspasara las diligencias del caso. Además, el joven de 16 años no autorizó que le tomaran una muestra de ADN, como establece el protocolo policial para los detenidos por delitos contra la vida, indemnidad sexual o integridad de las personas.
La menor siguió el consejo de su psicóloga, se armó de valor y denunció los hechos. La declaración de la niña en la Fiscalía de Menores no fue grabada porque la sala destinada a exploraciones (toma de declaraciones) carece de los medios necesarios, por lo que el testimonio de la víctima fue incluido en el sumario por medio mecanográfico. Relató que su hermano le propuso ver una película juntos en la habitación, luego le preguntó si confiaba en él, y tras hablar un rato de cosas íntimas, le dijo que le hiciera una felación.
Como la menor se negó, él insistió mucho y la niña «estaba paralizada» y no sabía cómo poner fin a esa situación de abuso, según palabras textuales de su declaración, y al final «pasó». Su hermano también le tocó los pechos a pesar de que ella no quería. Mientras tanto, el padre de los dos adolescentes dormía en otra habitación de la vivienda sin sospechar nada de lo que estaba ocurriendo.
Cuando le preguntaron a la niña si el agresor sexual había eyaculado sobre ella, contestó que no sabía lo que significaba esa palabra. La fiscal y la menor tuvieron que utilizar expresiones más comunes para entenderse, y la víctima respondió que ella comprendía lo que era «correrse» y que su hermano lo había hecho.
Ese mismo día, la representante del Ministerio Público interrogó al presunto agresor sexual, quien confesó la mayor parte de los hechos denunciados por su hermana, aunque alegó que había bebido varias cervezas y un cubata que le ofreció un hombre desconocido antes de llegar a su casa.
El joven declaró que empezó a encontrarse mal aquella noche, y que sólo recuerda algunos momentos con la víctima, que en un principio pensaba que podrían corresponder a sueños, aunque también manifestó que su hermana no tenía por qué mentir y si había contado lo que había pasado es porque ocurrió de esa manera.
Con respecto a la supuesta intoxicación que sufrió poco antes de cometer la agresión sexual, el menor acudió incluso a una comisaría de la Policía Nacional para denunciar «una presunta sumisión química», pero se equivocó de fecha en la que asegura que ocurrieron los extraños hechos.
Tras escuchar las versiones de sus dos hijos (víctima y agresor), muy similares, el padre contrató los servicios del abogado Borja Signes, un letrado especializado en delitos contra la indemnidad sexual, para que defienda a su hijo varón.
El buen trato que la psicóloga tiene con los alumnos del colegio fue clave para descubrir y denunciar la agresión sexual que sufrió la niña de 14 años. Un amigo de la menor puso en alerta a la orientadora sobre el extraño comportamiento de la víctima, que estaba muy nerviosa y acudía a clase «muy tapada» con ropa.
El adolescente le dijo que la niña no quería contar lo que le había pasado, pero acudió a la psicóloga porque intuía que era la única persona del centro escolar que podría ayudar a su amiga. Y no le faltaba razón.
La orientadora ya había asistido a la menor por unos problemas de acoso en el colegio, y se había ganado su confianza y aprecio. Y por ello, la niña decidió romper su silencio y le contó la agresión sexual, aunque prefirió hacerlo con una carta.
La psicóloga declaró en la Fiscalía de Valencia que la víctima no es una niña fantasiosa ni problemática, sino una adolescente «buena con baja autoestima». También afirmó que la menor no quería contar la agresión sexual por vergüenza, al tratarse de una acción humillante para ella, y porque se sentía culpable del castigo que le impondrían a su hermano: el internamiento en un centro de menores.
Además de denunciar los hechos ante la Guardia Civil, la orientadora alertó a los Servicios Sociales para que la menor no volviera al domicilio paterno, donde vive el presunto agresor. La niña sigue interna de lunes a viernes en el colegio, donde tiene un trato especial por parte de la psicóloga, y pasa los fines de semana con su madre.
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