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Dos agentes de la Guardia Civil son el claro ejemplo de la importancia de estar en el lugar adecuado en el momento justo. El pasado sábado 22 de julio, los efectivos iban patrullando por las inmediaciones de Benicarló cuando hubo algo que les llamó la atención. Un padre salió a la puerta de su vivienda. Sostenía entre sus brazos a un niño pequeño y pedía auxilio de manera desesperada.
La vida de su pequeño estaba a punto de desvanecerse entre sus brazos. Pero los agentes hicieron todo lo que pudieron para impedirlo. «El niño se ahogaba. Tenía atragantadas muchas chucherías en la garganta», narra uno de los agentes aún con la emoción a flor de piel.
En un primer momento se temieron lo peor. El pequeño Enzo de dos años no respiraba. «Estaba azul. Lo cogimos boca abajo para que expulsara las chucherías pero al final respiró», revela el Guardia Civil. En su memoria se quedará para siempre el alivio que sintieron cuando vieron que el pequeño expulsaba las chucherías y volvía en sí. «Mi compañero y yo estábamos muy contentos y muy orgullos», confiesa.
Y no era para menos. Los agentes llamaron a la ambulancia y los sanitarios les comunicaron que de no ser por su rápida y efectiva actuación, Enzo no seguiría con vida a día de hoy. Fueron ellos los que le salvaron. Estando en el momento oportuno y no dejando que los nervios por vivir una situación tan tensa los bloquearan e impidieran actuar.
«Los sanitarios nos dijeron que no hacía falta trasladar al niño al hospital, que ya le habíamos salvado la vida», dice el agente.
Los dos efectivos de la Benemérita llevan cuatro años prestando sus servicios. «Esta ha sido la primera vez que le he salvado la vida a alguien. Al principio no procesé lo que significaba pero cuando me di cuenta de que ese niño estaba vivo gracias a nosotros me llené de satisfacción», relata el joven agente.
Al fin y al cabo, tal y como cuenta el efectivo de la Guardia Civil, «nuestro trabajo es ayudar a la gente. A veces lo conseguimos, otras veces no podemos debido a las circunstancias. Pero siempre lo intentamos».
El padre del pequeño Enzo al principio no era capaz de dirigir la vista a los agentes. Tenía la mirada puesta en su niño. Se temía lo peor. Aunque para el efectivo de la Benemérita, hubo una frase que pronunció aquel hombre que se le quedará para siempre grabada en su memoria: «Aquí está la Guardia Civil, Enzo», le dijo al pequeño. Luego, se dirigió a los agentes y les confió la vida de su hijo: «Sé que vosotros lo podéis hacer». Y así fue. Ahora el niño de dos años podrá seguir jugando y riendo gracias a estos dos guardias civiles.
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