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JAVIER MARTÍNEZ
VALENCIA.
Sábado, 16 de marzo 2019
Apenas había cumplido cuatro meses de vida cuando su pequeño corazón dejó de latir. El bebé hallado muerto y enterrado junto a una casa en ruinas de Godella murió como consecuencia de varias fracturas craneales que sufrió por los golpes que le propinó su madre, presuntamente, pocas horas antes del hallazgo de los cadáveres. Su hermano de tres años y medio falleció también de forma violenta como consecuencia de las graves lesiones que presentaba en la cabeza, según los resultados de las autopsias realizadas ayer en el Instituto de Medicina Legal de Valencia.
Los traumatismos y fracturas en los cráneos ya fueron apreciados por el forense de guardia de Paterna tras examinar los cuerpos en la noche del jueves en el campo abandonado donde los enterró la joven detenida. Como ya informó LAS PROVINCIAS, los agentes del laboratorio de Criminalística de la Comandancia de Valencia retiraron con sumo cuidado la tierra removida en las dos fosas para recoger todas las pruebas incriminatorias posibles. También fotografiaron los cadáveres en varios momentos del desentierro para adjuntar las imágenes a las diligencias que remitirán en las próximas horas al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Paterna, que estaba de guardia cuando la Guardia Civil encontró los cuerpos de los niños.
Tras asumir la investigación el Grupo de Homicidios y dirigir también los interrogatorios, la madre de los menores decidió colaborar y llevó a los agentes a los lugares donde había enterrado a sus hijos tras unas manifestaciones confusas en las que llegó a decir que los niños «tenían que resucitar». Eran dos fosas con muy poca profundidad situadas a unos 50 y 40 metros de distancia de la casa en ruinas donde malvivía la familia.
El macabro hallazgo dejó a los investigadores sumidos en una profunda tristeza. Las dos pequeñas víctimas presentaban golpes en la cabeza, según una primera estimación del forense de guardia de Paterna. La autopsia confirmó a la mañana siguiente que los menores sufrieron varios traumatismos y fracturas craneales. El levantamiento del primer cadáver duró cerca de dos horas aproximadamente.
Mientras los agentes comenzaban a desenterrar el segundo cuerpo, el delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Juan Carlos Fulgencio, comparecía ante los medios de comunicación para informar sobre el trágico desenlace del caso. La improvisada rueda de prensa tuvo lugar ante una veintena de periodistas en un camino de tierra a escasos metros de la escena del crimen.
Ajenos a las declaraciones de Fulgencio, los agentes del Grupo de Homicidios y del laboratorio de criminalística de la Comandancia de Valencia seguían con su desagradable labor de investigación, junto a los cadáveres de Amiel e Ichel, para esclarecer cómo murieron los pequeños. La minuciosa inspección en la caseta derruida y la parcela dio sus frutos cerca de la piscina, donde los especialistas encontraron restos de sangre.
Una de las hipótesis que baraja la Guardia Civil es que la madre golpeó a uno de sus hijos contra el suelo en este lugar. Esto explicaría el hallazgo de sangre en este sitio de la parcela y la ausencia de objetos que podrían haber sido utilizados como arma homicida. Uno de los niños tenía el cráneo destrozado por los golpes y las lesiones del otro menor eran compatibles con golpes propinados con un objeto romo, según las autopsias.
Además, los forenses determinaron que los pequeños no fueron sumergidos en agua, como insinuó el padre de los niños, Gabriel Salvador C. A., cuando manifestó de forma voluntaria a la Guardia Civil que su mujer debía «sumergirse en la piscina para reencarnarse en la vida de sus hijos».
El hombre también explicó que había discutido con su pareja porque no sabía dónde estaban los menores, y afirmó que su mujer había arrojado a una fosa séptica a uno de los niños, pero él lo habría rescatado luego con vida. La noche del crimen, la joven habría sacado a sus hijos de la caseta de madrugada para matarlos a golpes, presuntamente, cerca de la piscina. Esta es una de las hipótesis que barajaban los investigadores de la Guardia Civil tras interrogar a los padres por separado en el cuartel de Moncada.
Sobre las siete y media de la mañana del jueves, Gabriel se despertó y discutió con su mujer cuando vio que los niños no estaban en la casa. Ella salió corriendo y él la persiguió. Ambos iban desnudos. Varios vecinos que presenciaron la preocupante escena llamaron al 112 para alertar de lo que parecía una agresión sexual o un caso de violencia de género. Cuando llegaron los primeros agentes a la parcela, el hombre estaba dentro de la caseta y tenía rasguños en el rostro. Tras contar diferentes versiones sobre lo ocurrido, Gabriel dijo a los policías locales y guardias civiles que no debían preocuparse. «Están todos muertos», espetó.
Después de escuchar la terrible frase, la Guardia Civil dispuso entonces un operativo policial para buscar a los dos menores y a su madre, María G. M., de 28 años de edad, en esta zona de Godella y otros municipios cercanos. La joven estaba desnuda en posición fetal, con el cuerpo lleno de arañazos y con la mirada perdida, cuando fue encontrada sobre las 13 horas del jueves por 'Scot', un perro de la Guardia Civil adiestrado para buscar personas vivas. Poco antes, un agente había localizado una camiseta con manchas de sangre que llevaba puesta la mujer, supuestamente, tras matar a sus dos hijos.
María tenía cortes en sus pies tras caminar descalza por un camino de tierra y un campo lleno de arbustos. Uno de los guardias civiles se quitó su camiseta para que la joven pudiera taparse durante su traslado al cuartel de Moncada, donde fue interrogada por los agentes del Grupo de Homicidios.
Los agentes que la encontraron en el estrecho bidón de color azul le preguntaron de forma insistente dónde estaban los niños, pero ella apenas hablaba y si lo hacía era para decir solo que le hicieran la pregunta a su marido. Unas seis horas después, María llevó a los guardias civiles hasta los lugares exactos donde había enterrado a sus hijos. Las dos pequeñas fosas fueron cavadas de noche, según las investigaciones.
Tras ser detenida por un delito de homicidio, la joven fue trasladada a un hospital en dos ocasiones, al menos, para que recibiera atención médica. Un especialista en psiquiatría reconoció ayer a la mujer para determinar si se encuentra en condiciones mentales de prestar declaración, sin perjuicio de que en un futuro sea sometida a nuevas pruebas con el fin de valorar su imputabilidad.
Tanto la madre como el padre de los niños, que también fue detenido por el mismo delito, serán puestos en las próximas horas a disposición del Juzgado de Instrucción número 4 de Paterna, que decretó el secreto de las actuaciones. El magistrado incoó un sumario contra Gabriel y María por dos delitos de homicidio, aunque podría variar la calificación de los delitos para imputarlos en la causa por doble asesinato cuando reciba los informes de las autopsias.
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