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La frase «sin cadáver no hay delito» se utiliza de forma errónea en referencia a la necesidad de hallar el cuerpo de la víctima para ... demostrar que se ha cometido un crimen. Pero la ausencia de una de las pruebas más importantes no impide la investigación policial, y en algunos casos, como el de la desaparición del empresario José Pitarch Arróniz en Godella, hasta refuerza la principal hipótesis de lo que sucedió.
¿Secuestraron y asesinaron al empresario de la noche valenciana? ¿Estaba en el punto de mira de algún grupo criminal? ¿Acabaron con su vida porque detectaron la presencia policial cuando iban a cobrar el rescate? Cuando acaban de cumplirse 33 años de la extraña desaparición de Pitarch, su familia y los guardias civiles que investigaron el caso, la mayoría de ellos ya jubilados, siguen sin encontrar respuestas a las preguntas que se hicieron entonces.
Los hechos ocurridos en la madrugada del 5 de marzo de 1991 continúan siendo un misterio. Como si la tierra se hubiera tragado a Pitarch. Ni pistas ni esperanzas de encontrarlo vivo o muerto después del asalto que sufrió en su chalé en la urbanización de Campolivar.
La última vez que lo vieron con vida fue en una reunión que mantuvo con varios colaboradores en Valencia para preparar el quinto aniversario de una de sus discotecas: Jardines del Real. Una vez concluido el encuentro, el empresario subió a su coche, un Volkswagen Golf GTI, y regresó a su domicilio en Godella de madrugada.
Al día siguiente, una sobrina de Pitarch acudió al chalet y descubrió que estaba revuelto nada más abrir la puerta. La joven había recogido en una imprenta los carteles del quinto aniversario de Jardines del Real y los llevaba al domicilio de su tío, pero se asustó al ver el desorden con objetos por el suelo.
«Creía que habían entrado a robar y que mi tío estaba presentando la denuncia. Fui a Godella, Paterna y Burjassot para hablar con la Policía, pero no sabían nada, y después acudí a la Guardia Civil de Moncada», recuerda la sobrina del empresario.
Como Pitarch no aparecía, dos guardias civiles acompañaron a la joven al chalé para inspeccionarlo y fue entonces cuando descubrieron los primeros vestigios criminales: unas gotas de sangre en las escaleras de acceso a la primera planta, donde se encontraban los dormitorios, y un rollo de cinta de embalaje con varios pelos adheridos.
«Mi tío era un hombre muy familiar, muy buena persona. Mi madre, mi hermano y yo pasábamos los fines de semana con él y nos quedábamos a dormir en el chalé. Mi abuela también vivía con nosotros. A ella nunca le contamos lo que pasó. Le dijimos que mi tío se había ido de viaje», explica la sobrina, que ahora tiene 54 años y prefiere mantenerse en el anonimato.
Tras registrar la casa, los guardias civiles comprobaron que Pitarch no estaba dentro y que el desorden correspondía a la posible acción de unos ladrones. Faltaban algunas joyas que la víctima guardaba en una caja fuerte, dos armas de fuego y uno de sus coches, un Volkswagen Golf que fue hallado dos semanas después en la calle Pintor Salvador Abril en Valencia. En aquella época, el empresario tenía en su parcela otros cuatro vehículos: un Porsche, un Alfa Romeo, un Suzuki Santana y un Seat 127 descapotable.
La Guardia Civil centró sus primeras investigaciones en dos hipótesis: un secuestro o un ajuste de cuentas parecía estar detrás de la misteriosa desaparición del empresario. Tras tomar declaración a sus familiares, empleados y colaboradores, los agentes que asumieron el caso descubrieron que Pitarch no guardaba grandes cantidades de dinero en casa, y además no tenía enemigos conocidos. Su novia confirmó este dato a los investigadores.
«Mi tío no estaba metido en ningún asunto turbio. Era una persona muy centrada en su trabajo, sus discotecas y su familia. Empezó de cero como camarero en un bar. Mi madre también trabajaba con él en sus inicios. Su primera discoteca fue El Quijote y luego vino otra y otra, pero todo lo que tenía lo consiguió con mucho esfuerzo», afirma la sobrina de Pitarch.
La víctima era copropietario de las discotecas Jardines del Real, Dream's Village, Bounty-Valencia y Bounty-Saler. Su único socio y amigo, Chimo Prats, fue una de las personas que más colaboró con la Guardia Civil para tratar de arrojar luz sobre la misteriosa desaparición.
Tras inspeccionar la casa y analizar las pruebas, los investigadores dedujeron que los individuos que asaltaron el chalé maniataron y amordazaron a Pitarch con cinta de embalaje tras sentarlo a la fuerza en un sillón de mimbre. Luego registraron la casa en busca de dinero, joyas y otros objetos de valor y huyeron con un escaso botín.
¿Pero por qué raptaron al empresario? ¿Fue un robo que acabó en secuestro? Días después de los violentos hechos, la agencia EFE difundió un teletipo sobre una petición de rescate de los secuestradores. Exigían en una carta el pago de 25 millones de las antiguas pesetas por la liberación de Pitarch, pero la familia desmintió la información. Una de las condiciones que pusieron los individuos que lo tenían retenido, al parecer, era que no avisaran a la Guardia Civil ni a la Policía.
«Nos quedábamos a dormir en los sofás de Bounty por si los secuestradores llamaban al teléfono fijo. En aquella época no había móviles y el único número que podían tener era el de la discoteca. Mi madre tenía contacto diario con la Guardia Civil e insistía mucho para que siguieran investigando», señala la sobrina, que meses después perdió a su padre en otro crimen perpetrado en Valencia.
La carta con la petición de rescate fue recibida por Catherine Guillard, la exmujer de Pitarch, y el dinero tenían que recogerlo en su restaurante en la calle Ernesto Ferrer de Valencia. El día acordado para la entrega de los 25 millones de pesetas, un grupo numeroso de guardias civiles de paisano montó un operativo de vigilancia en los alrededores del establecimiento, pero nadie acudió para recoger el rescate.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ya se había hecho cargo entonces de la investigación, que no avanzaba ante la ausencia de pistas, con el apoyo de un grupo de agentes del cuartel de Patraix. «Nunca tuvimos claro quién pidió el rescate. Puede que intentaran aprovecharse de lo que hicieron otros en un secuestro que se les fue de las manos», asegura uno de los investigadores del caso.
La cantidad de dinero coincidía con la que tenía que cobrar el empresario por la venta del pub Murano, otro de los locales de ocio que regentaba Pitarch en los años 80. Días antes del asalto que sufrió en su chalé, la víctima había cerrado la operación de compraventa y había recibido un anticipo, por lo que la Guardia Civil también investigó si esa información pudo llegar a los oídos de un grupo de ladrones.
«Pepe era un hombre recto con carácter, pero agradable en el trato y totalmente contrario a las drogas en sus discotecas. En eso era intransigente. Le gustaba la pesca, iba mucho a pescar a Carboneras en Almería y una vez al año viajaba a los países nórdicos para pescar salmón y bacalao», recuerda Miguel Ángel Pastor, periodista y amigo del empresario. «Era una persona en la que podías confiar. No le conocíamos enemigos y quizás por eso la investigación no pudo dar con un claro sospechoso», añade Pastor.
Una de las hipótesis que barajó la Guardia Civil es que Pitarch conocía a alguno de sus asaltantes y lo habría dejado entrar en su casa, lo que explicaría que la puerta no estaba forzada, o que hubiera reconocido a uno de los secuestradores y estos habrían decidido entonces acabar con su vida y deshacerse del cadáver para que no los denunciara tras un intento fallido de cobrar el rescate.
Tras descartar una fuga voluntaria relacionada con una investigación de Hacienda, los agentes de la UCO también consideraron la posibilidad de que los individuos que asaltaron la casa del empresario fueran un grupo de ladrones sin experiencia en secuestros que habrían pedido el rescate como un artificio de ocultación. «El caso Pitarch es una espina clavada que aún tenemos, porque no pudimos resolverlo», reconoce el guardia civil que investigó el caso.
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